Si a la tragedia de la invasión rusa de Ucrania se le puede encontrar algo bueno, podríamos apuntar a ese recobrado entusiasmo internacional al hablar de la inviolabilidad de las fronteras y la sacralidad de la soberanía nacional. Incluso los españoles hemos asistido al portentoso espectáculo de oír a nuestro presidente del gobierno, Pedro Sánchez, ponerse lírico y solemne con el asunto. Lástima que parezca limitarlo a Ucrania mientras deja que, durante su mandato, 185.000 extranjeros tomen nuestras fronteras por el pito de un sereno.
Tres cuartos de lo mismo pasa en Estados Unidos. El asfixiante clima prebélico que reina entre los comentaristas del régimen anima a pensar que quien no esté dispuesto a iniciar una guerra nuclear por la invasión de la lejana Ucrania es un agente a sueldo de Putin, mientras es patentemente racista preocuparse de que en lo que lleva Biden en la Casa Blanca hayan entrado ilegalmente en el país dos millones largos de inmigrantes procedentes del sur.
Pero no está siendo fácil pulsar la fibra sensible del patriota norteamericano para que ponga la remota guerra en la cúspide de sus intereses. Y es que, según una reciente encuesta realizada entre votantes republicanos, mientras dos de cada tres consultados piensa que la inmigración ilegal es una «amenaza directa» para Estados Unidos, pocos quieren que Estados Unidos se involucre en la invasión rusa de Ucrania.
La citada encuesta, de Associated Press-NORC, revela también que alrededor del 67% de los votantes republicanos considera que la «influencia de China en todo el mundo» es extremadamente o muy preocupante para Estados Unidos.
Pocos muestran algún entusiasmo por entrar con tropas en el actual conflicto entre Rusia y Ucrania, habida cuenta de las malhadadas aventuras bélicas que ha sufrido el país últimamente, con especial recuerdo para la desastrosa retirada de Afganistán tras una ocupación de más de veinte años. Solo el 22% de los republicanos dijo que Estados Unidos debería desempeñar un «papel importante» en el conflicto. Alrededor del 76% dijo que Estados Unidos debería desempeñar un «papel menor» o «ningún papel» en absoluto.
No deja de tener sentido el orden de prioridades del votante conservador de la hiperpotencia gringa, que ve cómo los medios convencionales que pusieron en la picota al presidente Donald Trump por empeñarse en aplicar la ley al proceso migratorio son los mismos que urgen a que América envíe a sus hijos a morir en un conflicto muy lejano para defender fronteras ajenas. En 2021, Biden estableció nuevos récords de inmigración ilegal al atraer a más de dos millones de personas para que emprendan el viaje, a menudo mortal, a través de México hasta la frontera sur con la esperanza de ser liberados en el interior de los Estados Unidos.
El Departamento de Seguridad Nacional de Biden solo en enero liberó a más de 62.500 personas que cruzaron la frontera al interior de los EEUU.