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CONFLICTO CON CRISTINA FERNÁNDEZ

Las horas más bajas para Alberto Fernández: dos golpes y cada día menos poder

Alberto Fernández y Cristina Fernández. Europa Press

Las horas de Alberto Fernández son oscuras, acaba de sufrir dos reveses a cada lado de su rostro. Por un lado, la adormecida Corte Suprema declaró, finalmente, inconstitucional el decreto que lo enfrentaba al Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El máximo tribunal argentino se tomó su tiempo pero finalmente dictaminó que (como indica su nombre) la ciudad es autónoma y que en consecuencia, las restricciones del gobierno nacional no pueden exceder las del gobierno porteño o provincial.

La disputa entre la nación y la ciudad tenía por excusa las clases presenciales luego de un año de estar prohibida esta modalidad. Pero esto es sólo una cortina de humo. La realidad es que la crisis sanitaria y vacunatoria deja al descubierto la pésima gestión kirchnerista y la única receta de Alberto es encerrar gente. Finalmente la disputa llegó a la Corte y esto enloqueció al gobierno. Pero hubo un fragmento particularmente lacerante para el Presidente en el pronunciamiento que dice: «La emergencia no es una franquicia para ignorar el derecho vigente”. Porque esto es justamente lo que el kirchnerismo viene haciendo no ya en el ámbito de la educación sino en cada uno de los aspectos sobre los que (des)gobierna desde hace casi dos años.

Mientras se acomodaba la cara tras sufrir este left uppercut de parte de la Corte Suprema, en el interior de su agrupación se cocinaba un gancho de derecha proporcionado por sus propios amigos. Para poner en contexto es necesario recordar que los subsidios a las empresas de servicios ya son insostenibles. Pero la vicepresidente Cristina Kirchner dictaminó que en pleno año eleccionario no debe haber ajuste tarifario.

El eternamente humillado ministro de economía Martín Guzmán grita a los cuatro vientos que si no se aumentan las tarifas las empresas eléctricas no llegan a fin de año, esto significará cortes y problemas de abastecimiento: tampoco es muy prometedor hacer elecciones con este panorama. Entendiendo este intríngulis, ocurrió un episodio menor: Dado que la política tarifaria no había cumplido ni media meta en el esquema solicitado por Guzmán, el ministro se dispuso a despedir al funcionario a cargo, el subsecretario Federico Basualdo. En esta decisión estuvieron de acuerdo Alberto y su jefe de ministros, peeeeeroooo, Basualdo es un pertinaz militante del socialismo del Siglo XXI, cercano a La Cámpora y a Horacio Verbitsky. En consecuencia es intocable.

Se produjo un escandalete, porque Alberto pidió la cabeza de un secretario y Cristina no la entregó. Basualdo sigue ahí demostrando que el presidente argentino tiene menos poder que un conserje. ¿Qué golpe habrá sido más doloroso, el de la Corte o el de Cristina? El congelamiento de las tarifas de servicios públicos es uno de los caballitos de batalla de todos los gobiernos kirchneristas, tal como es  el bajo precio del combustible para Maduro. El chavismo mundial prefiere que los servicios dejen de prestarse antes que aumentarlos, porque eso es parte de su relato. La pelea entre el ministro Guzmán y el subsecretario Basualdo tiene un escenario político mucho más complejo.

El gasto que el Estado argentino hace en subsidiar tarifas se estima que representa más de la mitad de las obligaciones que tiene el país con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para el 2023. Esta estimación hace imposibles las negociaciones para pactar un plan de pagos en torno a los próximos 10 o 15 años, como pidió la mismísima Cristina! Así, Martín Guzmán, queda desacreditado y nuevamente humillado por el kirchnerismo que no le permite ni siquiera mover al subsecretario de energía aún cuando Alberto Fernández ya había dado su venia.

La inutil gestión de Basualdo es duramente criticada dentro del propio Gobierno por la menguada ala albertista, pero el respaldo político de Cristina muestra a la vicepresidente dispuesta a radicalizar su camino al chavismo lo que, además, la liberaría de los juicios que le quitan el sueño. Cierto es que dentro del gobierno hay un resabio menos radicalizado que sostiene al ministro Guzmán en su búsqueda de un mínimo equilibrio en las cuentas y que apenas levanta la voz para tratar de hacer valer su logro en haber puesto al kirchnerismo de nuevo en el poder, pero francamente son muy débiles e incapaces de parar la impresión desatada de billetes para contentar a su electorado. Dentro del kirchnerismo, “poner plata en el bolsillo de la gente” es un dogma inquebrantable, aún cuando la moneda argentina sea menos que papel pintado.

Hace escasas horas, en medio de estas dos crisis y con evidente furia, Cristina Fernández se despachó en twitter con un hilo de 27 piezas en las que se comparaba con la gestión del presidente norteamericano Biden al tiempo que comunicaba su irritación por el fallo de la Corte. La vicepresidente se manifestaba molesta frente a la división de poderes y se preguntaba quién gobernaba en Argentina.

Como era de esperarse, Alberto Fernández siguió en la misma línea discursiva por redes echando reproches al poder judicial. ¿La ironía? Un tweet de la época en la que Alberto y Cristina se odiaban en el que, el ahora presidente, instaba a Cristina a respetar a la Corte Suprema.

Lo cierto es que como nunca la Corte le cuestionó al presidente la legalidad de sus decisiones. Para seguir sumando ironías, durante la campaña Alberto Fernández se presentaba a sí mismo como un simple profesor de derecho de una universidad pública. No deja de ser llamativo que los cuestionamientos pongan en duda sus conocimientos en la materia con la que se ganaba la vida hasta hace poco tiempo. La Corte le negó también facultades para crear la región AMBA: “El AMBA no es una región en términos constitucionales”, dijo el tribunal. Lo cierto es que AMBA es una unión de la Ciudad de Buenos Aires y la zona más pobre de la Provincia de Buenos Aires que el kirchnerismo quiere institucionalizar para tapar los desastres de la gestión del protegido de Cristina: el gobernador Axel Kicillof. El presidente y profesor ha reaccionado con violencia diciendo: “Me apena ver la decrepitud del derecho”.

En medio de tanta ira, Guzmán sigue tratando de acordar con organismos como el Fondo Monetario y el Club de París. Pero la pelea con Basualdo y la inestabilidad que se puede respirar en cada pasillo gubernamental no le juegan a favor. Por ejemplo, las acciones de Edenor cayeron el 4% en una jornada, ante la posibilidad de que triunfe el ultrakirchnerista Basualdo y en consecuencia la política económica de Cristina, y se genere un mayor retraso tarifario. Ya el 70% de la dirigencia de la “Asociación Empresaria Argentina” una de las más importantes del país reside fuera de él. El éxodo de empresas y de profesionales parece haber pisado el acelerador.

En este contexto y para poner más leña al fuego, el ministro de Justicia de la Nación, Martín Soria, cuestionó el fallo de la Corte Suprema de Justicia diciendo: “Más allá de los fallos y las sentencias que escriban algunos jueces afines a la oposición, el Gobierno va a seguir aplicando medidas para preservar la salud y la vida de los argentinos” y agregó “Hay que reformar la Justicia en general y eso va a implicar cambios en el funcionamiento de la Corte Suprema de la Nación”. Justo, justo la paz que necesitaban Guzmán y los mercados para sacar a Argentina del pozo…

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