Aunque moralmente existan cosas mucho peores, es propio de nuestro tiempo poner como ejemplo supremo de la crueldad torturar cachorros. Y de eso se le acusa ahora, siquiera indirectamente, al cada vez más acorralado Dr. Anthony Fauci, máxima autoridad norteamericana contra la pandemia.
En respuesta a un informe elaborado por la ONG White Coat Waste Project, políticos demócratas y republicanos han firmado esta semana una carta en la que exigen saber por qué el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID), uno de los 27 departamentos en que se dividen los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos, financiaron parcialmente un experimento en el que se atrapaban en jaulas de cristal las cabezas de unos beagles mientras enjambres de hambrientas moscas de arena los devoraban vivos. Anthony Fauci, como jefe tanto del NIH como de NIAID, es responsable último de los experimentos llevados a cabo por estos organismos, que debe aprobar.
Según The Hill, los beagles fueron infectados con parásitos patógenos para probar en ellos un fármaco experimental. El experimento se realizó en un laboratorio tunecino, donde hasta 44 cachorros de beagle sufrieron lo que la diputada Nancy Mace califica de “abuso cruel y censurable del dinero de los contribuyentes”.
Para acallar el incesante y sobrecogedor coro de ladridos, se extirparon previamente las cuerdas vocales a los cachorros.
Ni Fauci en particular ni NIAID en general han respondido a la carta de protesta de estos 23 diputados de los dos partidos dominantes en la política norteamericana.