«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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UN GESTO INACEPTABLE DE SUMISIÓN ANTE EL AUTORITARISMO

Inglaterra, otra vez de rodillas ante el mal

Para mayo del año 1938 ya no había mandatarios que ignoraran quién era Adolf Hitler y hacia dónde se dirigía su régimen. Para esa época pocas personas de a pie ignoraban la nefasta naturaleza del nazismo. Sin embargo, en el partido de fútbol entre Alemania e Inglaterra del 14 de mayo de 1938 en el Estadio Olímpico de Berlín, la selección de fútbol de Inglaterra homenajeó al nazismo haciendo su clásico saludo mientras sonaba el himno alemán. Fue el mismísimo Neville Chamberlain quien solicitó al seleccionado británico realizar el saludo para congraciarse con Joseph Goebbels presente en el estadio. Un gesto, un simple y brutal gesto que explica una época.

Este año el equipo británico (y varios más), 83 años después, ha vuelto a humillarse ante la tiranía con un gesto arrodillándose mientras sonaba su himno, para congraciarse con otro movimiento totalitario que se escuda en la Teoría Crítica de la Raza (TCR). Fue el jugador de fútbol americano Colin Kaepernick uno de los primeros en arrodillarse para apoyar al movimiento Black Lives Matter (BLM) argumentando que “No voy a levantarme para mostrar mi orgullo por una bandera de un país que oprime a la gente negra”. Como un efecto dominó, muchos políticos y deportistas se han hincado de rodillas ante vaya uno a saber qué, para luchar contra el racismo, gesto que terminó transformándose en un tema de discusión en la Eurocopa donde los jugadores de Inglaterra, Bélgica, Suiza, Gales o Escocia lo adoptaron pretenciosamente. Prueba de que los enemigos de la libertad no tienen límites y de que la humanidad no ha aprendido nada.

Según esta teoría la esencia del ordenamiento occidental con su sistema político y económico es el causante de este mal y por tanto debe ser vencido

El movimiento Blacks Live Matter viene instrumentalizando casos policiales para apalancar la TCR, según la cual el mundo occidental es profundamente racista. Sugiere también que ese racismo es unidireccional de los blancos hacia los negros y que es un estigma que se trasmite de generación en generacion. Según esta teoría la esencia del ordenamiento occidental con su sistema político y económico es el causante de este mal y por tanto debe ser vencido. En virtud de esta premisa justifica aquellas manifestaciones “antirracistas” en las que se asalta, saquea o mata insistiendo que esto sería un resarcimiento por pretéritos momentos en los que los negros sufrieron esclavitud a causa de su raza, vale decir, una compensación justiciera.

En poquísimos años, esta idea de justicia racial ha dado lugar a un frente inorgánico llamado “woke” que permeó en empresas, gobiernos, universidades, ONG y en prácticamente toda la estructura simbólica occidental sin que nadie diga: momentito, ¿de qué hablamos? ¿A quién acusan de qué cosa y cómo lo van a probar? Sin decir ni pío se ha aceptado que todo blanco es ontológicamente racista y en consecuencia potencialmente partidario de la esclavitud.

Una concepción irracional se impone al gesto de arrodillarse, que es un gesto de sumisión. Contiene varias premisas absurdas como aceptar la responsabilidad personal por las acciones de toda la ascendencia blanca y por lo que, en teoría, hicieron los propios antepasados o, en su defecto, por lo que hace actualmente otra persona desconocida pero que comparte con uno la tonalidad de piel, el idioma o la religión. Así, un jugador blanco de Inglaterra se estaría arrodillando para mostrar sometimiento ante la totalidad de las personas negras actuales por sentirse responsable de lo que (él supone) sus ancestros le hicieron a los ancestros de los otros. La oración queda larga pero es porque es muy difícil tratar de explicar la insensatez.

Acá se imponen algunas cuestiones que parece necesario escampar. Vamos primero con la histórica: La esclavitud es una aberración antiquísima que considera a ciertos humanos como propiedad de otros para ser utilizados como objetos en la construcción, la agricultura, el servicio doméstico, el comercio sexual, etc. Los documentos históricos contienen pruebas de que la esclavitud era una institución muy antiguamente arraigada, generalmente vinculada a la guerra y a la conquista, aunque existieron otras formas de reducción a la esclavitud como la sanción penal o el pago de deudas. La posesión de esclavos se observa en fuentes documentales de Mesopotamia, Egipto, Grecia, Roma, Persia, imperios de América como el Inca o el Azteca, así como en China o India, pueblos nómadas de Arabia y europeos del Norte, como los vikingos. En África la reduccion a la esclavitud entre poblaciones locales es muy antigua y común. Cuando el comercio árabe y atlántico de esclavos comenzó, los sistemas esclavistas africanos ya estaban aceitados y pasaron a suministrar cautivos a los mercados esclavistas de otros continentes.

El comercio de esclavos más famoso, sobre el que se asienta exclusivamente la protesta “woke” y los reclamos de BLM que recrudecieron en la segunda década del siglo XXI, es el comercio atlántico de los siglos XVI a XIX. Este mercado comenzó a tomar volumen cuando los portugueses, buscando la ruta del comercio de especias, empezaron a descender por la costa africana y en el camino compraban esclavos a los comerciantes africanos y los vendían en Europa. En el siglo XVI, los españoles hicieron crecer este comercio porque necesitaban mano de obra esclava para explotar las plantaciones de tabaco y azúcar pero no podían extraerla de las colonias americanas porque las leyes de Indias prohibían expresamente la esclavitud de la población indígena. Ingleses, holandeses y franceses intensificaron este tráfico y se desarrolló a lo largo de los siglos XVII y XVIII el famoso comercio triangular, una ruta que partía de Europa con bienes manufacturados que intercambiaba con los traficantes africanos a cambio de esclavos que luego trasladaba a América y el producto de ese trabajo esclavo en América lo vendía de regreso en Europa. Este circuito se extiende por aproximadamente tres siglos y sus víctimas se estiman en más de doce millones de personas.

Tal vez el tema no tenga que ver con el racismo ni con la esclavitud. Tal vez sea sólo una patraña escenográfica que esconde un accionar político

Desde la Edad Media hasta el siglo XIX existió otro floreciente mercado de esclavos en las costas del norte de África, lo que hoy son Argelia, Túnez y Libia, a instancias del Imperio Otomano. Históricamente las sociedades musulmanas desde Arabia a África, de Persia a Indonesia y el Imperio Otomano o el Kanato de Crimea fueron sociedades basadas en la esclavitud cuyas víctimas se calculan en 18 millones de personas. Entre 1530 y 1780, casi 2 millones de europeos fueron esclavizados en el norte de África​ y otros 3 millones fueron vendidos por el Kanato de Crimea. Como los musulmanes no veían con buenos ojos esclavizar a quienes compartían su religión, millones de cristianos blancos fueron sometidos a esclavitud en las llamadas “razzias” que eran las capturas que los piratas berberiscos hacían en Italia, Francia, España y Portugal, Inglaterra, los Países Bajos o Islandia. Los esclavistas operaban en un mercado al aire libre en el Al-Souk al-Kebir donde los esclavos eran obligados a desfilar mientras los vendedores gritaban para atraer compradores. Hacia comienzos del Siglo XVIII, el Reino Unido tomó posesión de Gibraltar y los Estados de Berbería se vieron obligados a firmar tratados de no agresión, pero sus corsarios operaron hasta el siglo XIX. El comercio berberisco de esclavos llevó más europeos a los mercados del Magreb entre 1500 a 1650, que el comercio europeo de africanos a América durante la misma época. La lacra de la esclavitud fue padecida en toda la historia por personas de todos los colores, credos, sexos y nacionalidades.

Estos dos execrables circuitos de comercio de esclavos se terminaron hace siglos. Pero desgraciadamente la esclavitud no ha desaparecido y una cantidad de personas mucho mas grande que la suma de los comercios berberisco y atlántico permanecen esclavizadas, pero no en los lugares donde BLM promociona los ataques, sino justamente en África, en Mali, Benín, Burkina Faso, Guinea, Mauritania, Níger, Nigeria, Senegal y Sudán. Se trata de una práctica esclavista interafricana legitimada por mecanismos de casta y dominación locales que tenía varios siglos de arraigo antes de que los portugueses soñaran con aventurarse a esas costas. Es el mercado de esclavos más antiguo, numeroso y silenciado de la historia, contra el que nadie lucha, perpetrado con la más absoluta impunidad y por la que nadie osa siquiera manifestarse frente a las embajadas de esos gobiernos.

Hoy la esclavitud es intolerable para la moral de Occidente y es por eso que fue abolida, producto de la evolución de nuestra sociedad, de sus imperativos éticos y del desarrollo jurídico de la idea de derechos individuales que impera en nuestras constituciones. Nuestras sociedades modernas se asientan justamente en el reconocimiento de esos derechos, en la igualdad de las personas más allá del color de su piel, su linaje o religión. Pero no siempre fue así y es bien cierto que quienes nos precedieron y a quienes admiramos por su accionar político, filosófico, artístico o científico tuvieron esclavos, práctica que era habitual y socialmente aceptada. Fue justamente el desarrollo de nuestra política, filosofía, arte y ciencia la que maduró esta evolución gracias a la cual hoy nos parece una aberración.

Atendiendo entonces a esta cuestión cabe preguntarse ¿Por qué las vidas negras que actualmente están siendo esclavizadas a nadie importan y las protestas se centran en las culturas que efectivamente abolieron la esclavitud? Tal vez el tema no tenga que ver con el racismo ni con la esclavitud. Tal vez sea sólo una patraña escenográfica que esconde un accionar político y al que los esclavos negros actuales no le resultan funcionales. Las manifestaciones de estos tiempos en América de sur a norte y en Europa están denunciando racismo y esclavismo justamente donde no existen leyes discriminatorias y donde la esclavitud está absolutamente prohibida hace siglos.

Acá viene la segunda cuestión enquistada en la teoría racial: el tema de la responsabilidad. Para que un mandatario, actor o jugador de fútbol se arrodille debe haber algún mecanismo que lo haga sentirse responsable hoy de una acción que ocurrió hace casi seis siglos. ¿Cuál es la lógica de este mecanismo?

Una primera aproximación tiene que ver con que se consideran descendientes de alguno de los partícipes del circuito esclavista antes descrito. Pero además debe considerarse  concretamente descendiente de los que participaban en el comercio del Atlántico que se realizaba con negros. Esto es evidente porque si se pensaran descendientes de los que esclavizaron cristianos, los pobres jugadores de la Eurocopa deberían haberse pasado la vida hincados ante todo blanco cristiano conocido y así no hay rodillas que aguanten. Acá la cosa es muy específica, puesto entonces que los arrodillados se consideran indudablemente descendientes de los esclavistas de negros. ¿Cómo hacen para conocer el accionar de sus antepasados desde sus padres hasta los predecesores de siglos atrás? Es claro que existe una imposibilidad empírica de conocer a todos nuestros antepasados. Un cálculo de semejantes caracteristicas elabora magistralmente el historiador Alberto Garín en su ensayo Por qué no soy el nieto de los conquistadores. Allí Garín calcula que más o menos para remontarse cinco siglos atrás cada uno de nosotros cuenta con más de medio millón de ancestros entre bisabuelos y bisabuelas. Con este número en la cabeza, el jugador arrodillado debería estarse seguro de que su medio millón de abuelitos deberían coincidir en espacio y actividad con alguno de los personajes que comerciaban esclavos negros, pero que a su vez no deberían haberse mezclado ellos mismos con negros cosa que de inmediato los quitaría de la nómina de victimarios. Es francamente imposible sostener una afirmación de estas características. Pero si forzamos la posibilidad de que alguno de los arrodilladitos fuese nieto lejano de un esclavista, nos habilitaría a un ejercicio ulterior. Del mercado de esclavos blancos europeos participaron moros y africanos, de suerte tal que podría pasar que en entre los jugadores ingleses hubiera descendientes de esclavos y que los muy tontuelos se estuvieran arrodillado ante los nietos de los captores de sus ancestros, traficantes y comerciantes de esclavos cuyo color de piel era igual al de la heroína woke Meghan Markle.

Decidir quién es bueno o malo por cuestiones ajenas a su accionar es profundamente discriminatorio

El gesto de arrodillarse, a estas alturas, deviene irracional y siniestro. Y acá viene el factor más grave de lo que se sostiene simbólicamente: al asumir responsabilidades en base a suposiciones ridículas e incomprobables, se está amalgamando a las personas en categorías de buenos y malos según el color de piel. Todo lo demás, toda la sensiblería y la sobreactuación es sólo una excusa para imponer el racismo que tanto se dice combatir. Un accionar que vuelve a abolir la individualidad y los derechos de las personas para que las mismas sean consideradas buenas o malas, con o sin derechos en base a su color de piel.

La otra cuestión idénticamente sucia es hacer caer sobre los individuos la culpa por el accionar de sus antepasados remotos, cosa que además de ser incomprobable es dogmática e injusta. Con este razonamiento y tantos millones de antepasados que tenemos cada uno de nosotros, cualquiera podría ser acusado de los delitos de alguno de nuestros malos abuelos. Un delirio en todos los frentes que no deja de enviar al mundo un mensaje nefasto. Si el gesto del saludo nazi quitó esperanzas a quienes luchaban contra en nazismo, en gesto de sumisión ante el racismo woke no es menos grave.

Cada jugador hincado señala acusatoriamente a quienes no se sienten responsables por delitos que no cometieron. Cada empresa que usa el marketing woke para parecer antirracista nos acusa de racistas a quienes no aceptamos sus postulados. Cada político o celebridad que nos sermonea por el delito de ser blancos está siendo racista. Intentando proyectar una imagen de inclusión, solidaridad o rebeldía, primero ignoran que todos los que hoy pisamos este planeta tengamos el sexo, la religión, el lugar de nacimiento o el color que sea, pudimos tener antepasados victimas y victimarios y que decidir quién es bueno o malo por cuestiones ajenas a su accionar es profundamente discriminatorio.

Esto ya pasó, lo hemos visto en los años más oscuros, no fueron pocas las empresas, artistas, políticos y deportistas que en 1938 se inclinaron ante los tiranos. Pero la ley de las probabilidades indica que entre tantos cientos de miles de abuelitos que cada uno de nosotros tiene, alguno fue valeroso. Al menos uno luchó para que su descendencia fuera libre y no tuviera que arrodillarse ante la tiranía. En homenaje al abuelo desconocido es que cualquier gesto de sumisión ante el autoritarismo es inaceptable.

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