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Un tribunal australiano lo condenó en régimen de aislamiento por una acusación infundada

La Iglesia recuerda el primer aniversario de la muerte del cardenal Pell, injustamente encarcelado por la Justicia australiana

El Papa Francisco junto al cardenal George Pell. Sala Stampa.

El 10 de enero de 2023 falleció en Roma el cardenal George Pell. El ex-prefecto de la Secretaría de Economía de la Santa Sede murió en Roma a los 82 años, después de haber estado encarcelado durante 404 días en una prisión de Australia.

En 2014 el Papa Francisco recurrió a él como uno de los hombres de confianza del Vaticano. No en vano, después de ser nombrado miembro de varias Congregaciones, el Santo Padre lo creó cardenal y lo incluyó en su Consejo de Cardenales, formado por ocho purpurados con la tarea de aconsejar al Papa.

Cuatro años después, sin embargo, fue acusado de delitos sexuales con menores, llegando a entrar en prisión en febrero de 2019. Un tribunal australiano lo condenó en régimen de aislamiento por una acusación infundada. Así, el cardenal de 79 años pasó 404 días en la cárcel por unas acusaciones falsas, en una diminuta celda.

Nadie en la Iglesia esperaba que un la Justicia de Australia condenara al cardenal siendo inocente, en un juicio que sólo contó con un testigo en su contra: «No solo mis abogados, otros abogados independientes decían que el caso que se iba a presentar a juicio era ridículo. Es imposible cometer abusos en medio de una gran catedral», afirmó años después.

Aunque tras la condena el papa Francisco le prohibió el ejercicio público del ministerio sacerdotal y fue apartado de la Secretaría de Economía vaticana, el cardenal contaba tras su salida en prisión que «el Papa Francisco me ha respaldado con firmeza durante estos problemas y ha sido muy amable cuando lo he encontrado. Estoy muy agradecido por su apoyo y también por el del Papa Benedicto».

En 2020 la Corte Suprema de Australia anuló por unanimidad la condena y el cardenal Pell fue puesto inmediatamente el libertad. Con el prestigio totalmente dañado, el purpurado mantuvo siempre la serenidad. «Una persona inocente ha sido condenada con unas pruebas que no establecían la culpabilidad con el grado de prueba requerido», llegó a decir el Tribunal.

Demostrada su inocencia, siempre se mostró agradecido por el apoyo de la jerarquía —como el arzobispo de Sídney— y de miles de fieles católicos que lo sostuvieron con sus oraciones y sus cartas. En concreto, de aquel año en prisión conserva más de 4.000 cartas de apoyo, llegadas de todas partes del mundo. Sólo respondió a otros presos que le escribían, y con quienes reconocía seguir manteniendo correspondencia: «No soy un gran escritor de cartas. De hecho, se referían a mí como ‘George el lento’, porque siempre me excusaba por el retraso en las respuestas. Todavía les debo una carta».

Restituido como gran hombre de la Iglesia, servidor del Papa en diversas Congregaciones y salvador de las cuentas vaticanas gracias a su labor al frente de la economía del Estado, el propio Papa Francisco celebró su funeral en la Basílica de San Pedro. «Fue una experiencia de gran sufrimiento, soportada con confianza en el juicio de Dios, dando ejemplo de cómo aceptar incluso castigos injustos con dignidad y paz interior», manifestó entonces el cardenal Giovanni Battista Re.

Un año después, la Iglesia ha celebrado funerales por el alma de este servidor. Primero como joven sacerdote, más tarde como obispo y por último al frente de las finanzas del Vaticano, el cardenal Pell trabajó con discreción con amor al Papa. Sus restos descansan en la Catedral de Santa María de Sídney, donde también se han celebrado unas exequias por su alma.

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