«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Es licenciado en periodismo; doctor en Economía Aplicada y BA (Hons) en la Universidad de Essex (Reino Unido). Dedicado durante décadas al periodismo económico y de investigación trabajó para El País, Le Monde, Diario 16, Cambio 16, Le Soir, Avui, Radio Nacional de España y El Noticiero Universal. Fue el primer director de Intereconomía Televisión y también director editorial de Grupo Intereconomía. Entre otros premios obtuvo la Antena de Oro de la Televisión por Más se perdió en Cuba.
Es licenciado en periodismo; doctor en Economía Aplicada y BA (Hons) en la Universidad de Essex (Reino Unido). Dedicado durante décadas al periodismo económico y de investigación trabajó para El País, Le Monde, Diario 16, Cambio 16, Le Soir, Avui, Radio Nacional de España y El Noticiero Universal. Fue el primer director de Intereconomía Televisión y también director editorial de Grupo Intereconomía. Entre otros premios obtuvo la Antena de Oro de la Televisión por Más se perdió en Cuba.

Un país, es un país; en cualquier caso

11 de marzo de 2014

El 11-M fue una gran infamia. Vaya por delante mi pronóstico: la historia no aguanta verdades de cristal. Creo que las familias víctimas merecen disipar dos conceptos fundamentales: hubo pruebas falseadas por las cloacas del Estado. Segundo, hizo el Estado todo lo que pudo para esclarecer el atentado, sus autores intelectuales y la caza de sus autores materiales. Como ven son cuestiones a sí o no. Sólo esas dos respuestas permitirán definitivamente cerrar el paréntesis que abrieron los atentados del 11-M y que nos mantiene acomplejados como país; especialmente en nuestra proyección exterior, pero un país, es un país; en cualquier caso (perdón por retorcer al escocés Robert Burns).

Mi particular visión del 11-M arranca en aquellos días del 11 al 20 de julio de 2002, cuando el “farfo” de Trillo movilizaba barcos; misiles, Cougar; F_18; Mirages, Infantes de marina y la Biblia en verso, para desalojar a los 12 soldados marroquíes que habían tomado la Isla Perejil. Aquello humilló al joven monarca Mohamed VI. En primer lugar tuvo que interrumpir sus noches parisinas desenfrenadas. Luego aceptar el revés militar de España y, lo peor, ver como Washington –forzado a elegir- prefirió la democracia española a la teocrática monarquía alauí. El rey de Marruecos no se cortó un pelo, dijo que “traería consecuencias”. Los españoles pensaban que tendrían problemas pesqueros y lo que vino fue un atentado “soi dissant” yihadista en Casablanca. Objetivo: la Casa de España, cuatro muertos eran españoles. Ocurrió diez meses después de la trillada de Perejil (el 16 de mayo de 2003).

En marzo de 2004 (hace 10 años) pasó lo que pasó. La España con ínfulas de política exterior y alianzas de primera con EE.UU. y el Reino Unido se ha perdido durante diez años de oprobio, tal vez para siempre. Continuaremos acomplejados en tanto no lleguemos a la verdad del 11-M. Lo que vino después del atentado, además de la mochila, los trenes destruidos antes de tiempo, los errores con el explosivo, los hindúes ful, los testigos rumanos, los falsos testimonios y el autor huido al que nadie buscó durante años. ¿Y en lo político? Pues produjo un cambio político en España que nos mando a los años sesenta en lo económico y a la autarquía franquista en términos de política internacional. Volvimos al acomplejamiento.

Aun peor, en enero de 2005 (diez meses después de los 192 muertos en Madrid) el Reino de España condecoraba al general marroquí jefe de la gendarmería (los que invadieron Perejil) Hosni Benslimana. Le abrochamos, nada más y nada menos, que la gran Cruz de Isabel la Católica. Poco después, un juez parisino ordenaba la detención del general marroquí por su presunta implicación en el secuestro, tortura y asesinato, del líder opositor marroquí, Ben Barka.

El agradecimiento español a lo peor entre los uniformados marroquíes se amplió a otra Cruz de la pobre Isabel la Católica, al general jefe de los servicios secretos marroquíes durante los atentados de los trenes, Haaniduu Laagrini, con fama si cabe peor a la de Benslimana. Nadie sabe por qué los condecoramos. Quizá, al último, por no encontrar a Mohamed Belhadj el gamo, aquel presunto autor de la matanza que huyó a la carrera del cerco policial al piso de Leganés, donde se inmolaron (o les inmolaron) los autores materiales del 11-M.

.
Fondo newsletter