«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Bajo la coartada de que 'demasiada democracia mata a la democracia'

El sufragio universal, en riesgo: el plan de las élites para evitar ‘sorpresas desagradables’ en las urnas

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Elecciones en Francia. Europa Press.

El sufragio universal está a punto de ser considerado el penúltimo vestigio del fascismo. El sistema lleva una década tambaleándose más de la cuenta en todo occidente y no es descartable que reaccione fulminando uno de sus principios fundamentales: el voto universal, esto es, que los ciudadanos mayores de edad de toda clase y condición elijan a sus gobernantes.

Uno de los pilares básicos de todas las democracias liberales occidentales está ahora en riesgo por los resultados inesperados en las urnas de los últimos tiempos. 2016 pasará a la historia como el año en que el pueblo se rebeló contra las élites sin que casi nadie lo advirtiera. La victoria de Trump en Estados Unidos contra el aparato de su propio partido y el 99% de los medios de comunicación supuso una dura indigestión de la que el establishment aún no se ha recuperado. Más si cabe, por haberse producido meses después del Brexit y el rechazo a ‘los acuerdos de paz’ entre el Gobierno de Colombia y las FARC.

Entonces tanto el pueblo británico como el colombiano votaron en contra de los intereses de sus respectivos gobiernos que convocaron los referendos convencidos de que el resultado sería satisfactorio. En el primer caso, para que el Reino Unido permaneciera en la Unión Europea; en el segundo, para legitimar los acuerdos entre el Ejecutivo de Juan Manuel Santos y la guerrilla terrorista colombiana. Sucedió todo lo contrario. Un inesperado fallo en Matrix cogió con el paso cambiado a las élites que, seguras del poder de persuasión de la inmensa mayoría de medios de comunicación, no esperaban ningún contratiempo.

Para evitar más sorpresas desagradables como la que Le Pen estuvo a punto de dar en Francia la semana pasada, la oligarquía tiene un plan que, desde luego, impondrá sin consultar a los ciudadanos. Bajo la coartada de que “demasiada democracia mata a la democracia” las élites llevan tiempo dándole vueltas a un asunto nuclear: ¿cómo arrebatar al pueblo el derecho al voto sin parecer una medida antidemocrática? Si nos quitan la posibilidad de votar es por el mismo motivo por el que el Foro de Davos nos advierte del mundo feliz que nos están preparando sin sueldos dignos, sin carne, sin casa y sin coche: “no tendrás nada y serás feliz”.

Se abren varias posibilidades. Una de ellas sería establecer un sistema en que sólo acceda al sufragio quien pase un examen, una especie de test político diseñado por quienes mandan, algo parecido a educación para la ciudadanía, pero para adultos. Un filtro que, desde luego, se aplicaría de facto como cordón sanitario contra aquellas personas cuyas opiniones y principios sean inadmisibles para el sistema. De esta manera se garantizaría que a las urnas sólo acudiera quien comulgara con la doctrina oficial. Todo atado y bien atado, ¿no es maravilloso?

Otra opción sería la de retrasar la edad de voto y restringirla a los jubilados. O lo que es lo mismo: que sólo vote quien pague impuestos. Eutanasia democrática para el jubilado. Así lo expuso en 2017 el escritor Ignacio Vidal-Folch en El Mundo en una esclarecedora tribuna titulada “Contra el sufragio universal”. En ella abogaba por “restringir el derecho al voto a los ciudadanos de entre 28 y 65 años”. Su explicación se basaba en que “más joven, uno es disparatado; y más viejo está ya para el arrastre, no aporta gran cosa, salvo las chuches a los nietecitos, y no se entiende por qué motivo debería participar en el plan de un futuro del que, por ley de vida, estará ausente”. Los viejos, y este es otro debate contemporáneo, molestan y deben desaparecer.

Los parados, al no contribuir a la hucha común, tampoco podrían participar en las votaciones según Vidal-Folch: “Ya que al fin y al cabo lo que hace el Estado es gestionar de forma más o menos operativa el dinero que recauda, y dado que el dinero es el único lenguaje en que nos entendemos, el único lenguaje universal, el derecho al voto podría limitarse a aquellos ciudadanos que pagan impuestos: sólo quienes sostienen el Estado tienen derecho democrático a decidir lo que éste haga con su dinero. Absténganse las clases pasivas y los desempleados”.

Claro que estas reflexiones no son espontáneas. El dueño del balón va perdiendo y quiere cambiar las reglas en mitad del partido, así que el sufragio universal no sería discutido si el globalismo no hubiera obtenido derrotas tan dolorosas en los últimos años. Por ello, la imposición de la ideología globalista, a pesar de sus formidables avances en todo occidente, se encuentra cada vez con mayores resistencias en naciones tan dispares como Estados Unidos, Reino Unido, Francia, España, Italia, Hungría, Polonia, República Checa o Portugal. En todas ellas han crecido fuerzas políticas que abogan por la recuperación de la soberanía nacional, algo inaceptable para quienes habían anunciado el fin de la historia y se habían proclamado los únicos actores legítimos en las democracias liberales. De ahí que se atrevan ahora a plantear la eliminación del sufragio universal, esencia de la democracia, sin mayores dilemas.

Esta aniquilación del enemigo tan escrupulosamente democrática demuestra que hay poco margen para la disidencia. Algo así predijo en 1970 el doctor en Ciencias Políticas, Zbigniew Brzezinski: “En las próximas décadas va a resultar prácticamente imposible la existencia de un pensamiento propio”.

Por último, cabe preguntarse por la infalibilidad de las élites. Como mínimo se trata de una oligarquía sobrevalorada, pues dominando los organismos supranacionales como la ONU, el FMI o la UE, los grandes medios de comunicación, las multinacionales, la industria del cine y el entretenimiento, la educación y cultura en todos los países de occidente, y las grandes tecnológicas como Google, Twitter, Facebook o Amazon donde se aplica la censura hasta al mismísimo presidente de los EEUU, son incapaces de imponer su rodillo. Veremos si lo logran eliminando el sufragio universal.

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