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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¿Por qué siempre gana Bertín?

 

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El programa ‘En tu casa o en la mía’ está dejando momentos para la posteridad. Nunca antes un famoso había abierto las puertas de su casa a un entrevistador. Es más, abren las puertas de su mundo interior a un público que cada martes se sienta ante la televisión para conocer a fondo no al personaje, sino a la persona.

Programa que toca, programa que convierte en oro puro. Ese es Bertín Osborne.  Muchas veces no le hace falta ni presentarlo. Su entrevista en Hablé con ellas y en el Chester del mismísimo Risto fue de lo más comentado. Quizá por eso TVE supo que Bertín se podría convertir en un filón.

Su simpatía y su tranquilidad son las mejores bazas para sacar declaraciones tan sorprendentes que ni siquiera un periodista con más de treinta años a sus espaldas podría conseguir.

Bertín hace trampas, y él lo sabe. Los entrevistados son grandes amigos suyos. Tanto es así, que incluso recuerdan sus vivencias y se ríen de aquellas anécdotas de un pasado que les marcó.

«He quedado contigo porque me debes 1.000 pesetas». Así comenzó su encuentro con Lolita, en el cual supimos hasta el último detalle de la muerte de su hermano. Una conversación que encogió el alma hasta del más crítico cuando Lolita, haciendo oídos sordos a la rumorología, aseguró con voz firme que Antonio había muerto de amor.

Sí, Bertín lleva pinganillo. Recibe instrucciones del director. Pero, ese ambiente marcado por la confianza sólo puede crearlo él. Hace la pregunta, y después, sorprendentemente, espera. Deja al personaje que hable, le escucha con detenimiento, se ríe, se sorprende o solamente alucina.

«Cómo me puedes decir que el día de tu boda con Alfonso de Borbón sólo fue un día especial», le dijo a Carmen Martínez-Bordiú en un encuentro en el que aprovechó una pregunta que el mismísimo Risto le hizo a él: «¿Con cuántos hombres has estado?».

Puede que hasta Bertín, sin saberlo, haya creado un nuevo tipo de periodismo, el amable, el que resta presión e intensidad a cambio de sinceridad pura y dura. No le hacen falta los guiones ni las escaletas. Puede improvisar. Ahí está la gracia.

No se oculta detrás de unas gafas ni enclaustra al invitado a un sofá. Le deja que se sienta a gusto, le abre las puertas de su casa o entra directamente en la suya, en su ambiente. Conoce su entorno, cotillea sus fotografías e, incluso, le echa morro y les dice que les saque algo de comer.

Esa es la victoria de Bertín.

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