«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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ALGO SE HA ROTO PARA SIEMPRE EN LA DERECHA

El ‘lárguese’ de Monasterio a Iglesias y el miedo de los globalistas

Rocío Monasterio durante su intervención en el debate de la cadena SER.

¿Hueles eso? ¿Lo hueles, muchacho? Es el miedo de los globalistas. Nada en el mundo huele así. Huele a victoria.

No es un fantasma lo que, esta vez, recorre Europa, Occidente entero. Es hartura, es instinto de conservación in extremis, es la rana saltando de la olla donde empieza a cocerse.

Hoy, en vísperas de la Batalla de Madrid, agradecemos el azar que sitúa la gran apuesta tan cerca del día en que el pueblo de la Villa y Corte se levantó contra el francés.

No fue una Toma de la Bastilla, más bien fue lo opuesto. En la Francia prerrevolucionaria la revolución llevaba décadas siendo el juego de mesa favorito de las élites, los salones elegantes donde se mimaba a ‘les philosophes’ que sembraban futuras guillotinas entre duquesas jugando a ser pastoras y aristócratas coqueteando con el Buen Salvaje.

Nosotros no tuvimos eso el 2 de mayo de 1808. Las élites estaban del otro lado, el poder estaba del otro lado, los cañones, los recursos, la organización, los ‘maitres à penser’, todo. De este lado estaba eso que tan pocas veces es verdad en una revolución: el pueblo. O, si lo prefiere Pablo Manuel, “la gente”.

Tiendo al desánimo, y los tiempos ayudan a tirar la toalla, a aceptar el Gran Reinicio, no poseer nada y ser feliz con nuestro Big Mac de cucarachas y fiados a la voluntad de este totalitarismo blando de delatores por lo privado y comités fantasma.

Pero, como diría también Pablo Manuel, algo se ha roto. Es, a menudo, un solo gesto el que le da la vuelta a todo, o el que expresa que todo empieza a cambiar, que hay esperanza, por pequeña que sea. En mi modesta opinión, fue cuando Rocío Monasterio le vio el órdago al penene narcisista, el ‘miles gloriosus’ de bar que sueña ser un Lenin bananero.

Debieron de pararse los relojes cuando Monasterio pronunció ese “lárguese”. Tantas cosas de disolvieron en ese momento, tantas cobardías, tantas mezquindades que parecían inscritas en piedra en el guion de nuestra democracia. La marea empezaba a cambiar en ese momento.

Y de repente la desesperación se hizo visible, el sudor frío de quienes ven que las viejas palancas no funcionan, que los ensalmos sagrados que paralizaban al rival ya no funcionan. Y, en la vieja tradición de los hombres, tratan de subir la apuesta aumentando la dosis hasta el ridículo.

Jordi Évole saca a un nazi, ese sagrado unicornio de la izquierda, ese yeti inhallable, ese hombre del saco que se invoca para que la derechita se coma la sopa.

‘Fascista’ ya no basta, no funciona. Ayuso se rio de sus esfuerzos y ahora Almeida ha hecho lo propio, ya no hay magia en la palabra, aunque los medios afectos finjan escandalizarse y jugar al más estúpido de los “¡te pillé!”. Dadle al botón hasta que se os embote el dedo, ya es tarde. Así que ahora son los nazis, una aberración histórica en Alemania que fue enterrada y finiquitada bajo una montaña de cadáveres, sin continuación posible.

Antonio Maestre, tertuliano fiable, tuitea la desesperación: “En Vallecas hubo otro ejemplo. Abascal estuvo repitiendo de manera sistemática que había tenido que dar 18 pasos hasta los antifas. 18 no es una casualidad, es otro ejemplo de criptomensaje neonazi. 1 y 8 son las letras del abecedario A y H que usan para referirse a Adolf Hitler”. ¿Alguien tiene un gorrito de papel de plata para Antonio? Estoy seguro de que si combina bien las mediciones de la Pirámide de Keops podrá demostrar que la hicieron los anunakis. Esperen, que tiene otro, referido a un jugador del que ignoro hasta la disciplina deportiva: “Y es cierto que también lleva el número 18 en la foto. Que en el simbolismo nazi se refiere a Adolf Hitler por la posición de las letras en el alfabeto”.

¿No lo huelen ustedes también? 

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