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Zuluaga, Gómez Martínez y Barguil son capitales en la defensa de esta agenda

Libertad, seguridad y menos impuestos: las banderas que la derecha colombiana no puede ceder de cara a las presidenciales

Oscar Iván Zuluaga, candidato a la presidencia de Colombia por el Centro Democrático. Twitter

Gustavo Petro, candidato de la izquierda radical a la presidencia de la República de Colombia, no tardó en responder a la propuesta del gobierno nacional con relación al incremento del salario mínimo, que estaría cercana al 11 %, y sugirió un aumento del 18,5%, alegando que es menester “corregir la distancia entre el salario mínimo real y la productividad desde el año 2009 hasta la fecha”.

Los sindicatos, por su parte, respaldan la propuesta del gobierno, pero insisten en un aumento cercano al 20% en el auxilio de transporte y en que el incremento a los precios de bienes y servicios regulados por el Estado no superen la inflación promedio. Algo no muy distante de la ya conocida política de subir salarios y congelar o administrar precios que ya hemos visto en otras latitudes con efectos dramáticos.

Petro lidera hoy las encuestas de intención de voto. Si la derecha no se une y responde a la mayoría del electorado que indica querer votar por candidatos de centro derecha o derecha, será el próximo presidente de Colombia y gozará de los amplios poderes para gobernar por decreto, que mantiene el ejecutivo nacional.

Establecer el salario mínimo es apenas uno de ellos. Queda muy claro que, de ser elegido jefe de estado, Petro incrementaría el salario mínimo de manera irresponsable, pero electoralmente provechosa. Así lo hicieron Chávez, Castro, Ortega y Kirchner. Vendrá después el control de precios, la protección a la industria nacional, la prohibición (vía obstáculos legales y castigos) de los despidos de trabajadores y el fin de la independencia del banco central. Es cuestión de revisar la historia para ver el camino trazado.

Por alguna extraña razón, la estrategia para enfrentar a Petro consiste en implementar su programa, alegando que es él, como persona, como dirigente político, el gran peligro. Falacia que puede resultar muy cara para la política colombiana. La derecha ha optado por celebrar toda política social demócrata e incluso socialista, como el aumento de los impuestos progresivos, la expansión de la intervención estatal y el establecimiento de una renta mínima, hoy conocida en Colombia como “ingreso solidario”, que cubre a millones de colombianos y se mantendrá, por ahora, hasta diciembre de 2022.

Atrás parece haber quedado el programa que permitió recuperar la seguridad, promover la inversión y lograr crecimiento económico en 2002.

Llama la atención que, en las urnas, la ciudadanía ha votado una y otra vez mayoritariamente por un camino de libertad, de menos impuestos, de más seguridad y orden. Lo hizo en 2016 cuando salió derrotado el acuerdo entre el gobierno Santos y las FARC en el plebiscito. Lo hizo de nuevo cuando respaldó con su voto la consulta de la derecha para elegir candidato único, doblando en votos a la consulta de la izquierda, en marzo de 2018, y una vez más cuando en la segunda vuelta presidencial optó por Iván Duque en mayo.

Pareciera que el cansancio con la clase política tradicional que logra siempre imponer su voluntad y sostener el sistema clientelista, el incumplimiento del programa de gobierno que ganó en las urnas y un discurso anti uribista que tiene amplia divulgación en los medios; ha hecho suficiente mella para que la opinión pública asuma que el verdadero cambio puede ser una tragedia, pero al menos sería un cambio. Es un escenario muy similar al que encontró Hugo Chávez cuando fue elegido por primera vez a la presidencia y se posesionó jurando ante una “moribunda constitución”.

Hasta el momento el único candidato, después del triunfo de Óscar Iván Zuluaga en la encuesta del Centro Democrático frente a María Fernanda Cabal, que mantiene un discurso de libertad, de crítica al régimen y al clientelismo, en contra de las repúblicas independientes con que algunos siguen soñando en Colombia, es Enrique Gómez Martínez, heredero del Movimiento de Salvación Nacional que siempre lideró su tío, Álvaro Gómez Hurtado.

Es una emergente facción del conservatismo que había quedado a la sombra, pero que en diferentes escenarios empieza a ser tenida en cuenta. De hecho, el lunes 13 de diciembre su participación en el programa “los opinadores”, en la plataforma spaces de twitter, fue tendencia en Colombia. Gómez empieza a asumir el liderazgo del ala derecha del conservatismo y, a su vez, David Barguil unificó al oficialismo del partido conservador y mejora su posición en la coalición equipo por Colombia.

De encontrarse suficientes puntos de convergencia y trazar una única ruta para frenar el avance de la izquierda en Colombia, el conservatismo unido podría volver a ser la fuerza política de la libertad y el orden. Esa unión hoy aún parece lejana. Ojalá el auge de Petro permita que se ponga freno a los egos y que las mayorías, que en Colombia son de centro derecha y derecha, según todas las encuestas, encuentren una opción en el tarjetón.

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