«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Actor. Cine, teatro y televisión. Fue diputado en el Congreso de los Diputados y jefe de grupo en las Cortes Valencianas. Actualmente trabaja en 7NN. Dirige y presenta 'ConToni' los sábados por la noche.
Actor. Cine, teatro y televisión. Fue diputado en el Congreso de los Diputados y jefe de grupo en las Cortes Valencianas. Actualmente trabaja en 7NN. Dirige y presenta 'ConToni' los sábados por la noche.

Una mujer colocada de ideología

18 de agosto de 2024

En el ecuador de las vacaciones comienzo a verle las orejas al lobo. Así que agacho la cabeza y me centro en el día a día para ahuyentar al futuro. El día comienza temprano, con un paseo de diez kilómetros junto a los amigos de toda la vida. Se comenta la noche anterior, las omnipresentes lesiones, se valora a las mujeres con las que nos cruzamos y nos cagamos en los impuestos, Sánchez y Puigdemont. Somos machirulos, sí. Y simples. Llevamos toda una vida juntos. A nuestras parejas les cansa que hagamos siempre lo mismo. Supongo que a nosotros nos basta; pero hacemos esfuerzos por salir de nuestras rutinas para que estén contentas. Tras la caminata, y antes del obligado almuerzo —las calorías que entran por las que salen—, un primer chapuzón en la playa. Y aprovecho para sacar las sillas y la sombrilla del resto de la familia. Por suerte aquí no hay Policía que multe por eso. Justo cuando salimos del agua aparecen tres operarios para limpiar los cuatro metros de pasarela que conducen hasta la ducha playera. Van muy preparados. Un soplador de gasolina para apartar la arena y un enorme cepillo para barrerla. Tres tíos. Cuatro metros de pasarela.

A veces vemos pasar una lancha de la Guardia Civil, un bicharraco enorme y veloz que tiene atemorizados a los dueños de los barquitos de pesca deportiva y a los cuatro yates que por aquí navegan. Santi, un amigo que sale a pescar con su cascarón casi todos los días, está hasta los huevos de que le pidan la documentación o le midan los tres salmonetes que atrapó. Uno se pregunta qué coño hace ese pepino por aquí y no en La Línea luchando contra el narco o en Canarias con las pateras. Este es un lugar tranquilo y familiar repleto de gente. El puente es hora punta. Y a los habituales se suman los rastas del festival de música reggae. Por suerte es un sitio civilizado, no hay turismofobia, la enfermedad mental de los ricos y los tontos progres. Ni un sólo bar se queja de los visitantes. No hay fiestas politizadas y desde luego no nos encontramos con esas anomalías morales del norte, los carteles de etarras. Lidiamos un año más con los problemas del aumento de población, sí. Pero es la incompetencia de los que mandan la que genera dificultades. El semáforo que crea colas kilométricas y jamás se cambia o el desvío para descongestionar el pueblo que nunca llega.

Me quedo sólo entre semana porque mi mujer trabaja. Aprovecho para rumiar el año pasado y preparar el siguiente, pero sobre todo para convivir con las musarañas. Y acudo de nuevo a recogerla el viernes a la estación para comprobar, una vez más, lo bonita que es ella, la suerte que tengo, y la degradación de RENFE.

Vamos al festival rastafari de paz y amor una noche y, casi al acabar, haciendo cola para comer un pollo jamaicano, una mujer me insulta y se encara con nosotros. Aquí nadie piensa cómo tú, me dice la adivina. Facha, me grita. Yo me hago a un lado porque sé que no hay nada que ganar y mucho que perder. Es una mujer. Si fuera al revés yo podría acabar en el calabozo. No parece colocada más que de ideología. Cuando se tiene la cabeza tan llena de mierda como la tiene ella no hay remedio que valga. He recibido cientos de insultos y amenazas anónimas. Pero en persona sólo se han atrevido a encararme así tres veces. Un grupo de gays, otro de mujeres y esta pobre desgraciada. Todos rojos. Con un odio en la mirada que no dejaba duda: con poder, y sin temor a las consecuencias, hubieran acabado conmigo.

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