«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Juegos africanos en la crisis de los ‘refugiados’

Mientras la Unión Europea discutía sobre cómo colocar a 120.000 refugiados, que se añaden a los 40.000 ya distribuidos, la OCDE anunciaba –este mismo martes- que nuestro continente recibirá en 2015 a un millón de inmigrantes y aún eleva la previsión para 2016. “Europa tiene tanto la obligación como la capacidad de manejar esta trágica crisis sin precedentes”, dice la OCDE. Ah, ¿sí? Es interesante: la OCDE señala el problema antes de que se produzca, lo cuantifica y dice lo que hay que hacer. La previsión de este organismo –una pieza clave en la estructura tecnocrática que gobierna Occidente- aparece sólo unas semanas después de que la División de Población de la ONU proponga la “migración de sustitución” como salida a la crisis demográfica, con especial mención de Europa: sustituir a la población autóctona por otra traída de fuera para mantener el sistema económico. Todo encaja. Asombrosamente. Y esto va mucho más allá de una episódica “crisis de refugiados”. 

 

¿Refugiados? A los refugiados, como se ha hecho en otras guerras, se les concede asilo, se solucionan sus problemas más urgentes de supervivencia y se les protege hasta que puedan volver a su país. Pero lo que nos proponen desde los centros del poder mundial es otra cosa: bajo la elegante excusa formal del asilo, “importar” mano de obra extranjera por millones, instalarla en Europa e integrarla en el sistema. No, lo que estamos viviendo no es una “crisis de refugiados”. Todos sabemos que los refugiados propiamente dichos son sólo una porción de esas multitudes que se agolpan a las puertas de una Europa más soñada que real. Tampoco estamos ante una ola de inmigrantes como las que hemos conocido en los últimos diez años. No, esto es mucho más. ¿Una “invasión”, como dice el húngaro Orban? Pero una invasión presupone una voluntad invasora, un plan predeterminado y una coordinación. En la historiografía europea hay un término alemán que se adapta singularmente bien al fenómeno que ahora presenciamos: Völkerwanderung, literalmente “marcha de pueblos”, que es la fórmula que se aplica a las grandes migraciones de los siglos IV al VI. Lo que hoy tenemos ante nuestros ojos se parece cada vez más a eso.

A propósito de la “crisis de los refugiados”, la prensa rusa ha rescatado unas palabras de Gadafi publicadas en mayo de 2011 por el diario nacionalista Zavtra: “Escuchadme, gentes de la OTAN –clamaba el sátrapa bajo los misiles de occidente-. Estáis bombardeando un muro que se levanta en el camino de la migración africana hacia Europa y en la ruta de los terroristas de Al-Qaeda. Este muro es Libia. Lo estáis rompiendo. Sois idiotas y os quemaréis en el infierno por esos miles de emigrantes africanos y por dar apoyo a Al-Qaeda. Así será. Yo nunca miento”. Gadafi murió asesinado poco después de decir aquello, pero el viejo canalla tenía razón.

Musulmanes y africanos, dice Gadafi. En efecto, entre los contingentes de esta völkerwanderung que se precipita ahora sobre el Danubio, y que va mucho más allá del episodio concreto de los refugiados de una guerra, no hay sólo musulmanes de oriente medio, sino también centenares de miles de personas procedentes del África central. Para esta gente, que viene de países abocados sin remedio al colapso –eso que eufemísticamente se llama “estados fallidos”-, Europa es una tabla de salvación. ¿Por nuestros valores democráticos? No seamos imbéciles. Es una tabla de salvación porque incesantemente exhibimos el espejo de la prosperidad –en los canales internacionales de televisión nunca salen nuestras clases medias arruinadas por la crisis- y porque mil pregoneros les explican que aquí, en Europa, nuestros estados del bienestar garantizan servicios sociales incluso si no se trabaja. Nadie les dice que esta bicoca ha reposado sobre una capacidad de producción formidable y una población limitada en número, pero que ahora llevamos años en recesión y se acabó lo que se daba.

Y luego los yihadistas, claro. La otra hoguera de ese infierno del que hablaba Gadafi. El islam, en términos generales, está viviendo un periodo de más de veinte años de crecimiento sostenido del fundamentalismo religioso. Hace tiempo que el salafismo no es cuestión de minorías. Y en el islam, donde todo tiene un componente religioso, también la emigración tiene su sentido confesional: la Hijrah, lo que en español llamamos la Hégira, que es la emigración de Mahoma desde La Meca a Medina. El Corán menciona nada menos que 91 veces la Hégira e invita a los musulmanes a seguir el ejemplo del profeta: allá donde vayas, impón el islam, pues no hay otra verdad. Hace seis años, Sam Solomon y Elías Al Maqdisi publicaban en los Estados Unidos un libro titulado El moderno caballo de Troya: la Hégira, doctrina islámica de la inmigración donde explicaban cómo el enorme flujo humano musulmán hacia Europa, desde la perspectiva islámica, no es un mero accidente socioeconómico, sino un designio de expansión de su fe.

Bajo este punto de vista es más fácil entender la actitud de los grandes centros del poder suní ante la crisis de los refugiados: los millonarios del petróleo árabe no abren campos para acoger en su suelo a los refugiados musulmanes de África o del oriente próximo, sino que se apresuran a ofrecer dinero para instalarlos en Europa. Arabia Saudí, por ejemplo, propone construir doscientas mezquitas en Alemania para la atención espiritual a los refugiados. Qatar, por su parte, acaba de firmar con la Sorbona de París una donación de 1,8 millones de euros para financiar los estudios y alojamiento de los refugiados musulmanes en edad universitaria. Unos estudiantes que aún no han llegado, pero que –piensan en Qatar y en París- llegarán, y es altamente significativo que el acuerdo firmado contemple un plazo de tres años. No, esto no es simplemente una “crisis de refugiados”.

Hay agudos “juegos africanos”, por utilizar el título de Jünger, detrás de esta Völkerwanderung que nuestros grandes medios de comunicación nos venden envuelta en un relato fuertemente emotivo, con episodios tan dramáticos como el del niño Aylan o la siniestra reportera húngara. El pueblo europeo no iba a aceptar que se modificara el suelo bajo sus pies con un argumento tecnocrático, pero el recurso de la compasión, de la misericordia, es infinitamente más eficaz en una cultura que, después de todo, sigue siendo cristiana. Las lágrimas de la bondad emborronan la imagen del cuadro. Y bien, henos ya aquí: se está ejecutando una modificación a fondo del paisaje social de Europa. Todo ello mientras nuestros mandatarios ultiman, en la discreción más absoluta, el tratado de libre comercio con los Estados Unidos, que va a crear un espacio económico diáfano a ambos lados del Atlántico. Estos son los verdaderos dados del juego. Del “juego africano”.

TEMAS |
.
Fondo newsletter