Marine Le Pen, líder de la soberanista Agrupación Nacional, ha reconocido la derrota frente al presidente Emmanuel Macron antes de que se haya completado el escrutinio, cuando el recuento indica ya que su rival ha obtenido el 58,2% del voto frente al 41,8% para la veterana política.
Macron, pese a tener todo el viento de popa -desde la totalidad del espectro político nacional, a excepción de la Reconquista de Zemmour, a todo el panorama político occidental, multinacionales, finanzas, grandes medios y mundo de la cultura- ha perdido una importante proporción del voto, pero no ha sido suficiente para que el soberanismo alcance el Elíseo.
Si este día debe destacar por algo noticioso ha sido, precisamente, que Macron ha ganado por un margen mucho menor (menos de un 20%) que el 33% con el que superó a su rival la última vez, reflejo de una Francia más dividida que nunca, incluso enfrentada.
Durante un mitin después de la votación, Le Pen ha hecho hincapié en que los resultados «representan una victoria impresionante». «Millones de personas votaron por el campo nacional y por el cambio». Ahora, su partido quiere poner toda la atención en las parlamentarias a la vuelta de la esquina. Pero hay Macron para cinco largos, larguísimos años.
Mientras, en Wall Street y en Bruselas han dejado escapar un enorme suspiro de alivio. Ni siquiera la victoria del «brexit» en el ya lejano referéndum británico se acerca a la conmoción que hubiera supuesto para el proyecto europeo y a los planes del globalismo internacional una victoria de Marine Le Pen, que los mercados financieros, siempre temerosos, ya habían anticipado.
La victoria convierte a Macron en el primer presidente francés en ganar un segundo mandato en dos décadas, el primero desde Jacques Chirac, quien dejó el cargo en 2007.
En su visión de Europa, Macron mantiene su línea característica de fortalecer la soberanía europea con proyectos que podrían incluir una mayor inversión conjunta. Le Pen, que en las pasadas elecciones asustó a la envejecida población francesa con sus insinuaciones de salir de la Unión Europea, ha virado en este sentido y ya se conforma con la visión de Visegrado, es decir, la de hacer de la UE lo que se supone que debería ser, una alianza flexible de naciones libres y soberanas donde la ley de cada país tenga preferencia sobre las directivas emanadas desde Bruselas.
La primera vuelta dio alas a la esperanza en las filas soberanistas, pero el presidente se valió de todas las ventajas que otorga la presidencia para recuperar una ventaja decisiva. Marine pudo cerrar la brecha durante casi tres horas de debate en vivo con Macron el miércoles. Pero el presidente tuvo la habilidad de centrar el debate en todas aquellas iniciativas que pudieran presentar a Le Pen como una «peligrosa populista», incluyendo su propuesta de una ley que prohíba el uso del velo islámico.
La pregunta ahora es si las tendencias demográficas en curso, que se están acelerando en los últimos tiempos, permitirán que la Francia de dentro de cinco años pueda todavía salvar la identidad del país.