La salud es, sin duda, algo imprescindible para la calidad de vida. De hecho, casi la mitad de los españoles, en concreto un 49%, cree que lo más importante para tener una vida feliz es gozar de buena salud, según indica el barómetro de diciembre del CIS. Por ello, es importante seguir una alimentación saludable y equilibrada, así como hacer ejercicio regularmente. Sin embargo, hay otro aliado inesperado para mejorar el bienestar físico y mental: ¡El vino! No obstante, es importante recordar que los beneficios solo se obtienen ante un consumo responsable y moderado.
Ayuda a quemar grasa
La piel de las uvas tintas tiene un componente muy especial, el resveratrol, que cuenta con un potente efecto antioxidante, hasta tal punto que tomar una o dos copas de vino equivaldría a una sesión de cardio. Además, con la ingesta de vino, el cuerpo consume más calorías y, en definitiva, contribuye a mantener un peso saludable.
El resveratrol también influye positivamente en la lucha contra la obesidad, ya que facilita la conversión de grasa blanca en grasa parda, de acuerdo con un estudio de la Universidad Estatal de Washington[1].
Mejora la salud cardíaca
Muy estrechamente ligado con este punto anterior, el consumo moderado de vino se entiende que la mejora de la salud cardíaca.
El estudio PREDIMED (PREvención con Dieta MEDiterránea) indica que una mayor adherencia a la dieta mediterránea, de la cual el vino es una parte fundamental, se asocia con una menor presencia de enfermedades cardiovasculares.
De hecho, el profesor R. Curtis Ellison, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston, señala que “los consumidores ligeros-moderados de vino tienen un menor riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular”. Esto se debe a un fenómeno científico conocido como “curva en forma de J”, que establece una relación entre el riesgo de mortalidad con la ingesta de alcohol y defiende que aquellas personas que consumen vino con moderación tienen menos riesgo de fallecer por cualquier causa que las que se abstienen o beben en exceso.
Potencia el cerebro
Al hablar de salud, es común centrarse únicamente en la salud física, pero la cerebral y mental es también imprescindible para gozar de un auténtico bienestar.
En este sentido, el consumo moderado de vino se asocia a una mejor cognición, así como a menores riesgos de demencia. Además, también mejoraría el estado de ánimo al reducir la angustia, la ansiedad e incluso la posibilidad de sufrir depresiones. En el Congreso Wine and Health 2017 también se apuntó a que los antioxidantes del vino, y este mismo, como alimento rico en polifenoles, podrían contribuir positivamente en la lucha contra enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson o el Alzheimer[2].
Mantiene una boca sana
En un estudio[3] del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación de la Universidad Autónoma de Madrid se descubrió que el vino tenía una gran capacidad para acabar con las bacterias y microorganismos que se adhieren a los dientes, los responsables de la creación de biopelículas y placa dental que provocan un gran número de enfermedades dentales. Esto se debe a que los polifenoles presentes en el vino ralentizan el desarrollo de la flora bacteriana presente en dientes y encías.
Reduce el colesterol
El vino también equilibra los niveles de colesterol gracias al alto poder antioxidante de los polifenoles del vino, que reducen las lipopotreínas de baja densidad (LDL), es decir, el temido colesterol malo. Al hacer menos solubles los radicales libres del colesterol malo, el vino impide su absorción intestinal y posterior paso a la sangre, donde el colesterol se empieza a acumular en las arterias. Además, aumenta el colesterol bueno[4].
Libera endorfinas
En cuanto a la estrecha relación entre salud y felicidad es importante destacar el poder que tiene el vino para liberar endorfinas, conocidas popularmente como la hormona de la felicidad. Las endorfinas son neurotransmisores opiáceos y, con una copa de vino, se facilita la liberación de las mismas que aportan una sensación de bienestar