Un informe de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea subraya la gravedad de los fenómenos de violencia contra las mujeres. Para sorpresa de muchos, los datos mĆ”s alarmantes son los que conciernen a los paĆses nórdicos, donde se suponĆa ātal era el tópico- que la mujer gozaba de una posición envidiable. Por el contrario, paĆses como EspaƱa o Italia salen mucho mejor parados.
La violencia contra las mujeres es un fenómeno muy complejo que conviene examinar en todos sus aspectos. Es fĆ”cil, pero simplista, hablar de una āviolencia contra la mujerā que en realidad viene a ser un trasunto posmoderno de la lucha de clases. La realidad es que no hay una Mujer universal y abstracta, como no hay un Varón universal y abstracto, sino varones y mujeres concretos y singulares en situaciones concretas y singulares. El fenómeno siempre es condenable y alarmante, pero el mejor modo de no resolverlo nunca es enfocarlo de manera equivocada o sobre la base de prejuicios de carĆ”cter ideológico. A bote pronto, de este informe de la UE se deducen varios aspectos que los comentaristas al uso han omitido porque son polĆticamente incorrectos, pero que es imprescindible seƱalar para hacerse una idea cabal del problema.
Primer aspecto: llama la atención que los paĆses con menores Ćndices de violencia sean aquellos donde la institución familias tradicional permanece mĆ”s arraigada, que son los paĆses mediterrĆ”neos. Medio siglo de adoctrinamiento ideológico nos habĆa llevado al prejuicio de que la familia tradicional era un sórdido nido de explotación para la mujer en manos del despiadado macho patriarcal. Los datos parecen indicar lo contrario. Esto no quiere decir que la familia tradicional sea en todos los casos un refugio seguro, pero sĆ es posible deducir que la destrucción de la familia no ha mejorado la condición de las mujeres, sino mĆ”s bien al revĆ©s.
Segundo aspecto que es importante seƱalar: sorprende que los Ćndice mĆ”s altos de violencia contra las mujeres se den en sociedades donde desde hace muchos aƱos se educa a los jóvenes en la igualdad entre los sexos. El dato deberĆa hacer reflexionar a los poderes pĆŗblicos. Educar en la igualdad ādogma contemporĆ”neo- no implica necesariamente educar en el respeto. Mujeres y varones son igualmente dignos (Ā”faltarĆa mĆ”s!), pero no son lo mismo. Obtener una sociedad donde se respete al prójimo es mucho mĆ”s importante que formar a la gente en el dogma igualitario. Y en nuestras sociedades, por lo que se va viendo, muchas veces el dogma igualitario conduce a que se pierda el respeto al prójimo.
Hay un tercer elemento que no aparece en el informe, pero eso es justamente lo llamativo: la incidencia del fenómeno de la inmigración en los datos generales. Entre los paĆses que la UE consigna como mĆ”s problemĆ”ticos los hay con mucha inmigración (Dinamarca) y con muy poca (Letonia), pero al mismo tiempo sabemos que con frecuencia las cifras de violencia domĆ©stica (o āviolencia de compaƱero Ćntimoā, como se dice con mayor propiedad) presentan una altĆsima proporción de ciudadanos extranjeros. Lo sabemos porque todas las estadĆsticas sociales asĆ lo seƱalan, por mĆ”s que la prensa, en general, omita esta realidad. En EspaƱa, por ejemplo, donde la población masculina extranjera era del 13% en 2010, los asesinos extranjeros de mujeres en aquel mismo aƱo fueron el 41% del total de condenados. Del mismo modo, la población extranjera femenina era del 12%, pero la proporción de extranjeras vĆctimas de violencia fue del 38%. Estas cifras de 2010 se repiten con muy pocas variantes en los aƱos sucesivos. La conclusión es obvia: la violencia contra las mujeres incide con mayor crudeza en las comunidades inmigrantes. Por paĆses de origen, la mayor proporción se da entre ciudadanos de origen iberoamericano y de la zona magrebĆ. Esto no hace menos grave el problema, pero, si queremos ser rigurosos, obliga a matizar el anĆ”lisis.
Estos datos de incidencia en las comunidades inmigrantes no son ningĆŗn secreto: figuran en los informes trimestrales y anuales del Observatorio contra la violencia domĆ©stica y de gĆ©nero del Consejo General del Poder Judicial, y cualquier ciudadano puede consultarlos porque estĆ”n en la web del CGPJ. Pero hay demasiado periodista que informa segĆŗn sus prejuicios y demasiado demagogo que deforma la realidad en provecho de objetivos rara vez confesables. Lo peor es que, ocultando esa realidad āes decir, mintiendo con toda la boca-, no hacen sino agravar el problema que denuncian. Y de paso crean una injusticia nueva, a saber: la de poner bajo sospecha a todo varón por el hecho de serlo.
Lo dicho: el mejor modo de no resolver nunca un problema es enfocarlo de manera equivocado. Y en este asunto de la violencia contra las mujeres, que ciertamente es un problema, parece que hay demasiados intereses torticeros.