«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

No hay nada más hortera que el verano español

Se ha acabado el verano. Al menos, un poco. Alabado sea Dios.

No hay nada más hortera que una multitud enseñando los pies. Por eso no hay nada más hortera que el verano.

No, no hay nada más hortera. Al menos, por estas latitudes. Una masa humana multicolor sudando al unísono, exhibiendo carnes rara vez bien puestas, ataviada como imitando a las malotas y malotes de las teleseries americanas, expeliendo mala leche en atascos periurbanos y, para colmo, sin nada que hacer, porque el que no está de vacaciones, está en paro. ¿Cabe imaginar algo más aterrador?

Sí, sí cabe: te vas a la pisci del barrio o de la urba y te encuentras con un ramillete de niñatas y niñatos jugando a hacer “Gandía shore”, ellos con pinta de gañán recompuesto en una esteticién suburbana y ellas en plan putilla de Malecón habanero, de esas que hacen ideología con la entrepierna. Ves a señoras mayores perreando reggaetón –o sea, lo peor de lo peor- y a turistas orientales por todas partes. Dice una amiga mía que España se está convirtiendo en una caricatura de república bananera. Yo, con tu permiso, voy más lejos: en verano, España no es la caricatura, sino el modelo original.

Antiguamente, cuando yo era niña y tú, mi amor, no eras más que una improbable hipótesis, la gente no se iba de vacaciones, sino que veraneaba, que es otra cosa. Y también enseñabas los pies, claro que sí, pero a nadie se le ocurría acudir en chanclas a la consulta del dentista. Mi vecino Pepe, que es muy progre y muy pijo, dice que la culpa la tiene Franco, que fue el que inventó eso de las vacaciones pagadas. Pepe le echa la culpa de todo a Franco. Como es rico –Pepe, no Franco-, puede permitirse el lujo del progresismo. Su familia –la de Pepe, no la de Franco- veraneaba en el norte cuando la mía se tenía que pasar el terrible agosto zaragozano pegada al tajo. Pero, oye: ni en esas enseñaba los pies. A Pepe, por el contrario, ahí lo tienes: en chanclas y bermudas de cuadros. Con una camisa estampada de corazoncitos firma Noose & Monkey, eso sí. Y a eso lo llama “estilo”, el tío.

Lo que añoro: que llegue el verano y puedas vestirte –de verdad- para salir. Que vayas a cenar a un restorán y te topes con un caballero de traje crudo, preferiblemente con sombrero y, a su lado, una señora que se haya resistido a la innoble moda del tatuaje para cuarentonas. Que pasees por la calle bajo el sol inclemente y un transeúnte te sonría en vez de mirarte como si le hubieras quitado el subsidio. Que vayas a la piscina y no te sientas sumergida en un ‘reality’ tipo “Supervivientes”. Que España deje de oler a sobaco camuflado en desodorante comprado en los chinos.

Ya se ha acabado el verano. Alabado sea Dios.

 

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