Tras la violencia desatada en las últimas semanas en Chile, Bolivia y Perú, ahora ha llegado el turno de Guatemala. Una manifestación de «colectivos» de izquierdas ha terminado con el asalto al Congreso guatemalteco y el incendio del Parlamento, lo que ha obligado a intervenir a los bomberos y a la Policía Nacional, que logró desalojar el edificio con el lanzamiento de bombas lacrimógenas , lo que obligó a los cientos de asaltantes, la mayoría encapuchados, a dispersarse por las calles adyacentes al edificio que ardía en llamas.
El motivo ‘oficial’ de la manifestación (‘pacífica’, según los convocantes) es el de protestar por la aprobación del Presupuesto del Estado para el ejercicio 2021 que fue validado por la mayoría oficialista tras la presentación de las cuentas por parte del Gobierno de Alejandro Giammattei.
Según fuentes de la Policía guatemalteca, el edificio se encontraba vacío de diputados en el momento del asalto, aunque todavía no hay confirmación de si el ataque ha causado víctimas entre los trabajadores del Parlamento, que se encuentra en el centro de la ciudad de Guatemala.
El presidente Giammattei, que antes de ayer tuvo que ver como su vicepresidente, Guillermo Castillo, le pedía la dimisión «para oxigenar la nación», declaró mediante mensajes en las redes sociales su respeto por las manifestaciones, pero que no permitirá «que se vandalice la propiedad pública o privada». Además, Giammattei recordó que estos presupuestos son los mayores de la historia.
En el último año, la violencia izquierdista se ha desatado en la mayoría de los países con gobiernos de centro-derecha, como es el caso de Guatemala, donde el presidente Giammattei es reconocido por sus posiciones conservadoras en defensa de la vida. La violencia comenzó en Chile. Más tarde Bolivia, Hace una semana, Perú. En todos los casos, gobiernos moderados han optado por enfrentarse a esta violencia con el diálogo y la negociación, con resultados negativos para los propios ejecutivos. El mejor ejemplo es el caso de Bolivia, donde la debilidad del Gobierno interino de Jeanine Áñez ha provocado el regreso del fugado Evo Morales a Bolivia tras la elección del socialista del MAS Luis Arce como nuevo presidente de la nación.
La moderada Jeanine Áñez encara ahora querellas por ‘genocidio’ impulsadas por el renovado poder socialista en Bolivia.