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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Sor Cristina

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Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 33

Cuando acudió al concurso televisivo de La Voz, en formato italiano, Sor Cristina no sospechaba su triunfo final. Lo ha conseguido. Una mayoría aplaude y apoya la valentía de esta monja ursulina italiana, de 25 años, valiente y segura de su vocación ante Dios y ante una sociedad abierta en canal por los medios de comunicación social, como es una estación de televisión.

Sor Cristina no es la primera en una larga lista de monjas cantoras que han grabado discos o protagonizado películas de cine. Ella es la primera que gana un concurso de televisión embutida en su hábito oscuro. Es la única que ha puesto a todo un plató y su audiencia a rezar el Padre Nuestro, algo inconcebible en la sociedad europea actual, salvo en el interior de los templos que es donde nos dicen que debemos estar.

Sor Cristina ha demostrado que la Religión Católica sigue atrayendo, manifestando, y proponiendo su fe desde la música y el canto ante el ojo avizor de una cámara fija o móvil de una televisión en manos de un estado europeo.

¿Ha contado Sor Cristina con el aplauso sonoro dentro de la propia Iglesia Católica?. No, porque los supercicutas puristas se han rasgado las vestiduras como los hipócritas y fariseos que juzgaban a Cristo, la noche del Jueves Santo, cuando le oyeron afirmar que él era el Mesías esperado en el pueblo israelita. Lo tacharon de blasfemo y le pegaron una bofetada que aún resuena por las páginas del evangelio.

En páginas digitales, donde Sor Cristina tiene amigos hasta rabiar, igualmente tiene enemigos que la han llamado de todo menos bonita. A ella y las monjas ursulinas son sobre las que han echado todos los cánones leguleyos condenando a esa joven religiosa que debía estar recluida en su monasterio en vez de pasear su figura por las luces de colorines de un plató de televisión.

Dos méritos veo en Sor Cristina: la primera que canta como los propios ángeles la música de nuestros días y lo hace sin afectación, con sencillez y tranquilidad de conciencia. La segunda que va vestida con sus hábitos reglados en las constituciones de las ursulinas, incluidos los conocidos zapatos de monja con un tacón de centímetro.

La vida religiosa femenina pegó un volantazo absurdo hace cincuenta años, cuando las monjas se quitaron los hábitos para asemejarse al paisaje y al paisanaje. Hoy son viejas vestidas con pésimo gusto y los conventos están vacíos porque las jóvenes actuales huyen de servir de cooperadoras de un puñado de ancianas hermanas; prefieren vivir una consagración en la vida religiosa donde sus vocaciones se la deban a Dios y a la Iglesia a la que sirven con hábitos lo mismo cantando en la tele, enseñando a niños en una clase o atendiendo a ancianos, a todos, en una residencia de la tercera edad.

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