«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Dionisio Ridruejo: un espíritu pegado a las vísceras de España

Me han preguntado mil veces qué autores hay que leer para construirse una visión del mundo alternativa a la descomposición presente. Me faltan ciencia y sabiduría para contestar a esa pregunta, pero sí puedo contar qué autores me han marcado y por qué. Por supuesto, sigo buscando. Hoy: Dionisio Ridruejo.


La huella de Ridruejo en la cultura española sigue resultando fascinante, sobre todo por su trayectoria personal: empezó falangista y terminó socialdemócrata después de pasar por propagandista mayor de la España de Franco, por la División Azul y por la disidencia del franquismo. ¿Cómo fue posible semejante giro? Fue posible porque Ridruejo vivió literalmente pegado a las vísceras de España. Y por eso es interesante nuestro autor: porque, en buena medida, explicar su trayectoria personal es explicar la trayectoria colectiva de los españoles.

Un poeta cara al sol

Vamos a empezar recreando una escena. Estamos en el Madrid de 1935. José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange, ha convocado en el bar vasco “La Cueva del Orkompon” a un ramillete de los jóvenes poetas del movimiento: la “escuadra de poetas”. De la asamblea tiene que nacer un himno para la Falange. Allí están algunos nombres importantes de la cultura española: José María Alfaro, Agustín de Foxá, Pedro Mourlane Michelena, Jacinto Miquelarena, Rafael Sánchez Mazas y el marqués de Bolarque; también está Dionisio Ridruejo. El himno ya tiene música: es el Amanecer en Cegama del falangista guipuzcoano Juan Tellería. Le falta una letra, y esa es la misión de la “escuadra de poetas”. De esa reunión saldrá el Cara al Sol, el himno de Falange. Dionisio Ridruejo escribe dos versos: “Volverán banderas victoriosas / al paso alegre de la paz”.
¿Quién era este Dionisio Ridruejo? Un muchacho de Soria. Había nacido en El Burgo de Osma en 1912, en una familia conservadora y tradicional. Estudió en Segovia, Valladolid y Madrid para acabar en la Universidad María Cristina de El Escorial. Hondamente patriota y católico, Dionisio vive con preocupación las convulsiones de la España republicana. La derecha convencional le parece tibia. José Antonio Primo de Rivera funda en octubre de 1933 un movimiento nuevo: Falange Española. Ridruejo se afilia inmediatamente. La sintonía con el líder falangista no es sólo política: nuestro autor ya ha escrito un primer libro de poemas, Plural. José Antonio aprecia el estilo del joven soriano. Sobre la poesía se construye su amistad.
Poeta, pues, pero poeta de combate, inmerso de hoz y coz en el activismo político. En marzo de 1936, el gobierno del Frente Popular declara ilegal a la Falange y encarcela a sus dirigentes. La “primavera trágica” de 1936 conduce inevitablemente a la guerra civil. Ridruejo está en Segovia. Allí la guarnición militar se subleva el 19 de julio. La Falange local participa en la toma del poder. Será cruenta. Pero Ridruejo no irá a las trincheras. Desde el primer momento se le encomienda una misión distinta: la Propaganda del bando sublevado.

Estética de cruzada

“Propaganda”: hay que entender el término en el sentido que tenía en la época, derivado de “propagar”; fabricar ideas y comunicarlas. Y para una España en guerra, será una propaganda de guerra. Los tópicos recientes nos han vendido la imagen del bando nacional como una caterva de señoritos despóticos, militares golpistas y obispos corrompidos. Evidentemente, eso no es verdad. En el bando nacional había un pueblo: la mitad del pueblo (la otra mitad estaba en el otro lado). También nos han vendido la idea de que el mundo de la cultura estaba con el Frente Popular, y tampoco es verdad. A Maeztu y Muñoz Seca los fusilan los republicanos. Ortega, Marañón y Pérez de Ayala –los padres intelectuales de la República- tienen que huir del Madrid rojo. Mientras, el bando sublevado crea su propia elite cultural. En torno a Serrano Súñer se constituye un grupo de intelectuales falangistas que va a sentar la directriz estética de los “nacionales”: ahí están Antonio Tovar, Laín Entralgo, Foxá y Giménez Caballero, por ejemplo. Y está, de manera muy destacada, Dionisio Ridruejo.
La influencia de Ridruejo en la propaganda nacional es importante. Él es uno de los principales creadores de la estética del alzamiento. La guerra se justifica por la liberación de España; en la sangre hay un fondo de hermosura. Sobre el paisaje estético de la España imperial –yugos y flechas, guerreros cristianos, cruzados poetas- se dibuja el repertorio temático falangista: el trabajo, el pan, la patria y la justicia. Esa estética expresará perfectamente el espíritu de media España, sus esperanzas y sus sueños. No fue obra exclusiva de Ridruejo, pero la aportación de nuestro autor fue fundamental. Y esa aportación no se limita al periodo de la guerra: tras la victoria, Dionisio es nombrado Jefe Nacional de Propaganda. Su papel seguirá siendo el mismo: crear la estética del Movimiento. En 1940 funda la revista Escorial con Laín Entralgo. La nómina de talentos que se agrupa en torno a ese polo es notable: Torrente Ballester, Xavier de Salas, Masoliver, Fontana, Ros, Escotado, Carlos Sentís, Obregón, Martínez Barbeito, Edgar Neville, Luis Escobar, García Viñolas, Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco… Dionisio ejerce un liderazgo indiscutible. Y hay que decir que jamás será un sectario: en estos mismos años recupera a Antonio Machado desde la revista Escorial e intercede por Miguel Hernández, que cumple condena por “rojo”.
Lanzado con vehemencia a la cruzada, Ridruejo da en 1941 un nuevo paso: Alemania ha invadido la Unión Soviética, los falangistas organizan una fuerza para combatir al comunismo, nace la División Azul y Ridruejo se alista. Se alista como soldado. Hay quien dice que así quería enmendar su ausencia de las trincheras durante la guerra civil. Otros aventuran que se marchó por amor. Puede ser. Pero más bien creemos que Dionisio fue allí como tantos otros miles de españoles: porque se consideraba inmerso en una cruzada contra el bolchevismo. Y así tenemos a nuestro poeta en Rusia, llevando una vida para la que, evidentemente, no estaba hecho. Volverá enfermo y quebrantado. Por el camino, escribió poemas como este:
“Anteayer dormí en el prado
sobre el olor de la hierba,
ayer entre los pinares,
hoy en la tranquila selva,
mañana, raso con raso,
solo entre el cielo y la tierra.
El alba de cada sol
nuevo campo me revela,
y el sueño de cada noche
las mismas hondas estrellas.
En el día se recorre
lo que en la noche se sueña:
siempre la misma esperanza
bajo distinta promesa,
y en la noche se vigila
todo lo que el paso deja,
compañía militar
en camino de la ausencia.
¿Cuánto será lo que avanza
y cuánto lo que regresa?
Corazón aventurado:
¿qué miras en lo que sueñas?
La sangre, toda la sangre.
La tierra, toda tu tierra.”
(De En marcha)
Conviene no perder esto de vista: Ridruejo era un poeta, y lo seguía siendo cuando hacía política o cuando hacía propaganda o cuando vestía el uniforme alemán en Rusia. La crítica dice hoy que Dionisio era mejor prosista que poeta. Incluso califica su poesía como “cursi”. Esos calificativos hay que cogerlos con pinzas, porque hace muchos años que la crítica, tanto en poesía como en otras artes, considera “cursi” cualquier cosa que no huela a estiércol, berza o sobaco, y ya no digamos cuando se trata de épica o de espiritualidad. Como poeta, Ridruejo quiso ser el heraldo de una estética neo-imperial –la estética falangista- que se caracterizaba por el estricto clasicismo en las formas y por un abanico temático muy concreto: el amor, la muerte, Dios, el paisaje castellano, la patria… A esa estética se la llamará “garcilasista”, porque toma como referencia a Garcilaso de la Vega, el poeta soldado, el que combate soñando con una belleza ideal y lo hace, además, en el marco de la España imperial. En torno al garcilasismo nace en 1943 la revista Garcilaso. Juventud creadora, dirigida por José García Nieto. En sus páginas escriben Rosales, Vivanco, Panero, Gerardo Diego… También Ridruejo, claro.

La decepción

Pero Ridruejo, siendo ante todo poeta, nunca fue sólo poeta. Incluso había mezclado en su interior, de forma indisoluble, la poesía y la política. Y el Ridruejo que vuelve de Rusia, que se siente a sí mismo como el falangista puro, como la encarnación estética del nuevo régimen, queda decepcionado por lo que encuentra en España. El régimen de Franco no está haciendo la revolución: entre militares, eclesiásticos y monárquicos, la Falange se borra. Así que Dionisio coge la pluma y escribe una carta a Franco. Es 1942. “La Falange gasta estérilmente su nombre y sus consignas amparando una obra generalmente ajena y adversa, perdiendo su eficacia”, le dice Ridruejo al Caudillo. Lo que ha nacido en España no es la revolución soñada, sino un “burocratismo inoperante”. El régimen –dice- “se hunde como empresa aunque se sostenga como tinglado”. Ridruejo quería que la Falange tomara el mando y aplicará su revolución social y nacional. Como eso no pasó, Ridruejo se sentirá defraudado hasta la exasperación. Algunos se acomodaron a las circunstancias. Él, no.
El régimen no reaccionó con demasiada dureza: se limitó a confinar a Ridruejo en Ronda, primero, y en San Cugat del Vallés después. Se trataba de mantenerlo alejado de Madrid, donde habría podido ejercer una influencia poco oportuna en otros “camisas viejas” de la Falange. Por lo demás, Ridruejo sigue publicando: en este periodo aparecen Fábula de la doncella y el río, Sonetos a la piedra, En la soledad del tiempo, Poesía en armas (Cuaderno de la campaña de Rusia), Elegías… Es un represaliado político, pero las represalias se limitan a eso: a lo político.
En 1948 la agencia Pyresa le ofrece la plaza de corresponsal en Roma y Dionisio la acepta. Será una experiencia decisiva, porque allí Ridruejo asiste al nacimiento del mundo de posguerra. El eje se ha hundido, el fascismo sólo ha dejado tras de sí las ruinas de la guerra y lo que aparece ahora es un orden completamente distinto. Desengañado como estaba del régimen de Franco, la conclusión se imponía por sí sola: también España debía entrar en ese mundo que surge de las cenizas de la segunda guerra mundial, y eso pasaba por modificar la realidad política española. A partir de este momento, Ridruejo empieza una evolución singular: nunca dejará de ser un personaje incómodo para el régimen, pero tampoco nunca dejará de gozar de una libertad notable. En 1950 recibe el Premio Nacional de Poesía por su compilación En once años. Poesías completas de juventud (1935-1945). Se instala en Madrid y se cartea con los ambientes de la disidencia tolerada: liberales, democristianos, monárquicos… Ridruejo se va convirtiendo en una referencia para los descontentos.

El disidente

El año de 1956 marcará un punto de inflexión en esta trayectoria. Han pasado ya más de quince años desde el final de la guerra: ha crecido una generación nueva cuyos deseos de cambio chocan con el anquilosamiento del régimen. Dentro del propio régimen aparecen voces percibidas como inconformistas. En ese año de 1956, unos disturbios estudiantiles someten al régimen de Franco a una severa prueba. Ridruejo aparece por medio. Se le acusa de participar en un movimiento revolucionario con militantes del Partido Comunista; termina en la cárcel. Es verdad que había comunistas: Sánchez Dragó, Javier Pradera… Pero Ridruejo no lo sabía. Eso le librará de penas mayores. Ahora bien, su posición personal quedaba seriamente comprometida: para el régimen dejaba de ser un disidente y se convertía en un enemigo. En 1957 intenta hacer valer su condición de “camisa vieja” y envía un nuevo informe a Franco denunciando la situación política. Intento inútil. Acusado de haber formado un partido ilegal, “Acción Democrática”, será llevado de nuevo ante los tribunales. Finalmente, decide poner tierra por medio: se marcha a dar clase a los Estados Unidos.
¿Dónde está exactamente Ridruejo en este momento? No es fácil decirlo. Sigue siendo un patriota católico. No es un socialista. ¿Liberal? Sólo en el sentido que entonces se daba en España a esta palabra, donde “talante liberal” era sinónimo de diálogo y reformismo. También estaba cerca de la democracia cristiana, pero con más énfasis en las reformas sociales. En el fondo, seguía fiel a los viejos principios falangistas, pero con una variante decisiva: la estructura jerárquica del Estado quedaba atrás para virar hacia una concepción democrática de la vida política. Este giro tiene también consecuencias en su estilo literario: se va alejando del patrón garcilasista para acercarse a lo que se llamará “poesía desarraigada”, una estética existencialista donde la duda y el malestar se adueñan del sentimiento. En 1961 publica un ensayo muy importante: Escrito en España, que aparece en Argentina para evitar problemas con la censura. No es un texto doctrinal ni programático; es más bien la expresión de un sentimiento vital, el depósito de las reflexiones acumuladas a lo largo de veinte años de desengaños. Conste que no por eso Ridruejo será perseguido: el régimen de Franco era una dictadura, pero no un estado totalitario. Así la editorial Aguilar puede publicar con toda libertad en 1962 la compilación poética de Ridruejo Hasta la fecha.
Ese año de 1962 es importante para nuestra historia. Ridruejo acude a un encuentro convocado en Munich, Alemania, por distintas ramas de la oposición. Es lo que el régimen llamará “el contubernio de Munich”. Hay monárquicos, democristianos, liberales, también socialistas… En lo que concierne a Ridruejo, el régimen considerara que ya había llegado demasiado lejos. Ello no obstante, la Revista de Occidente publicará su Cuaderno catalán. Ridruejo ya se había convertido en una de las cabezas de la oposición política a Franco. Buscaba un camino entre la democracia cristiana y el socialismo: quiere ser patriota, cristiano y social a la vez. Si primero había fundado el Partido Social de Acción Democrática, después lo intentará con la Unión Social-Demócrata Española. Pero una vez más hay que insistir en que el régimen no buscará anular a Ridruejo, cosa que podía haber hecho sin el menor esfuerzo. A Franco se le atribuye una frase reveladora: “A Dionisio, que no le falte de nada”. Que cada cual saque las conclusiones que quiera.
El último libro de Ridruejo fue Casi unas memorias, una obra muy importante porque ponía sobre el tapete un asunto extremadamente espinoso: la violencia de la guerra civil y la represión de la posguerra. Y quien la ponía era precisamente alguien que había construido poemas a la guerra. Vale la pena citar algunas palabras de Casi unas memorias:
“Lo cierto es que la guerra absorbía estos escrúpulos y amarguras como absorbía las reservas y temores sobre su desenlace. Con sus horrores y calamidades la guerra sólo puede definirse con la certera palabra empleada por Malraux: L’Espoir. Esa esperanza lo llenaba todo y emboscaba, ante la subjetividad entregada de miles o millones de hombres, las figuras del asesino, del especulador y del prepotente, atentos al cálculo (…). Conviví, toleré, di mi aprobación indirecta al terror con mi silencio público y mi perseverancia militante”.
Esta asunción de culpa por parte de Ridruejo fue muy valiente, pero no será muy afortunada. Por una parte, a los franquistas les sentó muy mal, y con razón. Por otra, la izquierda la utilizará no para pedir perdón a su vez por sus propias violencias, sino para endurecer su discurso victimista y vengativo. Ridruejo, en todo caso, no pudo contestar ni a unos ni a otros. La muerte se lo impidió. Pocos meses antes de la aparición prevista (en Planeta) de Casi unas memorias, Dionisio Ridruejo moría en su casa, en Madrid, el 29 de junio de 1975, con 64 años y el corazón envejecido y cansado. Franco seguía en el poder. Otros, sin embargo, movían ya los hilos para transportar al régimen hacia una apertura democrática. Y quienes movían los hilos eran, también, gentes de camisa azul.
Y bien, ¿qué queda hoy de Ridruejo? Primero, un estilo, una literatura, siempre estimable tanto en el joven poeta garcilasista como en el veterano ensayista escéptico y melancólico; Ridruejo es una lectura indispensable. Segundo, un testimonio personal de un hombre al que se le podrán hacer muchos reproches, pero cuya integridad está fuera de toda duda. Tercero, y no menos importante, el significado de su trayectoria política e intelectual, que sirve para entender muchas cosas de cuantas pasaron en España desde 1936 hasta 1975. No son pocos títulos para traerlo aquí, a nuestra biblioteca de disidentes maestros para pensar.

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