«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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o tendrán que atenerse a la consecuencias

El ‘católico’ Biden, decidido a imponer la agenda LGTB y el aborto al Tercer Mundo

Rápido, necesitamos un nuevo Kipling para que cante en sonoros versos la nueva Carga del Hombre Blanco, la sagrada misión de las naciones civilizadas para imponer a los atrasados nativos de tierras remotas las glorias de nuestra fe progresista, lo quieran o no.

Cantemos con Joe Biden:

Llevad la carga del Hombre Blanco.

Enviad adelante a los mejores de entre vosotros;

Vamos, atad a vuestros hijos al exilio

Para servir a las necesidades de vuestros cautivos;

Para servir, con equipo de combate,

A naciones tumultuosas y salvajes;

Vuestros recién conquistados y descontentos pueblos,

Mitad demonios y mitad niños.

Sí, el colonialismo a calzón quitado ha vuelto de la mano de un anciano desorientado que pregunta qué hace aquí a la mitad de un discurso. ¿No me creen? Lean, pues, su declaración de guerra civilizatoria a las naciones que aún se resisten a aceptar en toda su integridad el evangelio de la postmodernidad, especialmente en África:

“Cuando los gobiernos extranjeros toman la iniciativa de limitar los derechos de las personas LGBTQI o no consiguen hacer respetar las protecciones legales vigentes, contribuyendo así a un clima de intolerancia, las agencias dedicadas a la política exterior deben estudiar las respuestas apropiadas, incluyendo el uso de toda la gama de instrumentos diplomáticos o de ayuda o, si fuera el caso, de sanciones financieras, restricción de visados y otras acciones”.

Hubo un tiempo, hacia mediados del pasado siglo, en que la opinión progresista decía pestes del colonialismo, y se juzgaba el colmo del racismo y la xenofobia, ese afán de las metrópolis europeas por imponer a hoz y coz a los pueblos sometidos las creencias, costumbres y prejuicios de sus conquistadores. Ahora sabemos que todo el escarnio y la indignación se debía, no al principio de que no se deba imponer por la fuerza a otros pueblos ideas y visiones del mundo que les son ajenas, sino a que se trataba de las ideas y visiones equivocadas.

La redacción de la nota es estremecedoramente clara: o los países del Tercer Mundo acogen en su totalidad la agenda LGTB -con su matrimonio homosexual, su ideología de género, sus cuotas y preferencias- o tendrán que atenerse a la consecuencias: aislamiento internacional y cerrar el grifo de las ayudas… Por ahora. Estados Unidos tiene métodos aún más expeditivos para llevar a los países atrasados las bendiciones de su estilo de vida.

Y, con la agenda lavanda, el aborto, naturalmente. Eso tiene vieja data, al menos desde el Informe Kissinger, donde se decidió que había demasiados africanos para el gusto de Washington y había que iniciar una agresiva campaña malthusiana para diezmarlos: esterilizaciones masivas, aborto a mansalva, todo condicionado a ayudas que los países africanos recién independizados necesitaban desesperadamente. Pero con el primer presidente ‘católico’ desde Kennedy, el furor abortista se ha multiplicado, dentro y fuera, como vemos, de las fronteras de Estados Unidos.

Dentro: Ya hemos contado el proyecto de Biden (es una manera de hablar) de consagrar el aborto como derecho inalienable por los siglos de los siglos con una ley federal que haga fútil todo cambio en el Tribunal Supremo, cuya sentencia en el caso Roe contra Wade introdujo el aborto como derecho constitucional en todo el territorio en los setenta del pasado siglo. O, alternativamente, aumentar los miembros del Supremo para asegurarse una mayoría ‘de progreso’.

Fuera: Tras el lapso trumpiano, cuando Washington se oponía a la promoción del aborto desde la ONU (escondido bajo el eufemismo “derechos reproductivos”), Biden ha vuelto a la política de defender lo contrario y poner su peso geopolítico a favor de la extensión del aborto provocado por todo el planeta.

Realmente, entendemos el alivio vaticano de saber que al fin tenemos un católico al frente de la potencia más poderosa del planeta. Menos mal.

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