Si alguien tenía alguna duda sobre los objetivos del Comité del Paro, han quedado definidos: son un partido político que busca llegar al poder en 2022.
Lo grave del asunto es que la estrategia no es nueva y en Colombia ha demostrado ser exitosa: violencia con agenda por encima de los votos para obtener representación política. Las cosas como son. Hoy hay diez congresistas que no fueron elegidos, de hecho fueron rechazados en las urnas en el plebiscito de octubre de 2016, cuando la mayoría de quienes se presentaron a votar marcaron ‘NO’ en el tarjetón. Esos diez congresistas han estado del lado del paro, del grupo que se hace llamar “primera línea” y que se enfrenta a la policía cada vez que llega a despejar una vía o hacer valer los derechos de todos.
Más grave aún, es que el gobierno se sienta a “negociar” con el Comité del Paro como si fueran una inmensa fuerza política, más importante aún que el Congreso de la República, que cualquier partido político.
¿Para qué entonces el desgaste de una campaña electoral si bloqueando vías y tirando bombas molotov es suficiente para sentar al gobierno en una mesa?
El asunto no es de poca monta. “Primera línea” ha recibido por parte de la “Colombia Humana”, grupo político de Gustavo Petro, candidato presidencial por la izquierda más radical, elementos para poder enfrentarse a la policía (cascos, guantes, gafas de protección, etc.), sin que la Corte Suprema de Justicia tome alguna medida al respecto, encargada como está de investigar a los congresistas en ejercicio.
El omité del paro se sienta en la mesa con el gobierno como fuerza política “representativa” y los educadores de FECODE se encargan de enseñar las doctrinas revolucionarias en las aulas, comprometidos como están con activar su maquinaria para ganar las elecciones en 2022. Lo dice Nelson Alarcón, dirigente de FECODE y miembro del Comité del Paro:
“Esta es una de las tácticas: aquí tenemos que robustecer el movimiento, esto es para largo aliento. Esto es para llegar con miras al 2022 y seguir mucho más allá, para derrotar al Centro Democrático, para derrotar a la ultraderecha y llegar al poder en el 2022”.
¿Qué se está promoviendo desde las aulas en Colombia? Pues, en muchos casos, un discurso que insiste en ese esquema anacrónico de opresores y oprimidos. Basta recorrer algunas escuelas y colegios tomadas por ese movimiento político que hoy es FECODE, para ver imágenes del Ché Guevara, de Fidel Castro, Lenín, Marx y otros promotores de la gran tragedia del totalitarismo, enmarcado en discursos socialistas.
¿Qué puede hacer el Estado colombiano? Hacer valer la Constitución Política y la ley, promover un nuevo sistema educativo que le permita a las familias más pobres elegir en libertad el tipo de educación que quieren para sus hijos, sin obligarlos a asistir a centros de adoctrinamiento, donde algunos maestros ponen de primero su anhelo de “derrotar a la ultraderecha” y no de promover escenarios libres y objetivos de aprendizaje.
Mientras tanto, los niños en Colombia siguen en sus casas, pues FECODE se niega a regresar a clases, a pesar del plan del gobierno para que el regreso se dé la segunda semana de junio. El mismo Nelson Alarcón, promotor de las “tácticas” para ganar en 2022, decía que “el 25% de las sedes de las instituciones educativas no tiene ningún tipo de agua. Estamos hablando de 9.351 instituciones educativas públicas con más de 43.000 sedes (…) Donde haya las adecuaciones, claro que sí, hay que regresar. Nosotros no es que no queramos volver. El Gobierno no ha querido escuchar”.
Para un desinformado suena claro lo que dice el señor Alarcón, pero lo cierto, dicho por él también, es que todo es parte de una estrategia para tomarse el poder en 2022 “y seguir mucho más allá”.
El futuro de Colombia se define en este año electoral. Se enfrentan quienes aprendieron que la violencia es el mejor camino para llegar al poder contra quienes han hecho valer su derecho a votar en libertad, han cumplido la ley y se esfuerzan todos los días por salir adelante, sin pretender que el Estado les dé todo.