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se decreta un apartheid a quienes no pasen por el aro

La tiranía que viene (patrocinada por los medios): del covid al cambio climático

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla, y el líder gallego Alberto Núñez Feijóo.

China es el país que más contamina del mundo pero los medios de comunicación han convencido al ciudadano medio de que la culpa del cambio climático es suya por usar coche y comer carne. Las campañas son cada vez más agresivas y hay mañanas en que los periódicos salen a los kioscos con unanimidad norcoreana. El martes 10 de agosto fue uno de esos días de régimen de portada única. ABC: “La mano del hombre sube la temperatura del planeta”; El Mundo: “El cambio climático en España: 3,5 grados más, fuegos y sequía”; El País: “La humanidad ha causado ya daños irreversibles al planeta”; El Periódico de Cataluña: “Último aviso para salvar el planeta”; La Vanguardia: “Los expertos alertan que la crisis climática se agudiza y es irreversible”. 

Este clima de propaganda de guerra se produce cuando los españoles pagan el recibo de la luz más caro de la historia. Los grandes medios desvían el foco infundiendo miedo con el apocalipsis climático. Las televisiones dedican igualmente grandes esfuerzos en aterrorizar a la población. La Sexta ha difundido esta semana dos ‘noticias’ que deberían provocar que santanderinos, madrileños y cordobeses hagan las maletas rumbo a Helsinki. La primera: “El aeropuerto de Santander o todo su casco histórico quedarán sepultados bajo el mar si no hacemos algo ya”; y la segunda: “Madrid será Marrakech y Córdoba, Bagdad: el cambio climático disparará las temperaturas en 30 años”.

Los datos y el debate racional quedan sepultados ante la psicosis colectiva difundida para convertir a la sociedad en un rebaño asustadizo incapaz de tomar decisiones propias. El martilleo incesante de estos días a propósito del clima (¡sorpresa!, hace calor en agosto) ignora que desde 2005 España redujo en un 32% sus emisiones de CO2 mientras que China la ha doblado estos mismos años. La consigna es indultar al pirómano cuando quema un bosque y señalar a los españoles colectivamente por viajar en coche o avión. O sea, socializar la culpa para que el verdadero responsable se vaya de rositas. La histeria climática globalista castiga al más vulnerable y exonera al poderoso, China, aunque las emisiones del gigante asiático sean 27 veces superiores a las de nuestro país. Naturalmente, el Gobierno español impone una ley de cambio climático que lastra nuestra economía mientras el Partido Comunista chino ríe a mandíbula batiente aunque allí se contamine sin pudor alguno. 

Tampoco sufre China sanciones por desatar una crisis mundial de un virus que (aún no sabemos cómo) salió de uno de sus laboratorios en Wuhan. Esta circunstancia apenas merece la atención de los medios y la comunidad internacional, centrados casi enfermizamente en obligar a los ciudadanos a la vacunación y, si no se puede por culpa de un magistrado que no se ajusta a los tiempos de la política, se decreta un apartheid a quienes no pasen por el aro del pasaporte covid. Nada es casual y las televisiones cuando hablan del virus emiten imágenes de discotecas o de jóvenes haciendo botellón en una noche de verano, pero nunca de los laboratorios chinos o del presidente de ese país. ¿Alguien sabe cómo demonios se llama el presidente chino? Sí conocemos, por supuesto, al de Hungría, Viktor Orbán, único líder internacional calificado de tirano por la prensa española.  

Las restricciones, por tanto, no son para China sino para occidente, cuyos más destacados líderes están entusiasmados con acumular más poder y restringir libertades a la población. En Francia -donde esta semana un inmigrante ruandés acusado de quemar la catedral de Nantes el año pasado ha asesinado a un sacerdote- Macron envía a la policía a patrullar las terrazas para exigir a los clientes el certificado de vacunación. En España, para demostrar que nosotros somos el problema y Europa la solución, los presidentes de Andalucía (PP), Canarias (PSOE), Cantabria (PRC), Galicia (PP) y Murcia (PP) presionaron al Ministerio de Sanidad para imponer la obligatoriedad de las vacunas y el pasaporte covid. Hasta la propia Ayuso (“Feijóo es un referente”) ha confesado estar planteándose la medida

La presión es mayúscula, mas la justicia, de momento, resiste como último eslabón entre la libertad y la tiranía. La semana pasada el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía rechazó el pasaporte para entrar en los locales de ocio nocturno y el jueves el Tribunal Superior de Justicia de Galicia también tumbó el uso del pasaporte en la hostelería y discotecas. Dos reveses judiciales para el PP, que hace unos meses ganó las elecciones en Madrid reivindicando el modelo de apertura de comercios (“libertad”) frente a las restricciones del Gobierno de Sánchez e Iglesias (“comunismo”). Destapadas las máscaras electoralistas, los caciques autonómicos pretenden ahora obligar a vacunarse a todos los sanitarios y aplauden que las empresas hagan lo propio con sus empleados. De momento, la Justicia y el artículo 14 de la Constitución Española frenan la vocación despótica de los barones regionales: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.

Este clima de persecución y sometimiento es ya regla general en casi todos los medios. El jueves por la mañana el periodista Fernando Jáuregui pidió tratar como apestados a quienes no se hayan vacunado haciendo obligatoria la vacuna por la vía de los hechos. Lo hizo en la Cadena Cope sin que ningún tertuliano rechistara. “La vacuna se puede hacer obligatoria por la vía de los hechos. Al negacionista, al que se niega a vacunarse, hay que tratarle como un apestado. Un señor que no puede dar clase, evidentemente, que no puede servir comidas… Un señor que no puede tener una relación social normal con sus compañeros de oficina, que no puede visitar un centro médico o una residencia de mayores…”.

Estas llamadas a la expropiación de derechos y libertades fundamentales se escuchan a diario en radios, televisiones y periódicos, demostrando la buena salud que goza el matrimonio mediático-político (“salimos más fuertes”), altavoz de la agenda ideológica globalista. El control absoluto de la población hacia el que nos llevan se ejerce mediante la pinza coronavirus-cambio climático, emergencias que justifican un documento para tomar un café mientras se hace la vista gorda, por ejemplo, con la inmigración ilegal masiva.

Al que se oponga, desde luego, le espera la marginación social y el estigma de “negacionista”, apelativo que toda tiranía reserva a quienes osan enfrentarse a la verdad oficial dictada por el poder. El objetivo es dejar fuera del sistema, haciéndolos pasar por locos o peligrosos, a quienes demuestran con datos que el rey va desnudo.

Y a pesar de todo España sigue en pie, y si es aún un estado de derecho es, dándole la vuelta a la frase de Spengler, porque un pelotón de jueces está empeñado en salvar la civilización. 

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