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Crímenes del castrochavismo sin castigo

El poder de la corrupción: cronología de los escándalos de Evo Morales

El expresidente boliviano Evo Morales reacciona durante una entrevista con Reuters, en Buenos Aires, Argentina. Foto de archivo Mar 2, 2020. REUTERS/Agustin Marcarian

La política corrupta, como la historia, es algo que puede tener infinitos bises, que se repite, que vuelve sobre los pueblos, siempre igual a sí misma cuando nadie lo impide. Por ello resulta muy curioso analizar el pasado y el triste destino al que algunos países están, irremediablemente, condenados a vivir.

Bolivia es un ejemplo claro.

Se cumple en estos días el aniversario de la abrupta y ordinaria dimisión de Evo Morales y de su inmediata huida al exilio, pero, paradójicamente, coincide esa efeméride con el triunfo, muy reciente, del que fuera su delfín, Luis Arce, conocido como Lucho, y su inmediata consecuencia: la vuelta al poder del Movimiento al Socialismo (MAS), la formación del expresidente boliviano. ¿Cómo explicar, entonces, el éxito de un partido que perdió, doce meses atrás, el apoyo del Ejército y cuyo presidente a la sazón huyó por la puerta trasera, con abucheos, protestas y denuncias de fraude electoral?

Está por ver qué ocurre en los próximos meses —Evo Morales volverá a Bolivia la semana que viene después de que la Fiscalía controlada por el socialismo triunfante retirara los cargos contra él— pero el precedente no es bueno.

Bolivia soportó durante catorce años los vicios, la perdición, la cizaña y la podredumbre de Evo Morales. Y en todo ese tiempo su Gobierno estuvo salpicado por unos cuantos escándalos. Pese a que Morales ensalzó su política y repitió en cada una de sus reelecciones que su país era el más fuerte de la región y el que más había crecido en Sudamérica, hubo muchos medios bolivianos que, en sucesivas entrevistas realizadas por CNN, lo desmintieron, declarando en antena que la bonanza económica era una impostura, un fuego fatuo que ocultaba las cifras reales de desempleo y las carencias en áreas de salud y comercio.  También el analista Carlos Toranzo justificó en varios artículos que el gobierno de Evo Morales no era más que la culminación de un mandato de soberbia, corrupción y violación de normas éticas. Buena prueba de ello son los escándalos cosechados a lo largo de los últimos años.

  1. Un hijo imaginario. En el año 2016 un periodista informó de un posible caso de tráfico de influencias por parte de la gerente comercial de la compañía china CAMC, Gabriela Zapata, que implicaba a Morales por la existencia del hijo que, al parecer, ambos habían concebido. Aquella historia sorprendió a una Bolivia que pasó del asombro a la conmoción cuando su entonces presidente declaró que el pequeño había nacido en 2007 y fallecido a los pocos meses. Semanas después de que este escándalo saliera a la luz, Evo Morales accedió, para acallar los rumores que día a día iban surgiendo, a realizarse una prueba de paternidad. Gabriela Zapata, sin embargo, no se prestó a ello. Fue un patinazo que dio pie a la resolución final y a un alboroto más que agitó las aguas del gobierno: en mayo de ese mismo año, una juez de La Paz, concluyó que no había prueba alguna de la existencia del niño, pero archivó la demanda presentada por Evo Morales. Un año después, a mediados del 2017, Zapata fue juzgada y condenada a diez años de cárcel por delitos de legitimación de ganancias ilícitas, falsedad ideológica, uso de pruebas falsas, contribuciones y abuso de bienes y servicios públicos. 
  2. La obstinación por el poder. En noviembre de 2017 Evo Morales logró que el Tribunal Constitucional de Bolivia le diera luz verde a la posibilidad de postularse como candidato a las presidenciales de 2019, pese a que su mandato debía terminar en 2020. El fallo del alto tribunal violó el deseo del 51,3% de los bolivianos que, en el referéndum de 2016, votaron que no a un cuarto mandato de Morales. Éste, fiel a su conducta totalitaria, aseguró que su reelección garantizaría una continuidad democrática y la estabilidad y dignidad del pueblo boliviano. Lo peor, como en todas las dictaduras de izquierda, estaba por llegar. 
  3. Corrupción millonaria en el Fondo Indígena. En el año 2015 saltó por los aires la corruptela encubierta del Fondo Indígena, una institución destacada del gobierno de Evo Morales. La intención del proyecto, hasta que Morales llegó al poder, no era otra más que potenciar acciones conducentes al desarrollo de las zonas campesinas. A partir del 2006, fecha del inicio de su mandato, los buenos propósitos fueron echados por la borda. La Fiscalía General del Estado boliviano había destinado casi siete millones de dólares para financiar cuarenta y nueve proyectos del Fondo, pero el gobierno de Morales comenzó a instrumentalizar sus recursos con fines políticos. Muchos de los dirigentes indígenas que sucumbieron a la corrupción fueron, literalmente, prostituidos mientras el gobierno transfería gran parte de los recursos a cuentas propias y de particulares. El del Fondo Indígena fue el caso de corrupción más grande y destructivo para el Movimiento Socialista. Fue el claro reflejo de hasta dónde llega el nivel de corrupción e impunidad que reina en el Estado Boliviano. La sentencia pertinente concluyó que existían ciento cincuenta y tres proyectos que, sin ser ejecutados, ya habían sido pagados. La Fiscalía detectó a más de dos mil involucrados en el manejo irregular de los fondos y un daño económico de casi 200 millones de bolivianos. Hubo veinticuatro arrestados y casi trescientos investigados. Muchos de ellos eran colaboradores de Evo Morales. Éste último, sorprendentemente, se libró de las acusaciones y sentencias. 
  4. El despilfarro y la ostentación. En el año 2014 Evo Morales decidió invertir treinta y seis millones de dólares en la construcción de una nueva sede para el Gobierno de Bolivia y cuya inversión debía interpretarse como un símbolo de fuerza, capacidad, altura y esperanza para el pueblo. No fue el gasto el único epicentro de la polémica. En julio de 2017, esa construcción, que cuenta hasta con un helipuerto, generó un caluroso enfrentamiento dialéctico entre el expresidente Carlos de Mesa (2003-2005) y el entonces vicepresidente, García Linera. Para Mesa, esa construcción era, en palabras textuales, un verdadero engendro que afectaba a la imagen arquitectónica de la sede de gobierno. García Linera respondió acusando al expresidente de aferrarse a una estética republicana, racista, clasista y excluyente. 
  5. La subyugación del Ejército. Músicos y compositores de la unidad del Ejército compusieron un himno para rendir honores a Evo Morales y reconocer su lucha por la liberación económica, política y social del país. En este caso, el escándalo se produjo cuando el diario El Deber se hizo eco de un mensaje que ya circulaba por redes y que aseguraba que la décima división del Ejército de Bolivia iba a imponer, a partir del 30 de mayo de 2016, la obligación de que todas las unidades militares de esa jurisdicción tendrían que entonar el himno. 
  6. El derribo del Código Penal. Como consecuencia de las numerosas protestas que durante semanas encabezaron diferentes sectores, entre ellos los médicos, Evo Morales respondió de manera totalitaria a esas reacciones, anunciando la derogación completa del Código Penal y asegurándose, de ese modo, la posibilidad de sancionar con penas de cárcel la mala praxis médica. 
  7. El terrorismo. En julio de este año, la Fiscalía boliviana imputó a Evo Morales por delitos de terrorismo y de financión del mismo, pidiendo su detención preventiva. A día de hoy cae sobre Morales, que permanece refugiado en Argentina, la acusación de impulsar desde su exilio las revueltas callejeras que se produjeron los días sucesivos a su huída de Bolivia. 
  8. Los escándalos sexuales. También en el verano de este año saltó a los medios de comunicación una acusación para Evo Morales de enorme impacto: la denuncia de haber mantenido una relación pedófila con una joven, que empezó cuando ésta aún no había cumplido la mayoría de edad y tenía sólo catorce años. 

El de Evo Morales fue un mandato largo, excesivo y plagado de ambiciones, mentiras y corrupción. Los ejemplos citados bastan para refrendar esa opinión. Aunque hubo otros: la masacre del hotel Las Américas en Santa Cruz, la de Pando, la de Chaparina, el frustrado intento de construir una carretera por el Tipnis, el último fraude electoral… 

Por todo ello, el paso de Evo Morales podría definirse como un abismo infinito entre el discurso y la práctica, entre lo que parecía que iba a ser y lo que finalmente fue, entre las promesas electorales y la cruda realidad y entre la escandalosa corrupción y su sorprendente impunidad.

Bolivia no es la única que padece el peso del poder castrochavista. Algunas otras, como Cuba o Venezuela, se rigen por poderes, a menudo criminales, que encuentran en la política su arma más valiosa: una careta para llevar a cabo la delincuencia, la corrupción transnacional y, de paso, alzarse con el poder por la fuerza y de facto. Clamorosos son también los casos de Nicaragua o Ecuador, con Rafael Correa a la cabeza. En todas las citadas se pueden identificar las conductas de Fidel Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Daniel Ortega o Rafael Correa, conocidos también por su delincuencia y malas artes para alcanzar el poder y no soltarlo.

Son, en definitiva, cabecillas, dictadores que pasan, al precio que sea, por encima de la Ley alcanzando, en no pocas ocasiones, formas muy dispares de violencia y una corrupción sin medida. La ley, dijo el Marqués de Sade, sólo existe para los pobres. Los poderosos la desobedecen cuando quieren, y lo hacen sin recibir castigo alguno porque no hay juez en el mundo que no pueda comprarse con dinero. Se escribió esta frase a mediados del siglo dieciocho. Hoy, casi dos siglos después, nada ha cambiado y todo sigue igual. 

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