«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Culmina octubre sin disturbios similares a los de 2019 en el país sudamericano

Pese a los intentos de desestabilización, Lasso maniobra para mantener la gobernabilidad en Ecuador

El Presidente Guillermo Lasso. REUTERS

Sudamérica ha visto sus calles encendidas, su transporte público destrozado y los países paralizados por causa de la violencia desatada en octubre del 2019 bajo el marco de las “brisas bolivarianas” que advirtió Nicolás Maduro y repudió la OEA.

Ecuador, Chile y Colombia se volvieron laboratorio de una fórmula para desestabilizar naciones y deslegitimar a las fuerzas de seguridad y orden. La dirigencia indigenista del Ecuador anunció que volverían en octubre del 2021. Pero la intensidad bajó y el rechazo popular a las revueltas es masivo.

“Yo trabajo, no destruyo”, “Ecuador necesita trabajo, no relajo”, se destacan entre las consignas en internet donde la población civil muestra su repudio por la destrucción del patrimonio natural e histórico que ha sido y sigue siendo destruido por parte de los manifestantes.

Por definición, el terrorismo es una “forma violenta de lucha política, mediante la cual se persigue la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de terror e inseguridad susceptible de intimidar a los adversarios o a la población en general”.

Y eso es lo que han vivido los ecuatorianos desde octubre del 2019 por parte de la dirigencia indigenista, con Leonidas Iza a la cabecera. En su obra Estallido, que fue presentada en Washington, D.C., el autor concluye exclamando “comunismo indoamericano o barbarie”.

Esa advertencia no es metafórica, es literal. Es un grito de guerra no solo contra la nación sino contra la civilización misma. Tras la caída del muro de Berlín, la izquierda internacional se reorganizó y priorizó ya no al obrero a la cabeza de su causa sino al planeta como punta de lanza. Para eso el indigenismo ha sido clave en la promoción del ambientalismo.

Pretenden antagonizar al indígena con el español, América con Europa, el hombre con la mujer (feminismo), la naturaleza con el desarrollo (ambientalismo) y por supuesto el capitalismo con el socialismo. A esto el neomarxismo denomina inter-seccionalidad, o bien transversalidad.

Retratan a la tierra como una mujer, la Pacha Mama, violada y ultrajada por el malvado hombre blanco, europeo, cristiano con su desarrollo industrial. Además, de esta manera logran instaurar una guerra perpetua, sin fin. Enfrentando a todos los sectores de la sociedad y al mestizo consigo mismo, su historia, sus raíces y hasta su ADN; llevándolo a odiar a la mitad de sí mismo, tanto de sus ancestros españoles como de su propio padre. Y a la Madre Patria ni se diga.

Rechazo al falso ambientalismo

El repudio a estas inconsistencias ha sido masivo, más cuando los supuestos defensores de la tierra derriban árboles para impedir el paso en las carreteras. La tala sucede nada menos que en plena carretera con los coches en movimiento.

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Entre las figuras más destacadas por sus contradicciones está Yaku Pérez, exaspirante a la presidencia, quien cambió su nombre a “agua” en quichua. El entonces gobernador de la provincia austral del Azuay viajó personalmente a la ONU para posar junto a Greta Thunberg y alegar su supuesta protección del planeta. Pero cuando volvió al Ecuador se sumó a las protestas que exigían quitar el subsidio al combustible fósil. Sucedió en el 2019 y ahora en el 2021. 

La dirigencia indígena cerró vías, pese a que el libre tránsito es un derecho constitucional en el Ecuador. Los manifestantes lo impiden y con violencia; no solo contra la persona sino contra sus bienes materiales. Por lo cual hay un llamado para distinguir el activismo del terrorismo.

Por ejemplo, en la capital de los ecuatorianos, los manifestantes han arremetido contra el patrimonio de la humanidad que es la ciudad de Quito. Sobre todo en la parte del “centro histórico” del periodo español. Las turbas destruyen el adoquín para usarlo como proyectil contra la policía.

Sumado al poco apoyo que logró la marcha está el hecho que Quito ya no está bajo el mismo alcalde. Durante octubre del 2019 estaba al frente del municipio Jorge Yunda, quien permitió el ingreso masivo a la ciudad y la hizo colapsar en las zonas de mayor circulación.

Aunque la convocatoria y la destrucción ha sido menor, sí que han ocurrido incidentes violentos. Transitar, así sea a pie, por las vías cerradas expone a las personas a todo tipo de agresiones. Incluso una mujer fue agredida sexualmente. Como no había acceso vehicular no pudo ser auxiliada. «Esas son las consecuencias del #ParoNacional», reprochó una policía al respecto.

Ante esto se ha viralizado en internet la frase del escritor francés Alejandro Dumas: “El orgullo de los que no pueden construir, es destruir”. Esta expresión ha llenado los labios de los quiteños al describir el accionar del movimiento indigenista.

Lasso cita al diálogo

Para lograr la paz social, “El presidente mantiene las manos extendidas hacia el sector de la Conaie y están invitados a sentarse nuevamente a negociar el miércoles 10 de noviembre”, señaló el vocero Carlos Jijón.

En entrevista con medios locales, Jijón explicó que la invitación se extiende a los dirigentes del Parlamento de los Pueblos “para sentarse a negociar, a dialogar y buscar entendimientos por el bien de la nación”.

En vista que Lasso estará en Europa en reuniones tras la cumbre ambiental en Glasgow (Escocia), la reunión se posterga hasta la segunda semana de noviembre, lo cual ha sido criticado por medios locales. Sin embargo, la tensión no se ha extendido al resto del país, ni siquiera en toda la capital. Las concentraciones están en el centro histórico de la ciudad, en los alrededores del palacio presidencial.

La falta de convocatoria ha mostrado debilidad en el liderazgo indigenista. Cabe resaltar el término. Pues contrario a lo que alegan los promotores, indígena e indigenista no son sinónimos. El indigenismo busca antagonizar a la población indígena con la mestiza y victimizar a los campesinos para instrumentalizarlos para la lucha de clases del socialismo.

Pero la realidad es que hay indígenas prósperos y sobre todo trabajadores que no se suman a las paralizaciones. Además, hay quejas multitudinarias porque la adhesión al paro no ha sido voluntaria sino forzosa e incluso intimidatoria. Al grito de “¡Viva el paro!” hombres encapuchados llegan en camiones a florícolas, por ejemplo, anunciando que habrá consecuencias para los establecimientos si se atreven a trabajar.

El paro continúa con siete exigencias, la principal es solicitar al Ejecutivo una reducción del precio de los combustibles. Demandan que vuelva la tarifa del 11 de junio, de 1,28 Euros por el galón de diésel (4 litros) y 1,80 Euros para la gasolina denominada ecopaís y extra.

Dado que el aumento impacta toda la cadena de producción y transporte, Lasso anunció el viernes 22 de octubre una congelación, pero no tomó la cifra de junio sino la del pasado septiembre, que es superior a la que demanda la Conaie y las organizaciones sociales afines, con lo cual aún no ha logrado conformidad.

Si bien el paro continúa, ya no tiene la misma fuerza del 2019. No ha logrado paralizar ni la capital, mucho menos el resto del país. Socialmente se ha percibido como una derrota del movimiento indigenista y la izquierda radical y consigo del socialismo bolivariano a nivel regional.

No obstante, la amenaza de la desestabilización del Gobierno de Guillermo Lasso está presente. En vista que Lasso cumplió con la promesa de vacunar a más de la mitad de la población en sus primeros 100 días logró la mayor aceptación histórica. Pero el desempleo y la inseguridad le han hecho perder popularidad. Deberá volver de su gira europea con nuevas propuestas y un diálogo fructífero para recuperarla.

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