«Otro vendrá que bueno me hará» es un refrán español de consuelo para amantes insatisfactorios y líderes desastrosos que se cumple con deprimente frecuencia. Y tiene toda la pinta de poder aplicarse al relevo en la red social Twitter, cuya cabeza visible deja el cofundador, Jack Dorsey, el hombre que expulsó para siempre a un presidente estadounidense en ejercicio de su plataforma, para dar paso como nuevo CEO a un directivo de la empresa, Parag Agrawal, que promete dejar a Dorsey como un adalid de la libertad de expresión. Abróchense los cinturones, usuarios conservadores de Twitter, que empieza la gran purga.
Twitter, con Dorsey a la cabeza, lideró la campaña de demonización y censura de la opinión contraria a la dogmática progre que ha convertido las redes sociales, un foro esencial de información y comunicación en nuestro tiempo, en una maquinaria global al servicio del ideario progresista. Fueron célebres sus expulsiones ‘ad aeternum’ de voces críticas como el propio presidente Donald Trump, así como la imposibilidad de compartir la meticulosa investigación del New York Post sobre el contenido escandaloso del portátil de Hunter Biden, el hijo calavera del presunto presidente Biden, justo antes de las elecciones presidenciales, la censura de toda información que dudase de la absoluta limpieza del recuento electoral o que se apartase un milímetro de las cambiantes posturas oficiales sobre la pandemia.
Pero Dorsey todavía pretendía cierta sumisión a la Primera Enmienda, definiendo Twitter como «el ala de la libertad de expresión del partido de la libertad de expresión». Aún quedaban resquicios en esta red ultraizquierdistas, resquicios que Agrawal tiene todos los indicios de eliminar. Para muestra, un botón en forma de un tuit del nuevo CEO: «Si no van a distinguir entre musulmanes y extremistas, entonces, ¿por qué debería yo distinguir entre blancos y racistas?». Ya ven: si es usted blanco, para el CEO de Twitter es usted un racista. Y a los racistas no se les responde, se les combate. O se les censura.
Queremos pensar que Agrawal lamenta ahora profundamente hacer públicos sus prejuicios de una manera tan clara, sobre todo teniendo en cuenta que los usuarios blancos deben constituir un porcentaje bastante significativo de sus ‘clientes’. Pero no pondría la mano en el fuego.
Sobre todo, porque el racismo antiblanco es ya parte de la cultura convencional en Estados Unidos, y muy especialmente entre las grandes empresas, gracias al trágala de la Teoría Racial Crítica, que podría resumirse en tres postulados: a) todos los blancos son racistas por el mismo hecho de ser blanco; b) todo lo que hacen los blancos, así sea echarse la siesta o elegir una marca de café está teñido de ese racismo primordial y c) ningún miembro de otra raza puede ser racista.
Y nuestro hombre, casi totalmente desconocido hasta hoy en el panorama tecnológico, no va a tener compasión. En una entrevista para la Technology Review del MIT el año pasado, cuando era Director Tecnológico de Twitter, Agrawal aseguró que la libertad de expresión ya no era el centro de interés de la empresa. «Nuestra función no es quedar supeditados a la Primera Enmienda; nuestro papel es contribuir a una conversación pública sana (?) y nuestras iniciativas reflejarán aquellas cosas que estamos convencidos de que llevan a una conversación pública más sana», dijo.