«El pintor», que ya ha colgado el letrero de «entradas agotadas» para sus tres únicas funciones de los días 8, 10 y 11 de febrero, es «una mirada crítica» a la vida y obra del pintor.
Pablo Picasso fue un pintor «sobrevalorado», «un Atila del arte» que consiguió que a su paso la pintura «no volviese a nacer» y se convirtiese en un «asunto financiero», asegura Albert Boadella sobre el protagonista de su ópera «El pintor», que llegará a los Teatros del Canal el 8 de febrero.
Boadella (Barcelona, 1943) vuelve a los teatros que dirigió desde 2008 hasta el fin de la temporada 2016-2017 con el estreno absoluto de una obra de la que firma el libreto y que, además, dirige.
«El pintor», que ya ha colgado el letrero de «entradas agotadas» para sus tres únicas funciones de los días 8, 10 y 11 de febrero, es «una mirada crítica» a la vida y obra del pintor, explica en una entrevista con EFE, en medio de los ensayos, el dramaturgo, que mañana presentará a los medios su creación.
«El objetivo de la gente de la farándula es poner en tela de juicio los mitos, espirituales, sociales, morales y humanos. Picasso, sin duda alguna, es un mito sobrevalorado por muchos motivos. En primer lugar, porque él se hizo comunista en el año 45 y, por tanto, fue ensalzado por toda la intelectualidad comunista», ha afirmado Boadella.
En «El pintor», con música de Juan J. Colomer y dirección musical de Manuel Coves, el fundador de Els Joglars cuestiona el significado de Picasso en la historia de la pintura.
«Se le ha dado una importancia que no tiene pictóricamente, pero sí que la tiene en relación con las consecuencias de su obra, y esas consecuencias no son positivas. Han sido negativas», opina el dramaturgo barcelonés, «presidente» de Tabarnia, aunque ese tema, el catalán, prefiere no tocarlo ahora.
El pintor malagueño, sostiene, consiguió la «industrialización de la pintura»: «A partir de él, el arte se empieza a llamar artes plásticas y ya es un asunto financiero: ya no es esencialmente un asunto de contenidos artísticos, sino de pura especulación. Yo digo que Picasso ha sido como Atila, un gran general, que donde por allí donde ha pasado no ha vuelto a crecer la pintura».
En esta ópera, Boadella entremezcla a Picasso (el actor Alejandro del Cerro) con Mefistófeles (Josep Miquel Ramón), el subordinado de Lucifer, que va guiando al artista a lo largo de su vida, en un final en el que incluso es increpado por el propio Velázquez (Toni Comas), quien le «insulta» y le echa en cara la «mamarrachada que hizo con su versión de ‘Las Meninas'».
«Picasso quiere el éxito rápido. Yo coloco en ‘El pintor’ a Mefistófeles, con el que hace un pacto por la eternidad de su obra y por ser el mejor pagado. A cambio, Mefistófeles dice que lo que le interesa es que monte el caos, el caos en el arte, que es lo que hace Picasso», explica Boadella.
Coproducida con el Teatro Real, en esta obra de tres actos hay momentos tratados «con ironía o cierto sentido del humor», aunque «en general es una situación trágica» que cuenta con seis cantantes, diez bailarines, cuarenta voces en el coro y ochenta músicos de la Orquesta del Teatro Real.
El primer acto comienza con un delirio de Picasso por el consumo de éter, una «costumbre» de la bohemia parisina. Con los efectos de la droga, Picasso dice que vendería su alma por el éxito rápido, «por no pasar ni frío ni hambre y por ser el mejor», y entonces aparece Mefistófeles.
La diabólica presencia va guiando el camino de su vida, y el tercer y último acto se desarrolla en la casa de Mefistófeles, que le hace ver a Picasso las consecuencias de su arte y «cómo queda todo en el grafiti», dice Boadella. El grafiti, sostiene, es el «Guernica» y, «de hecho, los grafiteros que pintan trenes son seguidores de Picasso». «El ‘Guernica’, el grafiti más famoso, no es una pintura», apostilla.
Todo ello a través de la ópera, un género que «permite una cantidad de formas artísticas muy completa» y que «quizá el teatro de prosa no permite», concluye Boadella, que reconoce que estuvo tentado de hacer «El pintor» como un musical, aunque los intérpretes de ópera tienen «unas tesituras y unas expresiones dramáticas muy superiores».
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