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Es un obediente peón que aplica los principios de la Agenda globalista

Alberto Garzón, el ministro al que Sánchez riñe por ser coherente con la Agenda 2030

El ministro de Consumo, Alberto Garzón. Europa Press

Alberto Garzón dice lo que piensa, tiene principios y su acción política está determinada por la aplicación de los objetivos de desarrollo sostenible, es decir, la Agenda 2030. A priori, debería ser un aval en un Gobierno globalista como el de PSOE-Podemos en el que todos sus miembros lucen el pin multicolor en la solapa. Sin embargo, la coherencia puede ser un problema cuando tu jefe es Pedro Sánchez, príncipe y maestro de la mentira. 

El ministro de Consumo ha vuelto a probar en sus carnes -qué gran metáfora- la peor de las medicinas en política: que te ataquen los tuyos. Sánchez le ha humillado por segunda vez por incumplir una de las máximas leninistas (ir un paso adelante de las masas, pero solo uno, porque si son dos la gente no te entiende y no te sigue) declarando que la carne española es de baja calidad. En cierto modo, la Agenda 2030 es un ataque masivo a los hábitos de la inmensa mayoría de la población, pero lo de reducir el consumo de carne no hay -de momento- pin arcoíris que lo impida. Por eso, Sánchez ha dejado caer al titular de Consumo en dos ocasiones.

La primera, el pasado 7 de julio. Entonces el presidente maltrató con displicencia a su ministro admitiendo que «un chuletón al punto, para mí es imbatible», justo cuando todos hablaban de la campaña «Menos carne. Más vida» impulsada por Garzón, que había declarado que «el consumo excesivo de carne perjudica a nuestra salud y también al planeta». La segunda fue esta última Navidad. El 26 de diciembre Garzón declaró en el diario progre británico The Guardian que España exportaba «carne de animales maltratados y de baja calidad» y vinculó la producción ganadero-cárnica con las emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación.

Desde ese día el Gobierno se ha dedicado a apagar incendios con los ganaderos a las puertas de unas elecciones en Castilla y León, por eso no han sido pocos los ministros y barones socialistas que se han desmarcado de Garzón. Un movimiento electoralista que, sin embargo, no oculta que el propio Ejecutivo (más allá de su adhesión a la Agenda 2030 de la ONU) ha elaborado de su puño y letra un documento en el que habla abiertamente de «generalizar los sistemas de producción ganadera sostenibles y ligados al territorio, como los sistemas extensivos de dehesa y pastoralistas». Se trata, claro, de España 2050. Esta agenda contiene un plan para fomentar la ganadería extensiva frente a la intensiva, transitar hacia sistemas agroalimentarios sostenibles y saludables y limitar la contaminación de origen agrícola. O sea, que Garzón no se ha inventado nada.

Garzón, que es comunista pero no tonto, agasajó a los invitados en su boda con solomillo y foie, entre otras exquisiteces. Una contradicción imperdonable que, por supuesto, practican con entusiasmo las mismas élites que diseñan e imponen al pueblo restricciones climáticas (ellos avión, usted patinete), de movilidad (ellos en coche al centro, usted a pagar el peaje), alimentarias (chuletón al punto, usted carne sintética) o sanitarias (ellos fuman en el reservado, usted pasaporte covid).

Aunque es evidente que Garzón no es el cerebro de este Gobierno, sino un obediente peón que aplica los principios de la Agenda 2030, conviene recordar todas sus barrabasadas en los dos años que lleva al frente del ministerio de Consumo:

Ataque al turismo. El 11 de mayo de 2020, durante una sesión de la Comisión de Sanidad y Consumo en el Congreso de los Diputados, Alberto Garzón, afirmó que España es «un país que se ha especializado en sectores de bajo valor añadido, la hostelería, el turismo, la exportación de productos poco manufacturados… Por ejemplo, el turismo seis meses el hotel abierto y los otros seis meses, no».

Campaña contra el azúcar. En octubre de 2020, su Ministerio inició una campaña contra el azúcar bajo el lema «El azúcar mata» e incluyó un vídeo en el que, entre otras cuestiones, afirmaba que «el azúcar puede romperte el corazón literalmente». Además, las campañas expuestas fueron acompañadas de la subida del IVA, del 10% al 21%, aplicable sobre las bebidas que contienen azúcares añadidos, tanto naturales como con aditivos edulcorantes. La subida de impuestos de Garzón ya ha tenido una repercusión negativa en las ventas de estos productos y en el alza del precio de esenciales como la leche infantil.

Etiquetado Nutri-Score. En junio de 2021, el ministro pretendió implantar el sistema de etiquetado nutricional frontal Nutri-Score, lo que perjudicaría a productos señeros como el aceite de oliva, el jamón ibérico, el queso y las denominaciones de origen protegidas. Garzón dijo entonces que «NutriScore podría evitar miles de muertes al año en España». Sin embargo, existe un claro consenso entre expertos y especialistas en nutrición sobre el hecho de que el referido sistema no está funcionando adecuadamente en otros países, además del ataque frontal que supone hacia los productos referidos.

Huelga de juguetes. El 9 de diciembre de 2021, Alberto Garzón impulsó, de cara a Navidad, la campaña «huelga de juguetes», explicando que con ella se perseguía “concienciar sobre el riesgo de reproducir roles y estereotipos sexistas en la publicidad, precisamente en una época como la navideña, en la que aumentan considerablemente los anuncios de juegos y juguetes». Asimismo, en la campaña se afirmaba que «juguete sexista es todo aquel que tiene una versión diferenciada para cada sexo y que, por tanto, no se presenta como apto tanto para niños como para niñas». El vídeo fue objeto de un contrato público que se licitó con un presupuesto base de licitación de 82.644,63 euros, según datos extraídos de la Plataforma de Contratación del Sector Público, a los que habría que añadir 20.000 euros de inversión para su difusión en medios.

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