Este aƱo se han cumplido 54 aƱos del fusilamiento del comunista JuliĆ”n Grimau. Pese a no ser una fecha redonda, varios medios de comunicación de marcada lĆnea editorial izquierdista no han dudado en condenar la ejecución de la sentencia.
Igual que ocurriera en 1963, la izquierda sigue aprovechando la mĆnima oportunidad para criticar el franquismo. La diferencia es que entonces, lo hacĆan desde el exterior porque Franco gobernaba en EspaƱa y ahora lo hacen desde el interior. Siguen obsesionados con el hecho de que el general muriese en la cama y ocupando la jefatura del Estado y del Gobierno.
Los artĆculos laudatorios dedicados a Grimau mĆ”s de medio siglo despuĆ©s de su condena a muerte y ejecución siguen asegurando que fue injusto. Veamos cuĆ”l fue la actividad criminal del lĆder comunista en la retaguardia republicana durante la Guerra Civil.
Grimau tenĆa veinte aƱos cuando se proclamó la repĆŗblica. Tras pasar por Izquierda Republicana, en 1935 se afilió al Partido Republicano Federal y, tras el inicio de la Guerra Civil, ya en octubre de 1936, pasó al Partido Comunista de EspaƱa. Un mes despuĆ©s -coincidiendo con las sacas a Paracuellos desde las cĆ”rceles madrileƱas- Santiago Carrillo le nombra jefe de grupo de la Brigada Criminal de Madrid. Pocos mesese despuĆ©s, y en agradecimiento por los servicios prestados en la represión en la retaguardia republicana de Madrid, es trasladado a Valencia donde se le asciende a Secretario General de Investigación Criminal.
En agosto de 1937 se le reconoce en el boletĆn de la Dirección Genreral de Seguridad el mĆ©rito de haber detenido a sesenta y tres personas que fueron fusiladas posteriormente.
Donde Grimau depura su labor criminal es en Barcelona. AllĆ, ademĆ”s de tener vĆctimas de la derecha āque tenĆan que ser aniquilados por la revolución proletariaā, centró sus esfuerzos en acabar con los elementos troskistas. Desde finales de 1937 y a lo largo del resto de la Guerra Civil, su labor como responsable de seguridad se alterna con la de interrogador-torturador y testigo de cargo en docenas de procedimientos. Todos ellos acabaron con la ejecución-asesinato de sus detenidos.
Entre sus tĆ©cnicas de tortura destacan las mĆ”s despiadadas traĆdas a EspaƱa gracias a los agentes soviĆ©ticos enviados por Stalin, con los que Grimau colaboraba y de los que aprendió las mÅa depuradas tĆ©cnicas de tortura.
SolĆa actuar en los sótanos de las dependencias de la Brigada Criminal, en ese lugar, como aseguran testigos de aquellos interrogatorios, se empleaban tĆ©cnicas como la de quemar pies y manos con un soplete para obtener las confesiones. Varias mujeres que fueron detenidas en la estación de ferrocarril de Gerona cuantan como a una de ellas, que acabó siendo fusilada, la maltrataron fĆsica y psĆquicamente llegando a arrancarle el cabello a tirones.
A un magistrado del que esperaba obtener una confesión que le hiciera reconocer que condenó a milicianos comunistas sin prubas antes de la Guerra Civil, llegó a llevar a sus hijos de 2 y 7 años a la checa de la Plaza de Berneguer el Grande y amenazarles con una pistola si no firmaba tal confesión.
Uno de los testigos de sus torturas, NicolĆ”s Riera MarsĆ”, cuenta como āEmpleaba el tal Grimau un dispositivo elĆ©ctrico acoplado a una silla. Usaba tambiĆ©n una cuerda de violĆn o de violonchelo puesta en un arco de violĆn, que provocaba, aplicada sobre la garganta del interrogado, una agobiante asfixia que enloquecĆa al torturado. Otros interrogatorios se efectuaban con el preso atado a un sillón de barberĆa, situĆ”ndose dos individuos detrĆ”s de Ć©l, mientras Grimau hacĆa las preguntas con una luz enfocada a la cara del interrogado; si la contestación no era de su agrado recibĆa dos golpes simultĆ”neos de los hombres situados a su espalda que lo dejaban, en primer lugar, baldado y, despuĆ©s, con un miedo atroz y una tensión nerviosa tan brutal que obtenĆa cuantas declaraciones querĆa, verdaderas o falsas. A uno de los detenidos, Juan Villalta RodrĆguez, se le castró en la silla de barbero, donde existĆan unas placas elĆ©ctricas que le fueron aplicadas a los testĆculos, produciĆ©ndole quemaduras horrorosas. Este tormento tambiĆ©n lo sufrió don Francisco Font CuyĆ”s que, como el anterior, fue fusilado mĆ”s tardeā.
Su āeficaciaā a la hora de obtener confesiones hizo que en el proceso contra el POUM, acusados de troskistas, fuera el encargado de obtener las confesiones que acababan con el fusilamiento de los encausados. Su sumisión a las tesis de Stalin llevó a que se le apodase como āel ojo de MoscĆŗā.
Hay una constante declarada por todas aquellas personas que sufrieron en sus casas el registro del grupo que dirigĆa Grimau: no dejaba ningĆŗn objeto de valor en ninguno de los domicilios que visitaba. Y su afĆ”n de lucro era tal que no dudaba en repartirse con sus hombres el botĆn en presencia de sus vĆctimas.
Jorge SemprĆŗn, miembro del ComitĆ© Ejecutivo del PCE en el exilio en 1963 cuando fue condenado a muerte y ejecutado Grimau, ha dejado un tesitmonio que, pese a la campaƱa internacional en su defensa, deja claro el carĆ”cter criminal del āojo de MoscĆŗā. Su declaración deja claro el carĆ”cter del personaje y muestra como se suavizaron sus crĆmenes en el libro biogrĆ”fico publicado por el PCE en homenaje al torturador:
āA raĆz de su detención [de Grimau], y sobre todo despuĆ©s de su asesinato, cuando participĆ© en la elaboración del libro (JuliĆ”n Grimau ā El hombre ā El crimen ā La protesta, Ćditions Sociales, 1963) que el Partido consagró a su memoria, fui conociendo algunos aspectos de su vida que ignoraba por completo mientras trabajaba con Ć©l en la clandestinidad madrileƱa. AsĆ, por ejemplo, yo no sabĆa que JuliĆ”n Grimau, pocas semanas despuĆ©s de comenzada la guerra civil, cuando todavĆa era miembro del Partido Republicano Federal āsólo se hizo comunista en octubre de 1936ā, habĆa ingresado en los Cuerpos de Seguridad de la RepĆŗblica, trabajando primero en la Brigada Criminal de la policĆa de Madrid. Un dĆa, mientras preparĆ”bamos la confección del libro ya citado, Fernando ClaudĆn, bastante desconcertado y con evidente malestar y disgusto, me enseñó un testimonio sobre Grimau que acababa de recibirse de AmĆ©rica Latina. AllĆ se exponĆa con bastante detalle la labor de Grimau en Barcelona, en la lucha contra los agentes de la Quinta Columna franquista, pero tambiĆ©n āy eso era lo que provocaba el malestar de ClaudĆnā en la lucha contra el POUM. No conservo copia de dicho documento y no recuerdo exactamente los detalles de esta Ćŗltima faceta de la actividad de Grimau, que el testigo de AmĆ©rica Latina reseƱaba como si tal cosa, con pelos y seƱales. SĆ© Ćŗnicamente que la participación de Grimau en la represión contra el POUM quedaba claramente establecida por aquel testimonio, que fue edulcorado y censurado en sus aspectos mĆ”s problemĆ”ticos, antes de publicarse muy extractado en el libro al que ya he aludidoā.
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