Tres Jordis en la cárcel: Pujol Ferrusola, Cuixart y Sánchez. Y el cuarto Jordi, Pujol y Soley, por encima del bien y del mal. Sobre todo del mal.
Jordi Cuixart y Jordi Sánchez. Asamblea Nacional de Cataluña y Omnium Cultural, y viceversa. En prisión los dos. Añadamos un tercer Jordi: Pujol Ferrusola, igualmente en la cárcel por corrupción masiva. Y sumemos un cuarto Jordi sin el que nada se explica: Pujol y Soley, presidente de la Generalidad entre 1980 y 2003, casi un cuarto de siglo. Con esos cuatro Jordis se entiende todo.
Fijémonos en los flamantes reclusos: Cuixart y Sánchez. Gente que desde hace años vive instalada en el privilegio de la subvención pública y el “impuesto” privado, fontaneros de las grandes canalizaciones de fondos que el gobierno autonómico de Cataluña viene dedicando durante cuatro decenios a la promoción del separatismo, es decir, del odio a España. Esos dos Jordis son el rostro de una larga estrategia cultural y política: esa estrategia que ha construido un sentimiento nacional catalán donde no lo había. Y lo han construido, todo sea dicho, con la connivencia y la pasividad de los poderes del Estado en España. Quede claro esto: si hoy el separatismo ha preñado a media sociedad catalana, es porque desde hace cuarenta años España no ha hecho nada por evitarlo; al revés, ha sido la propia clase política española, la menos patriota de nuestra Historia, la que ha alimentado el monstruo. Queda por averiguar a cambio de qué.
Hay cosas que conviene saber. Por ejemplo, que Omnium Cultural nació en 1961 y, después de algunos encontronazos con el régimen de Franco, desde 1967 pudo desarrollar en casi entera libertad su trabajo de reconstrucción de la cultura catalana según el patrón nacionalista. Cuixart ha dicho en un vídeo que “volverá a la clandestinidad como bajo el franquismo”. ¿Clandestino, Omnium Cultural? Nunca. Entre los fundadores de aquella hora, años sesenta, encontramos a Lluís Carulla –el de Gallina Blanca y Avecrem-, al que después Felipe González distinguirá en 1986 con la Medalla al Mérito en el Trabajo, y también a Félix Millet, de los mismos Millet del Orfeón Catalán y el Palau de la Música, combatiente en el bando franquista durante la guerra civil y fundador de Banca Catalana. Su hijo Félix Millet Tusell protagonizará el escandaloso caso Palau: más de 30 millones de euros desviados. ¿Hay que recordar que este Millet hijo formó parte de la FAES de Aznar, y que el Gobierno Aznar le soltó en 2003 tres millones de euros suplementarios para la Fundación Orfeón Catalán?
Sigamos con Omnium. A finales de los 90, Omnium Cultural gira decisivamente hacia la izquierda con la entrada de comunistas del PSUC y de ICV en la cúpula, como Muriel Casals. Jordi Cuixart ingresa en Omnium en 1996. Entre otras cosas, promueve FemCAT, una plataforma de empresarios orientada a recabar fondos privados para el separatismo (una bonita forma de hacer méritos ante el gobierno Pujol). Omnium Cultural, que nunca tuvo graves problemas bajo el franquismo –salvo aquel tropiezo de 1963-, gozó de abundantes subvenciones públicas después. Subvenciones no sólo de los gobiernos catalanes, sino también de los gobiernos de España: la derrama para Omnium en todas las convocatorias públicas formaba parte del habitual “paquete catalán” en los Presupuestos Generales del Estado. Que se sepa: a esta gente la hemos financiado todos.
Mientras tanto, la estrategia separatista de la Generalidad empezaba a dar sus frutos y nacía ya una generación formada en el sueño de la independencia. Las instituciones autonómicas eran el instrumento, pero no el fin. Hacía falta una plataforma que orientara los esfuerzos hacia la consecución política de la ruptura, y ahí es donde nace, ya en 2012, la Asamblea Nacional de Cataluña (ANC), cuya primera presidenta es Carmen Forcadell, activista de Omnium Cultural, militante de Esquerra Republicana y comisaria de la política de inmersión lingüística. Omnium sembró la semilla en el plano de la cultura social, la ANC recogió la planta en el plano de la política. Cuando Forcadell asciende al primer plano de la política, lo deja todo atado y bien atado: ocupará su lugar Jordi Sánchez, un filoterrorista de La Crida a la Solidaritat, bien conocido por sus simpatías hacia el mundo de Batasuna-ETA y, por supuesto, de Terra Lliure. Los afiliados de la ANC habían elegido a otra persona, pero la cúpula “pata negra” desvió la voluntad democrática e impuso a Sánchez. Su pedigrí fanático le avalaba. También sus conexiones con el gigantesco caudal de dinero que la Generalidad ha dedicado durante cuarenta años a promocionar el separatismo más radical. Porque La Crida, en efecto, se financió con los fondos que el Gobierno Pujol dedicaba teóricamente a la creación de empleo. Y, en realidad, empleo era, pues ese dinero iba directamente a las cuentas bancarias de los líderes del movimiento. A Jordi Sánchez nunca le ha faltado un puesto oficial bien remunerado en la Cataluña del Pujolismo. De un Jordi a otro, una vez más.
Por encima y por debajo de todo eso, el tercer Jordi penitenciario, Pujol Ferrusola, hacía sus negocios a la sombra del gran Jordi, el Padre y Patrón, el Pujol por antonomasia. Imposible saber cuánto de ese dinero ha ido a parar a los bolsillos familiares, cuánto a financiar movimientos separatistas y cuánto, todo sea dicho, a calentar la cartera de los cómplices necesarios del proceso, esos que en cualquier parte de España callaban y sonreían. Pero lo importante es esto otro: bajo la égida de Jordi Pujol padre, todas las líneas iban convergiendo (a lo mejor de eso iba lo de “Convergencia”) en un sórdido mapa de separatismo, corrupción, ingeniería social, complicidades inconfesables y desvío masivo de dinero público. Repito: a esta gente la hemos financiado todos.
Ahora, a ver quién es el guapo que tira de la manta. Porque lo que hay debajo excede con mucho el ámbito del Código Penal.