Texas acaba de empezar a cumplir la amenaza que el estado de la estrella solitaria, igual que la Florida de Ron DeSantis, planteó desde que la administración federal empezara a abrir la mano con la inmigración ilegal e inundar de indocumentados los estados conservadores: reenviarlos a la capital de Estados Unidos, Washington. Así, el gobernador de Texas, Greg Abbott, mandó a la capital federal un autobús con docenas de inmigrantes ilegales, a los que desembarcó el miércoles por la mañana a unas pocas manzanas del Capitolio. Si quieren ilegales, los van a tener como vecinos.
Abbot fletó el autobús poco después de anunciar la semana pasada que la División de Gestión de Emergencias de Texas (TDEM) se ocuparía de organizar viajes por carretera y vuelos para llevar a los inmigrantes ilegales liberados en el estado por los federales a la capital.
Según la TDEM, el plan está en marcha y ya está funcionando su labor disuasoria ya que, como declararon a la cadena Fox fuentes de la división, la administración Biden ha dejado de soltar en poblaciones texanas a los inmigrantes ilegales que intercepta cerca de la frontera desde el mismo momento en que Abbott hizo su anuncio.
No todo el mundo se tomó en serio la amenaza de Abbott. De hecho, la Casa Blanca lo desdeñó calificándolo de “truco propagandístico”, algo que repitió incluso un diputado republicano por Texas, Matt Schaeffer.
La orden de Abbott reaccionaba directamente contra la suspensión del Título 42, aprobado por Trump, por parte de la administración federal, una norma que fijaba restricciones sanitarias a los desplazamientos transfronterizos con motivo de la pandemia de covid. En concreto, la norma faculta a la expulsión de emergencia a México de los ilegales como medida de precaución sanitaria en lugar de recurrir al método convencional, mucho más lento.
