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la eventual nueva constitución no pronostica paz ni progreso para CHILE

Los constantes desacuerdos de la izquierda en la Constituyente chilena auguran desestabilidad para el próximo Gobierno de Boric

Convención Constitucional de Chile. Reuters

El martes pasado, a las 9:30 horas de Chile, la Convención Constitucional (CC) inició la votación para elegir nuevos representantes de la Mesa Directiva. Para escoger la presidencia y vicepresidencia se necesitaban 78 votos de los 154 miembros activos en cada caso. No obstante, para el primer cargo demoraron dos días en ponerse de acuerdo develando que, a pesar de que las izquierdas son mayoría en la CC, no logran generar consenso, por lo que este caso permite adelantarnos a posibles desacuerdos e inestabilidades en el próximo gobierno de Boric.

El pasado 5 de enero se cumplieron seis meses de ejercicio de la Convención Constitucional chilena. Por reglamento autoimpuesto, establecieron que cuando se llegara a esta fecha, los propios convencionales debían renovar la Mesa Directiva, es decir, elegir un nuevo presidente y un vicepresidente para que lidere los seis meses restantes que le quedan de ejecución.

Sin embargo, nuevamente demostraron la poca seriedad y profesionalización del órgano constituyente. Pues, solo durante ese martes, los convencionales estuvieron 18 horas debatiendo, proponiendo nombres y votando quién asumiría la presidencia.

Ya en la madrugada del miércoles, tras ocho votaciones, se suspendió el oficio hasta la tarde de ese día.  La —entonces— presidente de la CC, Elisa Loncón, señaló que “La Mesa Ampliada, con el objetivo de deliberar de mejor manera y debido al cansancio evidenciado por las y los constituyentes, ha decidido suspender la sesión».

La votación se reanudó a las 15:00 horas del miércoles y desde los convencionales del Partido Comunista, ex miembros de la —ahora inexistente— Lista del Pueblo y de Pueblos Originarios levantaron el nombre de María Elisa Quinteros. Por su parte, el Frente Amplio insistió con Amaya Álvez; los Independientes No Neutrales y el Colectivo Socialista postularon a Benito Baranda; y las derechas fueron por el integrante de la UDI, Felipe Mena.

Es así como recién en la novena votación se pudo determinar quién asumiría la presidencia: María Elisa Quinteros, quien obtuvo un amplio respaldo del Partido Comunista. Empero, entre las distintas vertientes de las izquierdas solo lograron 77 votos, llamando la atención el respaldo número 78: el convencional Luciano Silva (Renovación Nacional, partido de centroderecha).

Silva fue el único miembro de las derechas en apoyar a Quinteros, pero no solo sorprendió por el domicilio político de ambos, sino porque Quinteros demanda el aborto libre y Silva es un pastor evangélico que se ha destacado por defender el derecho del niño que está por nacer. Por otro lado, el caso de la vicepresidencia se disputó en sola una votación, resultando electo Gaspar Domínguez (Independientes No Neutrales), con 112 preferencias. Así, la Mesa Directiva vuelve a estar a cargo de las izquierdas.

Igualmente, las vicepresidencias adjuntas fueron adjudicadas a personajes izquierdistas, con miembros del Partido Comunista (con Bárbara Sepúlveda), del Partido Socialista (con Tomás Laibe), de Revolución Democrática (con Amaya Álvarez), mientras que Natividad Llanquilleo y Lidia González obtuvieron un cupo por la cuota reservada a indígenas.

Si bien es una realidad que la Convención Constitucional se ha destacado durante estos seis meses por sus innumerables escándalos, censuras, peticiones de aumento de asignaciones y reprochables performances, esta situación no dejó de sorprender. Pues, a pesar de que las izquierdas tienen los votos para poder votar a su antojo, aun así, no logran ponerse de acuerdo. Por tanto, surgen otras reflexiones a propósito de este caso que vale tener presente.

Primero, se ha instalado la idea que se debe modificar el sistema político chileno, pasando de un modelo presidencial a uno parlamentario. Pero si las izquierdas no logran ponerse de acuerdo entre ellas, en el caso de elegir a un eventual Primer Ministro, solo se augura escaza gobernanza.

Igualmente, esta votación requería mayoría absoluta (la mitad más uno). Y si consideramos que hasta el momento los convencionales no han escrito ningún artículo, cuando llegue el momento de votar por aquellos que tienen rango de normas constitucionales (que tienen un quorum de 2/3), es posible que no se llegue a ningún puerto y las maratónicas votaciones continúen.   

De la misma forma, que las izquierdas sean mayoría en la Convención Constitucional y no logren ponerse de acuerdo, devela el nulo espíritu en ceder por el bienestar del país. Igualmente, se demuestra que actúan obstruccionistamente negándose a negociar entre ellas como con las derechas.

Por último, las fuerzas izquierdistas son las mismas que serán parte del gobierno de Gabriel Boric, que se instaura el próximo 11 de marzo. Por esto, es probable que veamos igualmente una ausencia de ánimos dialogantes en el futuro gobierno frenteamplista.

En definitiva, y con la mitad del camino recorrido, el proceso constituyente no augura brindar a los chilenos la paz que se prometió en el Pacto por la Paz Social y la Nueva Constitución de noviembre de 2019. Al contrario, lo que ocurre dentro de este órgano es sintomático de cómo la anomia se ha apoderado del país. Pues, ya no solo está en las calles y en la cotidianeidad afectando la convivencia social, sino que también ha penetrado la institucionalidad. Así, la eventual nueva Constitución en nada augura entregar estabilidad, paz o progreso.

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