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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Igor Shafarevich: el cero y el infinito

28 de abril de 2017

Iba a hablar de la proliferación de imbéciles que anegan las tierras de Europa: desde el imbatible Lluis Llach, hasta Anna Gabriel, Macron y los gobernantes alemanes, éstos últimos tan preocupados por la lápida de unos aviadores muertos hace más de 70 años, en los cielos de España. Pero toda esta gente es existencialmente una pérdida de tiempo: lo son sus vidas, repletas de absurdo. Así que es lógico que también sean un absurdo para los demás. Son el cero absoluto.

 

 

Pero hay cosas más interesantes. El pasado 19 de febrero moría en Moscú a los 93 años Igor Shafarevich, figura señera de la lucha antisoviética durante la Guerra Fría, y matemático de renombre internacional. Su fallecimiento fue confirmado por Aleksei Parshin, director del departamento de álgebra del Instituto Steklov de Matematicas de Moscú.

Shafarevich fue un brillante profesor cuyos tratados de geometría algebraica son aún hoy un clásico. En su momento no temió desafiar a las autoridades soviéticas asistiendo a reuniones internacionales en países del llamado “mundo libre”. En 1973 fue el centro de atención por ser uno de los pocos disidentes que se atrevió a desafiar al politburó apoyando al físico Andrei D. Sakharov, incluso cuando éste recibió el Premio Nobel de la Paz. Militó codo con codo con Aleksandr Solzhenitsyn en el Comité por los Derechos Humanos y también contribuyó con sus escritos a la colección que, bajo el título “desde debajo del rublo”, animaba el propio Solzhenitsyn en la clandestinidad.

Hasta aquí era uno de esos intelectuales que superficialmente reivindican los liberales, por su valentía ante la barbarie e incapacidad soviéticas. Lo malo es que hay mucho en Shafarevich que desafía lo políticamente correcto porque, lo mismo que Solzhenitsyn, no hace falta ahondar mucho en su obra para encontrar en ellos también unos grandes críticos de la ideología dominante occidental. Esto es lo que los liberales obvian y por lo que prefieren hablar solo de su faceta “anticomunista”. Ya en 1955 había escrito contra las teorías ambientalistas de Trofim Lysenko, tan caras a la izquierda occidental aún hoy, ideas ya anticipadas en parte por el nefasto Franz Boas. Su escrito de 1982, “Rusofobia”, hacía gala de un profundo amor a la patria rusa y planteaba profundas críticas al judaísmo político, calificadas de “antisemitas”.

Todo ello ha tenido por consecuencia que “The New York Times”, uno de los pocos rotativos mundiales que ha dedicado un artículo a su fallecimiento, haya resaltado, junto con su innegable valía, la consabida cháchara de la “xenofobia”, el “antisemitismo” y demás. Sin embargo, en honor a la verdad, no ha dejado de incluir las declaraciones laudatorias de alumnos judíos de Shafarevich que mostraban agradecimiento a su antiguo maestro por haberles ayudado.

En definitiva, Shafarevich es uno de esos intelectuales rusos que la URSS enterró y que perecieron en la ciénaga del marxismo. Si no hubiera sido por la URSS, Marx y Engels serían solo un objeto de anticuario en la arqueología de las ideas del siglo XIX. Gracias al triunfo de la “Revolución” de octubre, Marx y Engels están hoy incorporados al “software” de la humanidad moderna. Gente como Shafarevich, Aleksandr Solzhenitsyn, Ivan Ilyin, Aleksandr Dugin o incluso el político Pyotr Stolypin, que alentaron en todo momento un ideal cristiano arraigado en la ortodoxia rusa, pertenecen al bando perdedor, pero no por ello dejan de tener cosas interesantísimas que aportar al mundo. De momento queden aquí sus nombres. ¿Ven como se puede hablar de otros temas aparte de la colección de majaderos locales?

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