«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El Estado-mamá

El Ministerio de Ana Mato ha decidido entrar en las costumbres ciudadanas y, entre otras cosas, quiere imponer por ley que los niños (varones) ayuden en las tareas domésticas y que las cadenas de televisión adelanten el ‘prime time’, para que el españolito medio no trasnoche. Sorprendente, tal vez, pero en modo alguno novedoso. Hace tiempo que en España, como en otras partes, papá Estado ha sido reemplazado por el Estado-mamá. En tiempos del primer zapaterismo, cuando la ola de “reformas morales”, escribí lo que sigue:

 

“Leyes para que usted no fume; por su salud. Leyes para que lleve usted chaleco reflectante en el coche; por su seguridad. Leyes para que los niños no sean obesos; por su bienestar. Leyes para que los estudiantes aprueben sin esfuerzo; por su felicidad. Está bien que el Estado nos mime, pero ¿es esa la misión de un Estado?

”Hace veinte, veinticinco años, los liberales la emprendieron (no siempre con razón) contra el Estado-Providencia porque era un dinosaurio cuyo peso ahogaba a la sociedad. El Estado aseguraba el bienestar, pero a costa de invadir las competencias de las familias o las comunidades (en la sanidad, en la educación, en la asistencia), acostumbrando a la gente a la irresponsabilidad subsidiada, generando un gasto insoportable y, para colmo, incurriendo en constante ineficacia. A casi todo el mundo se le ha olvidado, pero en eso consistió la gran crisis de la socialdemocracia.

”El Estado-Providencia fue un avatar «social» de aquel Estado paternalista que los conservadores edificaron entre los siglos XIX y XX: las primeras legislaciones sobre seguridad social fueron precisamente conservadoras (Bismarck, Maura, Dato), no progresistas ni liberales. Los liberales terminaron motejando al Estado protector como «Papá Estado» y, en cierto modo, tenían razón: el Estado paternalista fue el canto del cisne -y, en tanto que tal, melódicamente fúnebre- del tipo de sociedad patriarcal que habíamos conocido en estos pagos desde el mundo clásico. «Papá Estado», sí: el Estado se investía con los atributos del padre protector.

”Hoy hemos dado un paso más. Quizá porque el Estado cada vez puede menos (o sea que tiene menos poder), quizá porque la sociedad patriarcal se desvanece, o quizá por ambas cosas a la vez, el paternalismo de Estado va girando hacia un maternalismo estatal: las iniciativas gubernamentales velan por el confort de la gente, por su bienestar doméstico, por su salud cotidiana, por su «línea», incluso por su amor. Del mismo modo que el viejo Estado-Providencia de los ochenta era una caricatura del padre, así este nuevo Estado-Nodriza tiene algo de caricatura de la madre: se inclina hacia el continente de los afectos íntimos con una solicitud tan enternecedora como ridícula –cuando reparte preservativos en las escuelas para evitar preñeces traumáticas, cuando justifica la política de defensa con argumentos de caridad humanitaria, cuando arbitra el matrimonio homosexual porque «si se quieren, ¿por que no se van a casar?». En esto, por supuesto, siempre habrá categorías: en culturas evolucionadas, el Estado-mamá adoptará el aire de una gran dama; en España, va tomando el aspecto de una tópica maruja.

”Papá Estado se ha ido. A comprar tabaco, tal vez, o al bar, con los amigos; en todo caso, no se le espera. Ahora rige el Estado Mamá.”

 

*

Hoy, gracias a Ana Mato, constatamos que la reflexión es igual de válida con el PSOE que con el PP. Lo cual, por otro lado, viene a demostrar en qué tipo de extraña socialdemocracia “soft” se ha convertido el PP.

 

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