Semanas después del plebiscito, el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, ha manifestado su disposición de forzar a los hospitales católicos a llevar a cabo abortos
El pasado 26 de mayo se celebró en Irlanda un plebiscito en el que los habitantes del país estaban llamados pronunciarse sobre una hipotética legalización del aborto. Finalmente, los irlandeses, adoctrinados durante meses por los medios de comunicación, se decantaron por eliminar la enmienda de la Constitución que proscribía el aborto en todas las circunstancias (salvo en caso de riesgo para la vida de la madre).
Semanas después de que la mayoría de los irlandeses votasen en este sentido, el primer ministro del país, Leo Varadkar, ha manifestado su disposición de forzar a los hospitales católicos a llevar a cabo abortos: ‘No va a ser posible que los centros médicos receptores de fondos públicos – con independencia de la confesión religiosa de su patrón – dejen de ofrecer estos servicios necesarios, que serán legales en el país, una vez aprobados por el Gobierno y el Senado’.
El mandatario irlandés ha ido más lejos, no obstante: ‘Hospitales como el Holles Street, que es católico, el Mater, el San Vicente y otros estarán obligados a ofrecer a llevar a cabo todo procedimiento que sea legal en el Estado’, ha aseverado Varadkar, quien, tan preocupado por garantizar la libertad de la mujer, olvida asegurar también la de las instituciones.
Esto no se extiende a las personas concretas, que sí podrán negarse a practicar abortos en caso de que ello atente contra sus convicciones morales: ‘Los profesionales podrán negarse a interrumpir embarazos basándose en su conciencia o en sus convicciones morales’.
Críticas de los profesionales
Las palabras de Varadkar han sido acogidas con recelo y suspicacia por una parte sustancial del colectivo médico irlandés que no percibe legítimo que se fuerce a las instituciones a perpetrar abortos. En este sentido se ha pronunciado precisamente la doctora Ruth Kelly, quien, en declaraciones a Life Site News, ha manifestado su oposición al afán del primer ministro irlandés de imponer la agenda abortista.
En este sentido, Kelly, que participó activamente en la campaña pro-vida previa al plebiscito, se muestra convencida de que existe un divorcio entre las aspiraciones del primer ministro Varadkar y la realidad: ‘Escuchando a los miembros del Gobierno, parece que los hospitales comparten los planes abortistas del Ejecutivo, pero nada más lejos de la realidad’, ha señalado la médico, sugiriendo que los centros desean que a ellos se les reconozca una cláusula de conciencia semejante a la que se reconocerá a los trabajadores.
Kelly, asimismo, se ha referido al despotismo con que se conduce el Gobierno liberal de Varadkar: ‘Forzar a los hospitales a perpetrar abortos nada tiene que ver con la salud. Se trata de un ilegítimo e injusto ataque a la libertad de conciencia y debe ser combatido por todos los medios’.
El drama de la sociedad actual ya no estriba sólo en la legalización del mal, sino en su brutal imposición. En el mundo hodierno, elegir la senda del Bien conlleva multa. O cárcel.