Observe usted la foto de la victoria electoral de 2011 y compĆ”rela con la imagen que ofrecĆa hace solo unos meses el partido de la gaviota. Es sorprendente la lista de damnificados, eliminados uno a uno en el curso de los Ćŗltimos tres aƱos con el mismo mecanismo implacable con que caen los gansos salvajes en sus largas migraciones. Jaime Mayor Oreja y MarĆa San Gil, sacrificados en el horno vasco (como aƱos antes Vidal Quadras en el catalĆ”n). Francisco Camps, atrapado dentro de unos trajes. Jaume Matas, enredado en su propia madeja insular. Rodrigo Rato, ahogado en una ciĆ©naga de dinero āblackā. Esperanza Aguirre, chapoteando desesperada āentre policĆas municipales- por deshacerse de manchas pĆŗnicas. Alberto Ruiz Gallardón, el gran depredador, cazado en su propia trampa. Ćngel Acebes, descalificado de un papirotazo por āpena de telediarioā. JosĆ© Antonio Monago, aviador derribado por acumulación de vuelos. Núñez Feijoo descubre sĆŗbitamente que el escĆ”ndalo de los fondos de formación de la UGT gallega le salpica los zapatos. E incluso Dolores de Cospedal constata, horrorizada, que 200.000 sucios euros han ido a posarse sobre su discreto ādos piezasā. Tremendo.
Quién mató a los diez negritos
La lista podrĆa ser mĆ”s larga. AƱƔdale usted los nombres que quiera. Y para consolidarla, cotĆ©jela con los polĆticos del PP mĆ”s criticados en la prensa gubernamental, o sea, la de Soraya (que no es la prensa fan del PP). De todas estas vĆctimas, de estos ādiez negritosā, unos han caĆdo por sus propios pecados y otros por mano ajena. Unos merecen su suerte y otros son vĆctimas de alguna maniobra hostil. A unos los ha matado el fuego amigo y a otros el enemigo. Unos han de dejar la polĆtica para siempre y otros, todavĆa fuertes en su territorio, quedan simplemente neutralizados para luchar por la cumbre. Lo sustantivo es esto: si en 2011 el PP mandaba en el Gobierno, ahora es el Gobierno el que tiene a su merced a un partido descabalado y hundido. Si en 2011 sobrevolaban en torno a la cĆŗpula varios machos alfa capaces de disputar el poder a Rajoy y Soraya, ahora ya no queda ninguno. Si en 2011 habĆa posibles alternativas ante un eventual fracaso del presidente, ahora no hay mĆ”s relevo que la vicepresidenta. Si en 2011 habĆa alguien capaz de recordarle al Gobierno quiĆ©n le habĆa votado y para quĆ©, ahora ya no hay nadie con autoridad suficiente para ello. Sólo el sumiso sobrevive. El partido se ha convertido en mera extensión de un gobierno todopoderoso. No serĆ” el partido quien marque el camino al gobierno, sino el gobierno quien marque su destino al partido.
Y bien, ĀæcuĆ”l serĆ” ese destino? Esto es lo mĆ”s importante de todo. En mi libro En busca de la derecha perdida (Ćltera, 2010) anticipĆ©, y perdón por la autocita, que el PP iba a caminar hacia una progresiva neutralización tecnocrĆ”tica de su perfil polĆtico. Ayuno de ideologĆa, alĆ©rgico a los grandes principios āsiempre tan inoportunos para el poderoso-, aferrado a la alquimia electoral como Ćŗnica regla de ciencia polĆtica, el PP no quiere ser el partido de la derecha espaƱola. Sus lĆderes se han criado ya bajo la hegemonĆa ideológica de la izquierda. EstĆ”n domesticados. Nada les incomoda mĆ”s que no ser āprogresistasā. Entre otras razones, porque creen que mantenerse en los viejos principios les aleja del poder. Y la gente que rodea a Rajoy estĆ” convencida de que el secreto del Ć©xito reside en borrar toda ideologĆa, operación que incluye el exterminio de la vieja elite del partido y su sustitución por una nueva cĆŗpula cortada por el patrón Soraya.
Hace tiempo que los notables del PP aspiran a ser algo asĆ como un gran partido de centro que pueda ofrecerse a los espaƱoles como una propuesta āneutraā, āmecĆ”nicaā, de gestión āeficazā. El Estado es para ellos una mĆ”quina que puede ser regida por asĆ©pticos criterios de eficiencia objetiva. En esta perspectiva, la ideologĆa es un engorro. No puede extraƱar que los capos tradicionales de la izquierda mediĆ”tica āel grupo Prisa, evidentemente- hayan lanzado aquĆ sus redes. Esa izquierda, como esta derecha, han venido a converger en planteamientos idĆ©nticos: economĆa capitalista financiera, intervención estatal para mantener el sistema de gasto, concepción oligĆ”rquica de la democracia, ingenierĆa social progresista, etc. La nueva oligarquĆa se entiende bien sobre quĆ© es lo que hay que salvar. AsĆ ha nacido lo que podrĆamos llamar el āespĆritu Soraya-Prisaā, que es quien hoy gobierna EspaƱa.
El próximo PP
Naturalmente, la propuesta no deja de adolecer de una inmensa pobreza intelectual. ĀæDe verdad es posible una polĆtica āneutraā? ĀæAcaso cada decisión āu omisión- no traduce una visión previa del mundo? Claro que sĆ. Reducir la polĆtica a la mecĆ”nica no deja de ser un efugio para eludir las preguntas realmente importantes, o sea, las que conciernen al destino de la comunidad polĆtica. Es como un barco cuyo gobierno se entregara a los maquinistas: sin duda podrĆ” mantenerse a flote, pero Āæalguien conoce el rumbo? Sin embargo, no quepa duda de que el horizonte del gobierno Rajoy, hoy, es exactamente ese: neutralizar la polĆtica hasta borrar cualquier propuesta trascendental. Y el PSOE, por cierto, no anda muy lejos de ahĆ, por mĆ”s que se envuelva en retórica vindicativa para cubrir su vacĆo interior. Pero esto es otra historia.
Caminamos, en fin, hacia una tercera refundación del PP. Recordemos: la Alianza Popular de 1976, que era una federación de partidos de derecha nacional, se refundó en 1979 bajo el mando Ćŗnico de Fraga. De esa AP pasamos en 1989 al Partido Popular, que enseguida, con la llegada de Aznar en 1990, empezó a definirse āsegunda refundación- como un partido de centro reformista. Ahora pasaremos a un nuevo PP enteramente āliberadoā de sus viejas adherencias ideológicas āconservadoras, liberales, democristianas- y transformado en neutra āmaquina de gestiónā. Siempre, por supuesto, en nombre del Centro.
Esta tercera refundación podrĆ” presentarse como un acto formal āpor ejemplo, en un congreso extraordinario antes de las próximas elecciones- o como un hecho consumado por simple relevo en los puestos directivos. Lo mĆ”s probable es esto Ćŗltimo, porque los nuevos lĆderes nunca han brillado por su gallardĆa, sino que prefieren la maniobra tras el telón. En todo caso, lo veremos inmediatamente despuĆ©s de las próximas autonómicas y municipales. O incluso antes. De hecho, lo estamos viendo ya.
Coda: Romance de la campana de Huesca.
A propósito de la lista de lĆderes del PP caĆdos en los Ćŗltimos tres aƱos, en la tradición literaria espaƱola hay un viejo romance, basado en hechos históricos, que cuenta una circunstancia bastante familiar. Se trata de aquel episodio en el que Ramiro II el Monje, rey de Aragón, se libró de los notables del Reino. Dice asĆ:
āDon Ramiro de Aragón, el Rey Monje que llamaban; caballeros de su reino muchos le menospreciaban porque era manso y humilde y no sabidor en armas. Muchos se burlaban de Ć©l y su mandar no guardaban. SintiĆ©ndose deshonrado, un mensajero enviaba al abad de Santo Ponce, que fue el que le criara, para que le dĆ© consejo, que ninguno le acataba. El abad, que sabio era, el mensajero tomara; le metió en una huerta y, sin decirle palabra, afilado un cuchillito, las ramas altas cortaba, aquĆ©llas que eran mayores, que a otras sobrepasaban. El mensajero, enojado, al rey asĆ lo contara cómo el abad de San Ponce su carta no contestaba. El rey bien pensó en aquello que tal respuesta le daba. Hizo luego un llamamiento, bajo pena de su saƱa, que cualquier hombre de estima venga en seguida a su sala, porque determina hacer una muy rica campana que se oiga en todo el reino y que suene en toda EspaƱa. Venidos los ricos hombres, se reĆan y burlaban de Ć©l y de aquel mensaje para el cual los llamaba. Estando allĆ todos juntos, uno a otro los tomara y en un secreto aposento sabiamente los entrara: cortó allĆ quince cabezas, que eran las mĆ”s estimadas, y mostrólas a sus hijos, que a sus padres aguardaban, diciendo harĆa lo mismo con cuantos no le acataran. Y asĆ fue temido el Monje con el son de la campanaā.