«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Jueves Santo en Cuatro

Jueves Santo en Cuatro, anunciaba solemnemente la cadena menor del complejo Berlusconi-Cebrián. ¿Cómo? ¿El vacío se redime al paso de los nazarenos? No: la conmemoración del Jueves Santo en Cuatro consiste en un cóctel de películas seudohistóricas y fabulaciones seudohistéricas, de esas en las que Jesús de Nazaret era en realidad un astronauta de remotas galaxias y los apóstoles, abdicados, habrían adquirido el secreto conocimiento del que en nuestros tiempos es depositaria la Masonería. Por ejemplo. He aquí un paso más en la descristianizaron galopante de las sociedades occidentales: primero fue la supresión de contenidos religiosos en nombre del laicismo, ahora es la sustitución del Cristianismo por este esoterismo memo del Jesús brujo y la magia galáctica.

Añadamos, y no es baladí, que Cuatro es una de las cadenas directamente protegidas por el poder -político y financiero-, una de las principales beneficiarias del duopolio publicitario -implantado por el gobierno del PP- que ha aniquilado de hecho la libertad de antena en Españaa, y sumemos que sus criterios de programación, en esta y en otras materias, no son muy distintos a los del resto de los grandes canales españoles. Estamos rodeados.

Lo llamativo de semejante propuesta -tanto la de Cuatro como las demás-  ya no es, evidentemente, la secularización de la sociedad española: este es un proceso que viene de muy lejos -no menos de cuarenta años- y que a nadie puede sorprender. No, lo realmente llamativo son estas otras dos cosas:

Uno, la sustitución de los referentes religiosos reales por otros de carácter fantástico-supersticioso. Del relato de la Pasión desaparecen los elementos teológicos, trascendentales, y en su lugar nos quedamos con los elementos superficiales, banales, de carácter más o menos totémico (la lanza, el cáliz, etc.), utilizándolos para reescribir un relato nuevo donde cualquier referencia propiamente divina ya se ha perdido de vista. La religión tradicional se esfuma y en su lugar emerge una especie de relato mágico para consumo de masas. El fenómeno recuerda mucho aquello que Spengler llamaba «religiosidad secundaria» y que es un rasgo característico de las sociedades en decadencia.

Dos, esta operación viene bendecida, más aún, promovida por el poder. Son las grandes terminales del complejo mediático -en manos a su vez del poder financiero- las que proponen esta religiosidad sucedánea en unas sociedades donde se ha desterrado ya la fe tradicional y donde se tiende a borrar cualquier rasgo de especificidad identitaria. El universo cultural post cristiano es en buena medida producto del poder.

La gente que aun aspire a conservar su libertad intacta debería prestar la mayor atención a este hecho: cuando el poder pone tanto empeño en aniquilar la religión, hay razones sobradas para ponerse a cubierto. Y para alejarse de cierta televisión, también.

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