«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Últimas horas de un Rey

Según me cuentan, las últimas horas del Rey han sido de lo más duras, no las tiene todas consigo. Cuando un Rey quiere morir Rey y abdica, es que le duele el cuerpo, el corazón y hasta el alma. El Rey acepta que debe abdicar, y una vez asumido, los tiempos los marcan condicionantes externos; el más claro, la incógnita del nuevo PSOE. Que te fuercen a irte variables de súbditos duele, y cuando ves que al irte desproteges a tu familia, aún duele más, a pesar de que algunos se lo hayan merecido.

El Rey, al final, quiere estar con la familia al completo y ahí aparece también su hija Cristina. Una cosa son los actos públicos en los que la hija pequeña ni estará ni se la espera y otra distinta son los momentos de familia. No todos lo entienden y hay quien no lo quiere, no lo acepta y lo discute; pero aún no es su día, lo será mañana, hoy aún no y el Rey no cede. Algunas tiranteces en las ceremonias se entienden por esta resistencia.

Cena en la intimidad el último día. El Rey está mal, ni cena con ellos; solo, aunque muy cerca del médico, se va a la cama; juega España, no acaba siquiera de ver el partido. En la Zarzuela cena la familia menos el que será Rey, que cena con los suyos y la familia de la que será Reina, en su propia casa.

Ya sin ser el Rey, Juan Carlos I aparece para la ceremonia de elevar a Capitán General a Felipe VI y vuelve a recogerse; seguirá la ceremonia solo, el médico cerca, y volverá a dejarse ver en el Palacio Real por pocos minutos. Saludos y besos de rigor y hasta ahora.

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