«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Quince años en el diario líder de información económica EXPANSIÓN, entonces del Grupo Recoletos, los tres últimos años como responsable de Servicios Interactivos en la página web del medio. Luego en Intereconomía, donde fundó el semanario católico ALBA, escribió opinión en ÉPOCA, donde cubrió también la sección de Internacional, de la que fue responsable cuando nació (como diario generalista) LA GACETA. Desde hace unos años se desempeña como freelance, colaborando para distintos medios.
Quince años en el diario líder de información económica EXPANSIÓN, entonces del Grupo Recoletos, los tres últimos años como responsable de Servicios Interactivos en la página web del medio. Luego en Intereconomía, donde fundó el semanario católico ALBA, escribió opinión en ÉPOCA, donde cubrió también la sección de Internacional, de la que fue responsable cuando nació (como diario generalista) LA GACETA. Desde hace unos años se desempeña como freelance, colaborando para distintos medios.

Verdades de perogrullo

16 de septiembre de 2013

A lo largo de la historia, la humanidad ha sostenido muchas creencias falsas. Hoy hemos decidido que una sola excepción significa que no hay norma; más: hemos determinado que la excepción nos rija. Lo natural y, por tanto, estadísticamente normal, es que los padres quieran a sus hijos y no los maltraten. Si no fuera así, la humanidad se hubiera extinguido hace cientos de miles de años. Lo normal es que los hijos no maten a sus padres. Lo normal es que hombres y mujeres se atraigan mutuamente y que vayan por la vida en parejas y que el hombre no maltrate a la mujer. Lo normal es que la gente quiera tener un hogar propio -en todos los sentidos de la palabra- donde ser libre, en el que vivir y al que invitar a quien le plazca. Lo normal es que la gente prefiera trabajar para sí mismo y no a las ordenes de otro, y no vivir para trabajar. Lo normal es amar lo propio más que lo ajeno, lo cercano más que lo remoto, lo familiar más que lo extraño. Lo normal es que los niños tengan hambre de conocimiento y pregunten a todas horas y disfruten con lo que aprenden. Lo normal es que el hombre adore y se sienta pequeño ante el misterio. Lo normal es que cualquiera sepa que si tienes dos y gastas tres, tienes un problema, y que esta operación no puede repetirse indefinidamente. A lo largo de la historia, la humanidad ha sostenido muchas creencias falsas. Ha creído que los eclipses eran el resultado de un dragón de los cielos que devoraba el sol, o que la tierra era un plato sostenido por cuatro tortugas. Y no ha pasado nada, porque equivocarse en esas cosas no es importante. Pero a lo largo de los siglos, en culturas tan distintas entre sí como quepa imaginar, ha creído esas cosas con las que he empezado, ha encontrado naturales esos impulsos. Hoy hemos decidido que una sola excepción significa que no hay norma; más: hemos determinado que la excepción nos rija. Hablamos excitadamente del bosón de Higgs, que no es nada en la vida de la gente ni la gente es capaz de entenderlo en su abrumadora mayoría, pero negamos lo que la humanidad ha creído natural en bloque, las verdades que nunca se han dudado, esas verdades de perogrullo cuyo olvido, más que ninguna otra cosa, nos condena a la decadencia y la extinción.

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