“Qué júbilo, qué gozo, que alegría bañó los corazones de todos”.
Esa frase sencilla pero elocuente escrita por Fray Bartolomé de las Casas, describe los sentimientos que se desataron en la corte de los reyes católicos al regreso de Colón después de aquella hazaña monumental, sin la cual el mundo de hoy no sería.
Era poco lo que tenía en mente Colón cuando vendió a la Corona española su idea. La sencillez de hallar una ruta para llegar al oriente, a La India, a las especies y al destino y origen comercial principal de la época, era su motivación. Ir por el oeste hasta encontrarse con el este. Y permitir así que se pudiese continuar el comercio que había encontrado como obstáculo el cierre de las rutas causado cuarenta años antes con la caída de Constantinopla.
Hallar esa otra ruta era fundamental para el imperio más importante de la época, que ya es mucho decir. Y en esa empresa importante, el hallazgo fue mucho mayor y es, sin duda, causa fundamental de tener hoy todo cuanto tenemos a ambas orillas del mundo. Desde las ideas hasta el idioma, pasando por la gastronomía, la religión, los valores, la ciencia, la medicina, las artes, etc.
Y todo eso es, ni más ni menos, lo que la izquierda niega hoy en su afán de destruir la historia, nuestra historia. Nuestras hazañas. Nuestros valores. Nuestra cultura.
Más que una leyenda negra.
No todo es explicable a través de los complejos y mentiras de aquellos que han decidido creer la leyenda negra de la bondad aborigen inocente y la perfidia infinita española.
Hay mucho más que eso, si notamos el concierto para delinquir borrando la historia para derribar valores necesarios para la contención de Occidente. Parecen teorías de la conspiración, pero la realidad nos demuestra que si hay una conspiración, esa conspiración no es otra que la de la izquierda intentando dejar establecido que todo lo hecho en cinco siglos de historia es mentira.
Desmentir la hazaña de Colón y asumirlo ahora como un genocida, es necesario para ellos, pues con eso matan tres pájaros de un tiro:
-Niegan la capacidad del imperio español de la época de emprender tamaña labor en la conquista de un continente entero.
-Borran el rol histórico de la Iglesia Católica en la creación de lo que es América gracias a la llegada de Colón.
-Justifican la guerra cultural contra los valores occidentales, pues si todo lo que se hizo a partir de la llegada de Colón fue criminal, la reversión de dichos crímenes supuestos se coloca como deber revolucionario.
Es la sencilla hoja de ruta de esa izquierda disociadora y criminal. La batalla por la derrota de los valores occidentales tiene en la negación de Colón una de las armas predilectas. Por eso, vemos lo que vemos hoy día en distintos lugares, aunque las campanadas de alerta fueron tempranas.
Porque los infundios contra Colón arrancan temprano, aún con él en vida. Pero con el paso de los años, la búsqueda de la identidad propia americana que produjo culturalmente muchas maravillas, vio crecer también esa corriente menor de la culpabilidad de Colón. Los movimientos americanistas tuvieron siempre algo de eso en su seno, acrecentados luego de la independencia de los Estados americanos y fortalecidos con la incendiaria izquierda pisoteando la región desde los años treinta del siglo veinte. Con la cercanía del quinto centenario, la vimos peor.
Pero faltaba mucho más.
El chavismo es antiespañol por antonomasia.
Cuando Chávez llega al poder en 1999 y lanza a Venezuela por el tobogán del proceso constituyente, vimos abrirse la caja de sorpresas que traía ese movimiento decimonónico, caudillista y anti histórico. De la nada surge una reivindicación indigenista completamente absurda, pues en Venezuela los movimientos indigenistas ni existían antes ni existen ahora. Ni siquiera al amparo del poder pueden mostrarse hoy dichos movimientos.
Pero eso no importaba. Se trataba de destruir y a eso se abocaron. Con la complicidad de la clase política que debía oponerse a la demolición de la República, crearon unas supuestas “circunscripciones indígenas” en la cual los “pueblos originarios” debían escoger sus representantes a la Asamblea Constituyente. Y dicha escogencia, debía hacerse “a través de los métodos que los pueblos originarios tengan contemplados según sus costumbres ancestrales”.
Así, durante todos estos años los representantes de los indígenas han sido chavistas. Y cuando no lo han sido, se ha desconocido su triunfo, como ocurrió en la elección parlamentaria de 2015. Pero eso ya es una anécdota. Lo realmente trágico, fue que se elevara al nivel de “pueblo” a asentamientos aborígenes que ni estaban reivindicando territorios ni derechos ni atención del Estado, pues su modo de vida ignora por completo a la concepción de Estado y Nación. Los Yanomami de la zona amazónica nada le piden ni exigen al Estado. Y quienes asumieron la nacionalidad venezolana en las etnias wayúu y otras, simplemente reclaman como venezolanos, no como indígenas.
Ese fue el inicio. En esa constitución chavista se sentaron las bases que el socialismo del siglo XXI promovería en la región. Vimos luego el ascenso patrocinado de Evo Morales y de Rafael Correa en Bolivia y Ecuador respectivamente, reivindicando el indigenismo. En eso anda ahora Pedro Castillo también en Perú. Y de López Obrador, hay poco que explicar.
Fue en Venezuela, en Caracas, donde se derribó la primera estatua de Cristóbal Colón. Con Chávez en vida, arrancó la jornada de agravios anti históricos que no solo se emprende contra el ilustre navegante, sino contra todos los conquistadores, fundadores de ciudades hoy gobernadas por infames negadores de la realidad.
En Venezuela vimos rodar la cabeza de las estatuas de Colón, de Diego de Lozada, de Diego de Osorio, de Francisco Fajardo. Fue la línea de acción del socialismo del siglo XXI, que profundizó cambiando el nombre a localidades y lugares, sustituyéndolos por nombres supuestamente indígenas que nadie reconoce y que nada significan en la cultura de la gente del común, para quien el 12 de octubre sigue siendo o el “Día de la Raza” o “El día del descubrimiento de América”.
Diga lo que diga la izquierda, aún los niños venezolanos, cuando alguien dice una obviedad, responden con la frase “Ay sí, descubriste América”. La costumbre, dice la canción, es más fuerte que el amor.
De Chávez a Biden.
La infamia de Biden cambiando por decreto el “Día de Cristóbal Colón” a Dia de los Indígenas, es más que antihistórico, infame. En principio, revela cual es la agenda a la cual se adscribe su gobierno, y no es otra que la agenda anti hispana, requerida para lo que ya sabemos, el combate contra los valores occidentales.
Lo de López Obrador ya es chiste. Un pobre ser que no puede mostrarnos en su nombre y sus apellidos otra cosa distinta que ancestros llegados en carabelas, pretende quemarle las naves a la historia. Más de lo mismo.
Pero lo de Biden es aún más vergonzoso si se constata además que el bando anti hispano ha logrado hacerse con el gobierno de España. El gobierno chavista español no es otra cosa que un mazo contra España y contra la hispanidad a la cual se niegan celebrar. Niegan a Colón para también negar a la Corona, a la España que fue grande y que conquistó, creció y logró poner a hablar su idioma a la mitad del planeta.
Se niegan hasta a sí mismos, si eso les permite seguir en su labor de demolición. Y no parecieran dispuestos a cambiar.
Solo queda preguntarse si la España de pie estará también dispuesta a ponerse de pie para defender su historia.
Sería la mejor celebración de la hispanidad, reivindicarnos y defendernos de la infamia anti hispana y anti histórica.