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El realizador inglés aguarda mis preguntas con una mirada punzante, intelectual, acentuada por ese flequillo de pincel tan meticulosamente alborotado. Es un hombre elegante, de los que acuden al rodaje trajeados. Sin embargo, en su mirada hay algo difícil de descifrar. En su porte sereno y erudito, de vez en cuando asoman atisbos de sonrisa que trata de disimular, como si se acordase de un chiste que ahora sería indecente compartir.
“Enhorabuena por tu última peli, ‘Interstellar’”, comienzo. “Guau, ¡menuda experiencia visual e intelectual! ¡Qué arrebatadora rapsodia sobre la condición humana y los confines del universo!” Las palabras aduladoras fluyen de mi boca con poca convicción. Espero que Nolan recoja el guante pronto porque no sé qué más decir de la peli sin caer en los lugares comunes de tantos críticos que creen hallarse ante un Kubrick reencarnado. No es mi caso. Llegados a este punto, la expresión de Nolan se ha tornado insostenible y al segundo explota una jovial carcajada.
“Ya no puedo más, ¡no aguanto!” dice con su pulcro deje londinense. “Llevo semanas enteras diciendo polleces en las entrevistas. Hora de ser honestos, como ese patético robot en mi peli”. Su rostro está rojo, y la risa ha acumulado alguna lágrima en sus ojos.
“¿Te refieres al robot que tenía la forma del monolito de 2001 y hablaba como Madre, el robot de la nave de Alien?”
“¡Sí! Ése. Pero eh, ¡son homenajes!” dice con gran alborozo. Sospecho que está ebrio.
“Claro… ¡homenajes! ¿De dónde más sacó inspiración para hacer esta peli?”
“Sinceramente, en entrevistas anteriores he dicho que si Tarkovski, que si Stephen Hawking, pero nada de eso. Mi principal inspiración es aquel especial de Halloween de los Simpson en el que Homer acaba atrapado en una dimensión paralela detrás de la estantería. También el speech en los oscars de Matthew McConaughey me dio ideas. Eso de perseguirse a sí mismo y tal, dije, ‘molaría una peli sobre el speech de McConaughey’. Y luego pensé que molaría más si las persecuciones son en nave, y es cuando me vino la idea de Interstellar.”
Jamás habría anticipado esta respuesta. La trato de digerir, por muy extraña que sea. Y sigo.
“Bueno, Señor Nolan… Cuéntenos, ¿qué retos presentó la producción de esta peli?” le pregunto con educación. Algo de mérito tendrá llevar a cabo una producción de esta escala. A Nolan le entra una risilla floja y prosigue:
“Diría que el principal reto fue conseguir que Anne Hathaway dijera sus líneas de tal manera que pareciera que entendiera de verdad lo que salía de su boca. La pobre estaba muy confundida. Es una actriz muy dedicada e insistía en querer entender toda la verborrea científica aquella. Y yo me hartaba de decirle, ‘a ver, guapa, ¿no ves que no hay nada de entender, que esto es una sarta de polleces sin pies ni cabeza?’ Pero ella erre que erre.”
“Vaya. ¿Encontró ese problema con otros miembros del elenco?” le inquiero.
“No, ¡qué va! Por ejemplo, me encanta trabajar con Michael Caine porque tiene ese don que tienen pocos actores de que cualquier gilipollez que salga de su boca, por muy parida que sea, al ser dicha por él, adquiere un peso filosófico y un valor narrativo tremendo. Morgan Freeman posee el mismo don. Tiene que ver con ese tono de voz cansado, la mirada viejuna. Le hacen pensar al espectador, ‘guau, no he entendido nada, pero si lo dice Sir Michael Caine CBE , pues tendrá sentido y será importante’. Actores así hacen que la gente se tome en serio mis pelis, que si no…»
“Sí, son ambos grandes actores, desde luego. De la vieja guardia, eso siempre ayuda a que se les respete”, añado.
“Por supuesto. Con Matthew McConaughey seguí otra estrategia. Me apoyé en su relajado acento sureño para que la mitad de sus intervenciones fueran directamente incomprensibles, no a nivel intelectual, sino a nivel estrictamente fonético. En serio, en varias intervenciones de su personaje, en el guión yo directamente escribía ‘blahblahblah gravedad blahblahblah agujero negro blahblahblah quiero ver a mi hija’. Hasta yo me canso de escribir sandeces, ¿sabes? Y con esas ideas vagas íbamos pedaleando. A eso le pones el musicote de Hans a 3000 decibelios y la cosa marcha. La cuestión es perder al espectador, aturdirle, abrumarle los sentidos. Que llegue un momento que no entienda, pero que nunca sepa articular qué es lo que no entiende. Cada vez se me da mejor lograr esto”.
Me sorprende la honestidad brutal con la que habla Nolan de su trabajo. Pero no da la impresión de estar menospreciando su carrera. Más bien parece enorgullecerse de esa faceta suya de llenar su cine de un tono grandilocuente pero sin llegar a decir nada real. Siempre intuí cierta ley del silencio en torno a este fenómeno. Sospecho que todos lo intuimos, pero nadie quiere ser el primero en señalarlo. Pero ahora tengo en frente al propio Nolan, y él mismo está levantando el velo.
“Señor Nolan, me gustó mucho su cine al principio. Memento, Following, Insomnia, El Truco Final. ¡Son pelis chulas! Elaboradas, pero se siguen bien. Su modo de contar historias ahora es… distinto. ¿Qué ha cambiado?”
“Cuando hice las pelis de Batman, me di cuenta de que tenía un amplio séquito de seguidores que ensalzarían cualquier cagarruta que llevara mi nombre. Sin más, fui bajando el listón progresivamente pero ellos me seguían aplaudiendo y adulando. Pensé ‘¡Esto es genial! Cualquier idea peregrina que tenga es válida’, y rodé Origen. A día de hoy ni yo entiendo esa peli, pero oye, de algún modo esa legión de hipsters la ha colocado en el olimpo del cine.” Nolan se despiporra y levanta las cejas incrédulo al tiempo que separa las manos abiertas, como reconociendo lo surrealista del asunto.
Definitivamente Nolan ha llegado borracho a esta entrevista. Aquello de in vino veritas me está proporcionando una exclusiva que tambaleará los fundamentos de Hollywood, que ve en Nolan a su nuevo Rey Midas. Por dónde seguir. Ah, sí. Le preguntaré cómo fue la financiación de Interstellar.
“Me apoyé en algo que aprendí de un profesor de matemáticas que tuve en primaria. La idea es explicar algo de manera abrumadora, deslumbrante y fascinante. La clave es explicarlo todo grossomodo, con un ritmo frenético, y como dando a entender que es fácil de pillar. Mi profe de mates nos daba la lección, todos nos perdíamos, y cuando preguntaba ‘¿Alguna duda?’ nadie quería ser el primero en admitir que no había entendido un carajo. En primaria la cosa acababa en que todos suspendíamos, pero repites la misma estrategia en una habitación llena de ejecutivos ricachones y la cosa acaba en que sueltan la mosca de lo lindo. Y todo porque nadie quiere parecer idiota.”
Su risa de hiena recuerda a la del mismísima Joker. Nolan se descojona. De sus productores. De sus actores. De su público. De mí. De ti. Pero he de seguir con la entrevista. Me compongo.
“¿Y cómo fue la campaña de marketing? ¡Fue un proyecto rodeado de misterio hasta el final! ¿No? Háblenos de eso”.
“Sí, verás, lo complicado era vender la peli. Como de la historia no íbamos a decir nada porque no hay mucho que decir, nos concentramos en memeces como que si rodé en celuloide, que si no usamos pantalla verde, etc. Como he apuntado, mi público está lleno de hipsters. Todo lo que tenga un aire purista, lo que haga uso de tecnología obsoleta, les mola. No se plantean la practicidad de las cosas. Sencillamente dicen, ‘Nolan rueda en película aún. Es un tío guay. Será una buena peli.’ Se creen muy listos pero son más sencillos que el mecanismo de un lápiz.” Nolan vuelve a carcajear a mandíbula batiente. Se mofa de ti. De mí.
Es hora de acabar la entrevista. Le pregunto sobre su próximo proyecto.
“Señor Nolan, usted es un hombre prolífico. Seguro que ya tiene en su agenda marcado su próximo largometraje. ¿Nos puede decir en un par de pinceladas de qué se trata?”
“Por supuesto. En Hollywood está de moda eso de rodar pelis de fábulas para niños de las de toda la vida. Voy a dirigir una adaptación del cuento de El Rey Desnudo. Tengo mucha ilusión porque por primera vez actúo. Yo mismo voy a interpretar al rey.” Y una vez más se desternilla. De mí. De ti.