«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
CAOS EN ESTADOS UNIDOS

Desánimo e ira en las filas trumpistas tras la decisión del Supremo

FOTO DE ARCHIVO: El presidente de EEUU Donald Trump inclina la cabeza durante el Día Nacional de Servicio de Oración en el Jardín de Rosas de la Casa Blanca en Washington, EEUU, 7 de mayo de 2020. REUTERS/Tom Brenner

La decisión del Tribunal Supremo de desestimar la demanda presentada por el estado de Texas, a la que se sumaron otros 18 estados, contra cuatro de los estados en disputa en las elecciones ha hundido la moral de muchos trumpistas. Especialmente deprimente ha resultado ver que los tres jueces nominados por el propio Trump para el Supremo -Kavannaugh, Gorsuch y Barrett- han votado contra la demanda a la que se unió el propio presidente.

Son muchos los que han tirado la toalla, pero no todos, quizá ni siquiera la mayoría. Miles acudieron a Washington, donde se produjeron encuentros con los grupos Antifa que se han saldado con cuatro partidarios del presidente heridos por arma blanca. Quizá lo que se vio el sábado en la capital federal sea una prefiguración de lo que se avecina.

Y es que expresiones hasta ahora prohibidas se han convertido en las más comunes en las redes en boca de trumpistas y antitrumpistas. Como ‘guerra civil’. Como ‘César’. Parece haber un sector no despreciable de la población convencido de que el sistema se ha revelado tan profundamente corrupto que la democracia ha llegado a su fin, y que de aquí solo puede salir un ‘gran reinicio’ que convierta las elecciones en una farsa y acelere la decadencia… O un cesarismo.

Lo hemos comentado en otras ocasiones, y es perfectamente posible que nos equivoquemos y se equivoquen, pero la sensación de un cambio de época es evidente en todas las manifestaciones políticas. Texas respondió a la decisión del Supremo, de hecho, con un documento en el que la referencia a una secesión -una unión de estados que se tomen en serio la Constitución- ha sido cualquier cosa menos velada.

El único que parece no cambiar en todo este torbellino es el propio Trump, que sigue hablando de victoria. Abría por la mañana su cuenta en Twitter con un “NO HEMOS HECHO MÁS QUE EMPEZAR A LUCHAR!!!”, lo que resulta un tanto sorprendente para un 13 de diciembre. ¿Empezado? Pues no les queda mucho tiempo para terminar.

El sábado estuvo en el tradicional partido de fútbol americano entre el equipo de la Armada y el del Ejército (ganó el Ejército), y los asistentes, soldados todos ellos, saludaron su aparición con gritos de “¡USA! -separando bien las letras- que a más de un observador sonaron ominosos, como si aclamaran al césar.

Mientras, en el otro lado, la investigación del FBI cerca al ‘presidente proyectado’. En el punto de mira inmediato están su vástago, Hunter, y su hermano menor, James, pero nadie piensa por un segundo que ninguno de los dos pudiera haber obtenido tratos tan rentables con empresas chinas y de otros países sin el ‘placet’ y la participación del entonces vicepresidente. En caso de entrar en la Casa Blanca, Biden no va a ser meramente un ‘pato cojo’, como dicen los americanos, sino un pato directamente abatido a tiros.

Y de ahí vamos a lo excepcional de todo este proceso: ningún resultado imaginable resulta verosímil o inocuo. La visión de una victoria de Trump se hace cada vez más lejana, pese a la moral de victoria del presidente, y aunque muchos aún esperan que Donald saque un último y sorprendente conejo de la chistera que le dé la vuelta a todo. Muy poco probable, aunque no imposible.

Pero la victoria de Biden tampoco parece mucho más plausible. Ya hemos visto que 18 estados van a estar de uñas desde el primer día -y la estructura federal es aún lo bastante real como para que puedan hacer el país ingobernable-, juzgándole ilegítimo, por no hablar de los trumpistas de todo el país. Y para responder a esto habrá en la Casa Blanca un anciano cada vez más senil, acosado por acusaciones que rozan la alta traición. Como se podría salir de esta sin que alguien se haga daño es difícil de imaginar.

Detrás de todo este caos está, ocupando una posición discreta pero innegable, el país que pretende heredar de Estados Unidos la primacía geopolítica, China, que está detrás del Caso Hunter y a la que se acusa de estar también detrás del fraude masivo del que se acusa a los demócratas.

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