«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Jake Bugg muestra la realidad de los hogares rotos

No moraliza, sólo nos explica su vida

¡La de veces que hemos leído un artículo sobre el daño que provoca en los niños las rupturas matrimoniales, el hecho de que crezcan en una familia desestructurada! Sociólogos y psicólogos lo han repetido hasta la saciedad.

Y entonces llega Jake Bugg, un chaval inglés de 19 años que, en una canción directa y con gancho, nos explica su vida, la vida de un chico que, abandonado por su padre, crece con su madre… y los compañeros de ella, en un continuo sucederse de carantoñas, alcohol, probablemente drogas, discusiones, gritos, violencia (me ha impresionado que la actriz elegida para el papel de la madre del cantante en el videoclip de la canción tiene un parecido asombroso con la madre real de Bugg).

El chaval no lo soporta más, ya no es un niño, se enfrenta y, finalmente, se va de casa con un gesto obsceno hacia su pasado, hacia su vida hasta ese momento. ¿Y a dónde va? Pues al único sitio donde conoce a alguien: con sus amigos, probablemente del instituto, a fumar porros en una esquina, sentados en un sofá cochambroso y poniendo cara de chicos malos, sin futuro.

Luego intentarán minimizar el impacto de las familias desestructuradas y nos venderán la burra de las «nuevas familias», pero este chaval de Nottingham nos pone delante de la realidad con toda su crudeza: estas situaciones son insoportables, destruyen a quienes viven en ellas y los arrojan a un camino muchas veces sin salida. Probablemente Jake Bugg tenga suficiente dinero para pagarse una cura de desintoxicación, pero el futuro de sus colegas callejeros es de una sordidez insoportable. A veces una cancioncilla, sin pretenderlo, puede ser la mejor radiografía de los males que nos aquejan.

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