Por Pepe G.-Saavedra
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Aunque han pasado dos meses desde que todas las parejas del mundo celebrasen San Valentín, MasterChef ha hecho su particular homenaje al amor en esta última entrega. Tras leer las cartas de sus parejas, amantes, esposos, esposas y familiares cercanos, para aquellos que aún conservan la soltería, los concursantes tuviron que elaborar el plato que más gusta a sus seres queridos. Una prueba bañada en lágrimas, en especial por una Eva González muy emocionada, se saldó con la victoria de la paella morcillera de Mila y la carrillera en salsa de Antonio el salao.
Diseñadores, modelos, blogeros y demás gentes del mundo de la moda fueron los comensales encargados de degustar los aperitivos, planteados por cocineros de la talla de Paco Roncero y Ramón Freixa, en la prueba por equipos. Una tapa por concursante fue el trato al que llegaron los aspirantes, a pesar de que algunas elaboraciones requerían más tiempo y trabajo que otras. ¿Adivinan a quién le tocó la tapa más fácil? Efectivamente, Pablo. Pelar unas manzanas y envasarlas al vacío con un zumo era su único cometido al que, como de costumbre, llegó tarde y volvió a enervar al jurado. Pero el resto de sus compañeros no lo hicieron mucho mejor y los jueces decidieron valorar los platos por sus autores y no por grupos. Sally, Antonio, ambos con mención especial, Andrea, Fidel y Víctor se han salvado y se libran de decirle adiós al talent culinario.
Juan Mari Arzak, el considerado como padre de la cocina en España por muchos, ha sido el encargado de apadrinar la prueba de expulsión. Aprovechar alimentos y sobras para presentar un plato digdo de los mejores paladares fue la propuesta de Samantha, Jordi y Pepe. Muchas de las elaboraciones fueron comparadas con potitos de marca blanca y Kevin, Mila y Mireia acabaron en la cuerda floja. La aspirante murciana, política, socialista, progresista, fan de Pedro Sánchez… y así hasta mil adjetivos con los que la propia Mireia se definió, tuvo que colgar el delantal y abandonar las cocinas de Masterchef.