INFOVATICANA ha publicado en exclusiva una carta en la que el arzobispo Viganó revela que Francisco rehabilitó a McCarrick sabiendo que era un depredador sexual e ignoró las penas que le había impuesto el Papa Benedicto XVI.
En un memorándum desgarrador publicado en exclusiva por Marco Tosatti en La Veritá, National Catholic Register e InfoVaticana, el arzobispo Carlo María Viganó revela que el Papa Francisco conocía desde 2013 los abusos sexuales que cometía McCarrick sobre seminaristas y sacerdotes y le rehabilitó, a pesar de que Benedicto XVI le había ordenado apartarse a una vida de penitencia y oración. Viganó pide al Papa que dimita por su “grave, desconcertante y pecaminosa conducta”.
Benedicto XVI apartó a McCarrick de toda actividad pública y le ordenó retirarse a una vida de oración y penitencia, en una decisión similar a la que tomó frente al también depredador homosexual Marcial Maciel. Sin embargo, al ser elegido con el apoyo de McCarrick, Francisco rehabilitó al cardenal, aun advertido de las gravísimas acusaciones que pesaban contra él.
Es la revelación más importante del memorándum de 14 páginas, firmado en Roma el pasado miércoles, y que este domingo publica InfoVaticana en exclusiva en español: un documento cuya lectura íntegra recomendamos vivamente y en el que el arzobispo Carlo María Viganó, que ha sido Delegado de las Representaciones Pontificias (1998-2009) y Nuncio Apostólico en los Estados Unidos (2011-2016), revela todo lo que conoció en relación a la mafia de abusos homosexuales y encubrimiento que domina una parte importante de la jerarquía de la Iglesia, incluyendo al propio Papa.
Viganó explica los motivos del documento recordando los horribles crímenes cometidos por obispos y sacerdotes abusando de su autoridad, encubiertos por el silencio de la jerarquía, y aunque reconoce haberse negado siempre a hacer entrevistas o declaraciones, por creer que la misma Iglesia podría encontrar los recursos espirituales para sacar a la luz la verdad, enmendarse y renovarse, considera que, “al haber llegado la corrupción a los vértices de la jerarquía”, su conciencia le impone revelar esas verdades que, “en relación al tristísimo caso McCarrick” llegaron a su conocimiento, pues la única forma de sacar a la Iglesia de la “fétida ciénaga en la que ha caído” es “tener la valentía de derribar esta cultura de omertà”, similar a la de la mafia, “con la que los obispos y sacerdotes se han protegido en detrimento de sus fieles y que hace aparecer a la Iglesia como una secta”, y “confesar públicamente las verdades que hemos tenido ocultas”.
Y así lo hace Viganó, en primer lugar relatando cómo el vértice de la Jerarquía, el Vicario de Cristo, el Papa Francisco, encubrió, protegió y promocionó a McCarrick a sabiendas de que sobre él pesaban graves acusaciones verosímiles de abusos sexuales y que su predecesor, Benedicto XVI, le había ordenado retirarse a una vida “de oración y penitencia”, prohibiéndole toda aparición pública:
“El Papa tuvo conocimiento (de los crímenes de Mccarrick) por mí el 23 de junio de 2013, y siguió encubriendo a McCarrick, sin tener en cuenta las sanciones que le había impuesto el Papa Benedicto, sanciones similares a las impuestas ahora por el Papa: el cardenal tenía que irse del seminario en el que vivía, se le prohibía celebrar en público, participar en reuniones púbicas, dar conferencias, viajar, con la obligación de dedicarse a una vida de oración y penitencia. Sin embargo, Francisco, hizo de él su fiel consejero junto con Maradiaga. Aunque sabía que era un corrupto, lo ha encubierto a ultranza; es más, ha hecho suyos los consejos que McCarrick le daba, y que no estaban ciertamente inspirados por sanas intenciones y por su amor a la Iglesia. Sólo cuando ha sido obligado por la denuncia de un menor, y siempre en función del aplauso de los medios de comunicación, ha tomado medidas para, así, salvaguardar su imagen mediática”
Hace pocas semanas, cuando los medios de comunicación publicaron la doble vida del cardenal Mccarrick, el Papa Francisco reaccionó retirándole el capelo cardenalicio, en lo que los obispos americanos consideraron “una muestra de liderazgo“. Sin embargo, Viganó explica que Francisco sólo actuó al ser público el escándalo, para contentar a los medios, a pesar de que lo conocía desde 5 años antes. Como prueba de esta afirmación, Viganó relata el encuentro que tuvo con el Papa Francisco, en junio de 2013, solo tres meses después de la elección de Jorge Bergoglio como papa de la Iglesia Católica:
Estando en Roma para participar en una reunión de todos los nuncios del mundo con el Papa, se sorprendió al encontrarse en la Domus Santa Marta, residencia papal, con Mccarrick, revestido con la púrpura cardenalicia, que le miró triunfante y le dijo: “El Papa me recibió ayer; mañana me voy a China”, un tono triunfal que Viganó entendería muy bien al encontrarse con el Papa, ya durante la audiencia, en los saludos cuya fotografía ilustra este artículo, ya que al llegar el turno de Viganó, nada más presentarse como nuncio en Estados Unidos, el Papa le reprendió con notoria agresividad: “¡Los obispos de los Estados Unidos no deben estar ideologizados! ¡Tienen que ser pastores!”. Ante la situación tan “extremamente desconcertante e incómoda” el nuncio no pudo más que entregarle el libro que llevaba para él y marcharse.
Desconcertado por esas palabras, Viganó pidió audiencia privada con Su Santidad, para rogarle que le aclarara, en privado, sus palabras. Así lo cuenta:
“El Papa, con un tono muy distinto, amigable, casi afectuoso, me dijo: “Sí, los obispos de los Estados Unidos no deben estar ideologizados, no deben ser de derechas como el arzobispo de Filadelfia, (el Papa no mencionó el nombre del arzobispo, Charles Chaput), tienen que ser pastores; y no deben ser de izquierdas –y añadió levantando ambos brazos–, y cuando digo de izquierdas, quiero decir homosexuales. Entonces, el Papa me preguntó con tono muy cordial: “¿Cómo es el cardenal McCarrick?”. Le respondí con total franqueza y, si lo desean, con mucha ingenuidad: “Santo Padre, no sé si usted conoce al cardenal McCarrick, pero si le pregunta a la Congregación para los Obispos, hay un dossier así de grande sobre él. Ha corrompido a generaciones de seminaristas y sacerdotes, y el Papa Benedicto le ha impuesto retirarse a una vida de oración y penitencia”. El Papa no hizo el más mínimo comentario a mis graves palabras y su rostro no mostró ninguna expresión de sorpresa, como si ya conociera la situación desde hace tiempo, y cambió enseguida de tema. Pero, entonces, ¿con qué fin el Papa me había hecho esa pregunta: “Cómo es el cardenal McCarrick”? Evidentemente, quería saber si yo era aliado o no de McCarrick.
Según relata Viganó, el cardenal Mccarrick, pocos días después, en una actitud propia de la mafia, repitió ante el primer consejero de Viganó esas mismas palabras: “Los obispos de los Estados Unidos no deben estar ideologizados, no tienen que ser de derechas, tienen que ser pastores…”
Unos meses después, en la audiencia que le concedió el 10 de octubre de 2013, el Papa Francisco le tendió una segunda trampa a Viganó, esta vez respecto a otro protegido suyo, el cardenal Donald Wuerl.
– Francisco: ¿El cardenal Wuerl cómo es, bueno o malo?.
– Viganó: Santo Padre, no le diré si es bueno o malo, pero le contaré dos hechos”.
Viganó le relató dos hechos relacionados con la indiferencia pastoral de Wuerl ante las desviaciones aberrantes en la Universidad de Georgetown, y la invitación que hizo la archidiócesis de Washington a jóvenes aspirante al sacerdocio a un encuentro con McCarrick a pesar de haber sido apartado ya por Benedicto XVI de toda actividad pública y pastoral por sus graves crímenes. También en esta ocasión el Papa no tuvo ninguna reacción.
Francisco, lamenta Viganó, “está abdicando del mandato que Cristo dio a Pedro de confirmar a sus hermanos. Es más, con su acción los ha dividido, los induce en error, anima a los lobos a seguir destrozando a las ovejas del grey de Cristo”. En el caso de McCarrick, recuerda Viganó, “Francisco no sólo no se ha opuesto al mal, sino que se ha asociado para llevar a cabo el mal con quien sabía que estaba profundamente corrompido, ha seguido los consejos de quien sabía que era un perverso, multiplicando así de manera exponencial, con su autoridad suprema, el mal actuado por McCarrick. ¡Y cuántos malos pastores Francisco sigue apoyando en su acción de destrucción de la Iglesia!”.
Por ello, Viganó pide al Papa que sea el primero en dar ejemplo a los cardenales y obispos que han encubierto los abusos de McCarrick, reconozca sus errores y, en coherencia con el proclamado principio de tolerancia cero, dimita con todos ellos.
Casi la totalidad de la curia romana encubrió los crímenes de McCarrick
El documento de Viganó no sólamente acusa a Francisco, sino también a los tres últimos secretarios de estado del Vaticano, incluido el actual, Pietro Parolin, de conocer y haber encubierto tanto a McCarrick como toda la mugre homosexualista del episcopado estadounidense. De Bertone asegura Viganó que “presentaba candidatos homosexuales al episcopado insistentemente”. También Sodano conoció y tapó los escándalos de homosexualidad que ahora escandalizan a toda la Iglesia, siempre según Viganó, que asegura haber comenzado a pedir sanciones para McCarrick en 2006, sin recibir jamás respuestas de sus superiores.
La lista de nombres citados por el memorándum de Viganó es extensísima: Levada, Ouellet, Baldisseri, Farrell, Ilson de Jesus Montanari, Sandri, Filoni, Becciu, Lajolo y Mamberti son solamente algunos de los nombres de los que Viganó aporta datos concretos que acreditan que conocían, hace años, la conducta criminal del cardenal McCarrick.
Maradiaga, aliado de McCarrick y Wuerl
Viganó revela que Mccarrick tiene una relación estrechísima con el cardenal Maradiaga, con quien trabajaba eligiendo nombres para la curia romana y el episcopado estadounidense: “Los nombramientos de Blase Cupich en Chicago y de William Tobin en Newark fueron orquestados por McCarrick, Maradiaga y Wuerl, que están unidos por un pacto infame de abusos por parte del primero, y de encubrimiento de los abusos por parte de los otros dos. Sus nombres no figuraban entre los presentados por la Nunciatura para Chicago y Newark”.
También el nombramiento de McElroy a la diócesis de San Diego, quizá el obispo más abiertamente homosexualista del mundo, fue orquestada desde arriba, con una “orden perentoria cifrada y dirigida” a Viganó como Nuncio por el cardenal Parolin: “Reserve la sede de San Diego para McElroy”. También McElroy era consciente de los abusos cometidos por McCarrick, como demuestra una carta que le dirigió Richard Sipe el 28 de julio de 2016.
Sobre Maradiaga, Viganó pide al Papa que haga público el informe “que el Visitador Apostólico, el obispo argentino Alcides Casaretto, entregó al Papa, y sólo a él, hace más de un año”, y recuerda su proximidad con Edgar Peña, flamante sustituto de la Secretaría de Estado, del que recibió Viganó informes preocupantes mientras era Delegado de las Representaciones Pontificias.
Propuestas para salvar la Iglesia
Concluye Viganó su memorándum pidiendo un tiempo de conversión y penitencia y haciendo una petición a todos los obispos del mundo:
Es necesario que el clero y los seminarios recuperen la virtud de la castidad. Es necesario luchar contra la corrupción del uso impropio de los recursos de la Iglesia y de las ofertas de los fieles. Es necesario denunciar la gravedad de la conducta homosexual. Es necesario erradicar las redes de homosexuales existentes en la Iglesia. Estas redes homosexuales, difundidas ya en muchas diócesis, seminarios, órdenes religiosas, etc., actúan protegidas por el secreto y la mentira con la fuerza de los tentáculos de un pulpo, triturando a las víctimas inocentes, a las vocaciones sacerdotales y estrangulando a toda la Iglesia.
Imploro a todos, sobre todo a los obispos, para que rompan el silencio y, así, derrotar esta cultura de omertà tan difundida, denunciando a los medios de comunicación y a las autoridades civiles los casos de abuso de los que tengan conocimiento.
Para quienes están “profundamente escandalizados por los abominables y sacrílegos comportamientos del antiguo arzobispo de Washington, Theodore McCarrick, por la grave, desconcertante y pecaminosa conducta del Papa Francisco y por la omertà de muchos pastores, que sienten la tentación de abandonar la Iglesia, desfigurada por tantas ignominias”, Viganó recuerda un mensaje de esperanza:
La Iglesia, depositaria de la Nueva Alianza, sellada con la sangre del Cordero, es santa pero formada por pecadores, como escribió san Ambrosio: la Iglesia es “immaculata ex maculatis”, es santa y sin mancha aun estando formada en su recorrido terrenal por hombres manchados de pecado.
¡Aun en el desconcierto y en la tristeza por la gravedad de todo lo que está sucediendo, no perdamos la esperanza! Sabemos bien que la gran mayoría de nuestros pastores viven con fidelidad y dedicación su vocación sacerdotal.