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MÁS DE OCHO MILLONES ENTREGAN EL PODER AL FORO DE SAO PAULO

El desprecio al apellido Fujimori pone a Perú en manos del comunismo bolivariano

El comunista Pedro Castillo celebra la victoria en las presidenciales al 90% escrutado. Reuters

El voto radical y el desprecio irracional que genera el apellido Fujimori en muchos votantes es la suma fatídica que podría entregarle el Perú a los conspiradores y tiranos del Foro de Sao Paulo; eso sí, con un margen reducido. En los últimos meses, el país andino ha alcanzado niveles de polarización alarmantes, superando incluso la tensión de los comicios de 2006 cuando se enfrentaron el chavista Ollanta Humala y el socialdemócrata Alan García.

Más de ocho millones de peruanos han preferido la incertidumbre, el hambre y el terror que encarna el comunismo, antes que votar por Keiko Fujimori. El antifujimorismo, colectivo heterogéneo que aglutina a la izquierda, el centro y la derechita liberal, ya le había cerrado las puertas de Palacio de Gobierno a la lideresa de Fuerza Popular en 2011 y 2016. El peso de los delitos de su padre Alberto, preso por crímenes de lesa humanidad, así como las acusaciones en su contra por presunto lavado de activos y obstrucción a la justicia; pero sobre todo el odio y la necedad, definen la elección presidencial más importante de la historia reciente.

Tanto Lima Metropolitana, la gigantesca y caótica capital que alberga a un tercio de la población peruana, así como las regiones agroexportadora -las provincias del norte y el departamento de Ica-, se tiñeron de naranja -el color partidario de Fujimori; mientras que la sierra, en especial el sur andino, se inclinaron por el modelo arcaico, empobrecedor y revanchista de la izquierda que no logra desvincularse de las organizaciones terroristas marxistas-leninistas-maoístas.

Respecto al triunfo arrasador que tuvo Castillo en muchas provincias de la sierra, sobre todo en las ciudades y pueblos de la macrorregión sur, César Félix Sánchez, licenciado en literatura por la Universidad Nacional de San Agustín (Arequipa) y filósofo por la Pontificia Universidad Urbaniana (Roma), considera que habrían tres factores, uno social e ideológico -de menor alcance-, otro de identificación con el candidato por razones étnicas o de clase social, y el sentimiento de rechazo a Keiko Fujimori, el antifujimorismo.

“En la macrorregión sur, donde vivo, se han unido tres factores que han ayudado a Castillo a imponerse sobre Fujimori. Primero, el factor social e ideológico, que me atrevo a decir, es el menor. A partir de la década del 60 del siglo pasado, la izquierda extrema, a veces con la ayuda del clero, ha tenido una importante labor de influencia y agitación en el pueblo. Cuando menciono al clero, me refiero a la jerarquía eclesiástica y a los lugares donde la teología de la liberación y sus múltiples versiones tuvieron un gran impacto, como ocurrió en Cajamarca y Puno. Cajamarca, en la sierra norte, es la región de donde es originario el señor Pedro Castillo, si bien este es protestante. Aunque, antes de la elección del domingo, asistió curiosamente a una iglesia católica, quizá porque ahí su electorado es muy grande y de mayoría católica por herencia cultural. Por otro lado, Castillo ha ganado en Puno casi bordeando el 90%. A la teología de la liberación habría que sumar la reforma agraria impulsada por la dictadura del general Juan Velasco, que destruye a las clases medias rurales, y al terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA [Movimiento Revolucionario Túpac Amaru] que hizo su parte desde la década del 80. A partir de entonces, quedan desarticuladas las regiones, y la única fuente de subsistencia, aparte de una agricultura incipiente, es el aparato estatal. Las élites dejan de ser comerciantes y hacendados para convertirse en funcionarios públicos. Lo más cercano a una élite en estas localidades son burócratas y profesores, gente que vive del erario público, del Estado. Eso genera una cultura política dominada por la mediocridad. Lo que ha llevado a la ideologización izquierdista es la destrucción de sus liderazgos locales”, explica.

Para Sánchez, dedicado a la antropología filosófica, la investigación histórica y de las ideas en Latinoamérica, si bien Fujimori llegó a prácticamente empatar en 2016 al liberal Pedro Pablo Kuczynski en la segunda vuelta en algunas provincias arequipeñas como Condesuyos, Camaná y la Unión, estas se han volteado completamente a favor de Castillo en esta elección 2021 debido a que un importante cantidad de peruanos que habitan esta zona ejerce su voto por razones de representatividad, sin importar la doctrina del candidato.

“Hay un importante sector en estas provincias que ejerce su voto de acuerdo a factores de representación sensible y pasional. Es decir, se identifican con un candidato que parezca cercano al pueblo. Keiko Fujimori en 2016 se percibía así frente a Kuczynski. Pero ahora ese factor pasó a favorecer a Pedro Castillo. El antifujimorismo, el componente pasional, ha sido determinante, incluso en las personas que prevén que un gobierno de izquierda radical sea desastroso, pero sorprendentemente votan por este con excusas seudo morales o de dignidad, pero terminan aprovisionándose de alimentos y dólares temerosos de cualquier crisis o estallido social”, apunta.

Sánchez cree que la única manera en que las regiones que en esta elección han demostrado su rechazo al sistema de libre mercado, en especial las del sur peruano -donde abundan los conflictos sociales, particularmente por los proyectos mineros y energéticos-, puedan sentirse reivindicadas, integradas y no caigan seducidas por el voto radical, es que aparezca una derecha que deslinde del fujimorismo y tenga proyección popular.

Un candidato de derecha no fujimorista y de arraigo popular podría capitalizar el voto que captura la izquierda en estas regiones. Además, tiene que comunicarse simbólicamente con esta población. Porque el criterio de representación simbólica por el que la gente vota por Castillo tiene que ver por como luce, por como él se parece a ellos y en lo que piensan y quieren hacer. No es suficiente que un candidato sea una persona brillante, sino que encarne al pueblo, incluso en sus carencias. Castillo se comunica simbólicamente al usar su sombrero de paja. No interesa que individualmente sea un incapaz, sino que su ethos represente al pueblo. Para este público no sirve una derecha que cuenta con un empresario pragmático y exitoso como candidato, con esta oferta nunca van a comunicar con el sur del Perú. El candidato tiene que reflejar un grado de identificación simbólica por un aspecto identitario, sea étnico o religioso”, advierte.

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