«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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ha colaborado con armas, espionaje y métodos de tortura en la región

Guerra y terror: los principales productos de exportación de Putin a Iberoamérica

Buscar más allá del vodka, de uno que otro producto musical o alguna figura deportiva de la región brillando en los gélidos confines que vieron nacer a Tolstoi, es tarea harto difícil para cualquiera que revise la historia de Iberoamérica, especialmente desde el siglo XX.

Por más que música y literatura hayan sido factores de difusión de la cultura rusa en la región, el impacto cultural vino realmente con la imposición del comunismo y la violencia comunista. Las ideas ya eran lo suficientemente explosivas, pero las ideas fueron acompañadas de explosivos reales, de diplomacia invasiva y de presencia militar que convirtió la zona en campo de batalla, por más de seis décadas.

Antes y después de Cuba

Sería fácil revisar los agravios de Rusia en Iberoamérica solo con la instalación de esa inmensa base para la promoción de sus ideas y de la violencia comunista que es Cuba desde 1959.

Desde que Fidel Castro declara el carácter comunista de su revolución, el Politburó soviético adoptó su política de “exportación de la Revolución”. La crisis de los misiles de 1962 fue apenas un pequeño escollo que advirtió a todos de las intenciones de cada parte: la URSS dispuesta a hacer de Cuba la base de sus actividades contra EEUU y estos dispuestos a evitar a toda costa que las actividades fuesen bélicas contra el territorio de su país.

Ese fue el atisbo fundamental de las intenciones rusas de ahí en más. Usar a Cuba como pieza de cambio permanente en medio de la guerra fría, exigiendo ceder en su radio de acción europeo a cambio de desactivar las amenazas en el Caribe. En ese arreglo, por supuesto, perdió Iberoamérica.

Fidel Castro se convirtió en un incordio con la excusa de su pelea de honor con el Politburó ante la finalización de la crisis de los misiles de una forma que no le agradó del todo. Si bien las acciones de Fidel con su “exportación de la Revolución” no tenían oficialmente el aval de los soviéticos, eran soviéticas las armas, el entrenamiento, la asesoría y el financiamiento de las acciones de desestabilización de la región.

La constitución de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), como central regional de promoción de la guerra contra la democracia, fue el principal foco de desgracias. A Venezuela, el castrismo enviaría al menos tres invasiones de combatientes entrenados para establecer frentes guerrilleros en el país suramericano. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el Partido Comunista, la Liga Socialista, Punto Cero, Bandera Roja, entre otros grupos, fueron empujados a la guerra con financiamiento, adiestramiento y armas que si bien las entregó Cuba, eran de fabricación soviética. Cuba no tenía dinero que no fuese soviético para promover esa guerra.

No puede entonces decirse que Rusia, en la historia, haya hecho con Iberoamérica algo distinto que promover la guerra.

Solo guerra y nada más que guerra

Más de sesenta años de guerra librada en Colombia con armas rusas, financiamiento e inspiración castrista y desmadre del narcotráfico. Aún se cuentan víctimas, aún se viven secuelas. Aún se mantienen las kalashnikov disparando en manos de los grupos irregulares contra la democracia colombiana.

Décadas de guerra en Centroamérica tuvieron a Rusia y sus armas. Nicaragua sigue ahí. Las “maras”, bandas armadas que en EL Salvador, Honduras y EEUU hacen desastres en las calles, son hijas bastardas de esas guerras promovidas por Rusia.

Fueron rusas las armas que posicionaron al gobierno revolucionario de Maurice Bishop en Grenada, donde se empezó a establecer otra base en pleno Caribe oriental desde la cual amenazar posiciones de interés de EEUU, que terminó invadiendo el país.

Y en su momento, Rusia cuando quiso entrometerse en la guerra de Angola contra Portugal, le pagó a Fidel Castro para que armara un ejército de negros y mulatos que pasaran desapercibidos en África, sin que se viera la mano tenebrosa del régimen soviético financiando, armando y ordenando. Eso, por nombrar los casos más graves.

Al final, todo evolucionó para peor. La caída de la URSS no detuvo la desgracia. Rusia se afanó en seguir manteniendo con respaldo económico y diplomático a los regímenes de Cuba y Nicaragua, además de Venezuela.

La exportación de la revolución, mutó a la exportación de herramientas de espionaje, desinformación y tortura. Cuba y Venezuela son los dos únicos lugares en el hemisferio occidental donde se ha verificado la aplicación de los métodos de “tortura blanca”, infame herramienta de opresión del ser humano que ha dejado decenas de víctimas. No puede decirse a estas alturas, que Rusia ha tenido buenas intenciones cuando se trata de Iberoamérica. Y los resultados se cuentan en vidas, no en estadísticas económicas.

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