«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Director de Rius TV en YouTube. Trabajó antes en La Vanguardia y en El Mundo. Director de e-notícies durante 23 años.
Director de Rius TV en YouTube. Trabajó antes en La Vanguardia y en El Mundo. Director de e-notícies durante 23 años.

VOX no es facha

19 de marzo de 2025

En La Sexta estaban el lunes que se subían por las paredes. Tras el acuerdo entre Mazón y VOX. El presentador del informativo de las ocho, Rodrigo Blázquez, dijo «ultraderecha» un par de veces en menos de 45 segundos. «Mazón se pliega a los deseos de los ultras para salvar sus Presupuestos y seguir atornillado al poder», añadió. Como Sánchez con Junts, pensé. Aunque, en este caso, ni siquiera tiene Presupuestos.

Hasta dijo que en VOX «están obsesionados con que los menas son todos mayores de edad». Me vino a la cabeza la noticia publicada por LA GACETA el pasado día 8: La Fiscalía descubre que casi el 60% de inmigrantes ilegales que decían ser menas en Ibiza eran mayores de edad.  O esta otra, más antigua, de julio del año pasado: Más del 90% de los menas sometidos a pruebas periciales en Aragón son mayores de edad.

Terminaba diciendo que el presidente valenciano y el secretario general de VOX, Ignacio Garriga, «comparten acuerdo y discurso». Antes, otro había rozado incluso el insulto personal. Pero no sabría decirles en qué espacio de la cadena porque tampoco soy telespectador habitual.

Enseguida pensé que si es malo para La Sexta, tiene que ser bueno para el presidente valenciano y para VOX. Desde luego yo no voy a salvar a Carlos Mazón de su responsabilidad personal. Incluso judicial. Esas cinco horas que estuvo prácticamente desaparecido.

Aunque tampoco eximo al Gobierno central de la suya. Esa frase de Pedro Sánchez que ha pasado a la historia: «Si quieren ayuda, que la pidan». No es textual, pero casi: «Si necesita más recursos, que los pida». La dijo en su comparecencia el 2 de noviembre. En alusión precisamente al presidente del Consell.

Como decía, para mí VOX no es de «extrema derecha». Al menos en el sentido clásico del término. A mi juicio, la expresión define a aquellos partidos que, en los años 30, querían acabar con los sistemas democráticos. E instaurar regímenes totalitarios, dictatoriales o autoritarios.

No en vano, una buena parte de países acabaron sucumbiendo a la tentación: Polonia (1926), Yugoslavia (1929), Hungría (1931), Austria (1933), Grecia y Bulgaria (1936), Albania (1937) o Rumanía (1938), entre otros. Sin olvidar la URSS (1918). Pese a que, en teoría, fuera una dictadura del proletariado.

El Reino Unido y Francia no estuvieron exentas de tensiones sociales. En el país vecino tuvieron los disturbios del 6 de febrero de 1934, que hicieron tambalear la República. Y, en Inglaterra, muchos miraban con buenos ojos a Hitler como baluarte contra el comunismo. Empezando por Eduardo VII, que hasta se entrevistó con el canciller en Berchtesgaden.

También es verdad que las democracias liberales salieron muy tocadas de la crisis del 29. Y que, al menos en sus comienzos, incluso el fascismo se veía como una alternativa a las democracias burguesas. Es conocida la anécdota —si non e vero e ben trobato— que tras el acceso al poder de Mussolini un periodista extranjero le preguntó qué quería para Italia. Y el Duce le dijo: «Que los trenes lleguen a la hora».

Lo que quiere el partido de Santiago Abascal es lo que quieren todas las formaciones políticas: gobernar. Y, si no, influir desde fuera del gobierno. O desde la oposición. Pese a que en España la mayoría de medios progres —desde El País a TV3 y por supuesto La Sexta— insisten en calificarlo de «extrema derecha» o «ultraderecha». Con la misma vara de medir, a Sumar y a Podemos debería llamárseles «extrema izquierda». Al fin y al cabo, están en el otro extremo del arco ideológico. Pero no es habitual hacerlo. Son los buenos de la película.

Muerto Franco hace 50 años, en La Moncloa siempre están con la misma cantinela. Y lo peor de todo es que el PP cae en la trampa que les tienden. Asumen el marco mental del PSOE. Pero es evidente también, basta ver el triunfo de Trump, que el mundo se está volviendo cada vez más de derechas. Por supuesto, una derecha democrática.

Fondo newsletter