Más de mil musulmanes han tomado las calles de Islamabad para impeler al Gobierno a ejecutar a Bibi
En el año 2009, Asia Bibi, una católica pakistaní, se arrodilló para beber agua de un pozo. Viéndola saciar su sed, un grupo de musulmanas la imprecó y la acusó de haber contaminado, por su condición de cristiana, esa agua hasta entonces pura. Unas asechanzas a las que Bibi replicó con inefable valentía: ‘Yo creo en mi religión y en Jesucristo, que murió en la cruz por los pecados de la humanidad. ¿Qué hizo su profeta Mahoma para salvar a la humanidad?’
Acusada de blasfemia contra el Corán por esta aseveración, un tribunal condenó a muerte a Bibi, quien, a partir de entonces, viviría un verdadero calvario legal. El ministro de Minorías Shabahz Bhatti, y el gobernador de Punjab, Saalman Taser (ambos asesinados en ataques terroristas), se afanaron en librarla de una sentencia a todas luces ilegítima, pero la presión social iba en sentido contrario: demandaba la aplicación más estricta de la ley de blasfemia, que, fundamentada en la Sharia, es responsable de más de 1000 condenas en Pakistán.
En octubre de 2016, como consecuencia de la negativa de un juez a participar en él, se pospuso sin fecha el juicio definitivo para la liberación – o final ejecución – de esta madre católica. Desde entonces, la ya existente presión internacional para salvar a Bibi ha continuado vigorosa y la esperanza se mantiene incólume.
En las últimas fechas, el caso de Asia Bibi se ha reavivado. No en vano, más de mil musulmanes han tomado las calles de Islamabad, la capital pakistaní, con objeto de impeler tanto al Gobierno como al Tribunal Supremo a ejecutar a la fiel católica. Los manifestantes, que pertenecen a diversos grupos de cariz fundamentalista islámico, han pedido también la liberación de los líderes religiosos musulmanes encarcelados y la destitución del ministro de Justicia, Zahid Amid.
Durante las concentraciones, han proliferado las amenazas al ya citado ministro de Justicia y a las personas condenadas por blasfemia.
El abogado cristiano Sardar Mushtaq Gill – víctima también de ingentes amenazas de los islamistas pakistaníes – ha recordado que las peticiones de ejecución para Bibi vienen de lejos: ‘Unos 150 líderes religiosos radicales en la propia audiencia del caso de Asia Bibi habían exigido al Gobierno ejecutarla. El extremismo islámico está muy presente en la escena pública’.
El origen de las protestas
La génesis de las manifestaciones islamistas que han tenido lugar en las calles de Islamabad no es directamente Asia Bibi, sino la aprobación de la Ley Electoral de 2017. En ella, se establece un cambio en la forma de juramento para los candidatos a cargos públicos: la expresión ‘yo juro solemnemente’ es sustituida por la de ‘yo creo’ para preservar la presencia y la credibilidad de los candidatos no musulmanes.
Aunque esta norma fue anulada por el Tribunal Supremo de Islamabad días después de su aprobación – lo que revela la verdadera naturaleza del régimen pakistaní – los extremistas continúan enardecidos, exaltados, pues la consideran una intolerable afrenta al carácter islámico de Pakistán.