«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
PODRÍA TENER UN 'MINIBLOQUE' CON CAPACIDAD DE MARCAR AGENDA

Milei se enfrenta a un sistema electoral perverso manejado por el kirchnerismo y el macrismo

El candidato a diputado argentino Javier Milei. Instagram

En muy pocos días los argentinos van a elegir nuevos representantes para sus cámaras legislativas. Puede parecer que estas líneas son viejas y que la profusa difusión de los resultados de las elecciones argentinas ocurrió hace pocas semanas. En efecto, el 12 de septiembre pasado los votantes argentinos votaron, Javier Milei fue la sorpresa de la jornada y salió en todos los diarios del mundo y el kirchnerismo sufrió una de las derrotas más lacerantes de su historia. Si, eso pasó hace poquitos días pero era sólo un ensayo.

Lo que tuvo lugar el 12 de septiembre es una estrafalaria manera de hacer internas que sólo existe en Argentina (por fortuna para el resto del globo). Las elecciones verdaderas son las que tendrán lugar en pocos días, concretamente el 14 de noviembre, y que determinarán cómo van a quedar compuestas las cámaras de diputados y senadores y cuán horribles serán los próximos dos años de gobierno de Alberto Fernández. 

En lo que se refiere al sorpresivo ascenso político de Milei, es de esperar que se consolide su presencia, hecho que enfrenta al economista a grandes oportunidades y sinuosos peligros. Para entender lo complejo del fenómeno de características homéricas que representa Milei es fundamental entender el ridículo sistema electoral argentino. Esto requerirá del lector una máxima concentración y templanza. Una pausa en la lectura para ir al baño, servirse luego algo de comer y beber, apagar los celulares y otras distracciones pueden resultar de gran ayuda.

Veamos:

El sistema electoral argentino es perverso, atenta contra el votante, contra los políticos honestos y contra la voluntad democrática. Es una gran, enorme y gigantesca ridiculez, manejada por las dos fuerzas políticas principales (el Frente de Todos = kirchnerismo y Juntos x el Cambio = macrismo) que se equilibran mutuamente logrando que todo el mundo sea infeliz. 

Primero lo primero: el PARTIDO.

Las personas no pueden presentarse a elecciones si no tienen un partido político que las avale. O sea, que la mejor de las personas, esa que los votantes piensan “-que genial que tal fuera presidente por su rectitud, honestidad, inteligencia y ejemplaridad”, debe, para competir, zambullirse en la letrina que después hace que nos resulte repulsiva. ­

Los requisitos para la conformación de un partido político son demenciales, es más fácil subir 20 pisos por escalera con un chancho enjabonado que armar un partido y esto nos lleva al siguiente problema: o hay que disponer de una estructura, dineros y tiempo, que no están al alcance de los ciudadanos de a pie, o hay que recurrir a los PARTIDOS DE ALQUILER. 

Partidos de alquiler: se denomina así a partidos políticos ya existentes que son meros instrumentos jurídicos y cuya orientación ideológica no tiene trascendencia. Dependiendo de la elección, del candidato que consiguen y de cómo va el viento, van en alianzas o separados, pero lo importante es que reciben jugosos dineros del Estado por existir lo que los convierte en apetecibles.

Argentina, o sea quienes tienen el poder de legislar en Argentina, viene endureciendo los caminos para la constitución de un partido político para que sea muy difícil y costoso entrar en la contienda y en consecuencia refuerza el chiringuito de los ya existentes. Cuando se habla de casta política, también se habla de las trabas regulatorias en materia electoral que el hampa pone a los nuevos actores para que nadie les toque los kioscos. 

No existe una sola ventaja o excusa para mantener este sistema vigente y en cada elección afloran las miserias y artilugios de este mecanismo. Cada elección aquellos que no pertenecen a las grandes fuerzas políticas deben caer en las garras de los partidos de alquiler, cada elección se renuevan el queso y la trampera, lo que implica un presupuesto enorme que no genera ningún beneficio. El sentido común indica que los partidos políticos deberían financiarse con el aporte de sus miembros, pero eso iría contra los intereses más profundamente enquistados del sistema que obliga a la totalidad de los argentinos a pagar para mantener al Partido Comunista, al Peronista o al Radical, por nombrar algunos (y son cientos).

­Acá se agrega otra ridiculez que el ingenio popular dio en llamar LISTA SÁBANA:

Lista sábana: se trata de una lista cerrada y bloqueada de candidatos a los que se debe votar en bloque y sin la posibilidad del votante elegir a los mejores. Ponen a la cabeza de la lista a uno más o menos aceptable y atrás pueden venir los jinetes del Apocalipsis con pistolas láser y hay que aceptarlos igual. Los argentinos no tenemos ni idea de qué hay en esas cajas de Pandora que son las listas sábana y los candidatos que encabezan las listas, en general, tampoco. Es obligatorio rellenar los casilleros de todos los cargos electivos (listas de decenas de cargos más los suplentes) para poder presentarse. Es obvio que nadie conoce semejante cantidad de gente que además quiera ser candidato y en consecuencia presentar declaraciones juradas y mil requisitos más, lo que obliga a rellenar esas listas con cualquier rezago. Ah, además respetando la soberbiamente ridícula paridad de género. Porque siempre se puede ser más ridículo.­

Una vez que ya tenemos a los candidatos habiendo cumplido con todas las ridiculeces se larga la CAMPAÑA POLÍTICA, que como cualquier cosa hecha en Argentina tiene una inmensa cantidad de regulaciones imbricadas y pagadas por los contribuyentes. Es de destacar que, por ejemplo, los DEBATES PRESIDENCIALES que se hacían por iniciativa privada se convirtieron en ley, hecho que no sólo los transformó en un espectáculo soporífero, sino que pasó a cargarse en la cuenta que pagamos todos. Otro ejemplo son los ESPACIOS CEDIDOS, que son unos minimensajes de escasos segundos que el Estado obliga a todos los medios a ceder para que cada candidato diga algo. Una retahíla de slogans balbuceados a las apuradas que son causales de la depresión más profunda. 

La primera parte de la campaña fueron las PASO, o sea las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Las impuso Cristina en 2009 aunque jamás se sometió a ellas. ­Nuestras peripatéticas PASO son un instrumento estéril que obliga a todos votantes a elegir en alguna interna, cualquiera, la que se les ocurra, estén o no afiliados a ese partido. Un bicho electoral tan amañado que permite a los militantes de una formación influir en las internas de otro. Ningún otro país obliga a la misma vez a los partidos a elegir candidatos de la forma en la que al Estado se le canta y a la totalidad de los electores a participar de esa doble compulsión autoritaria. Las PASO multiplican elecciones, prolongan los tiempos de campaña y desgastan a aquellos candidatos que no viven de la política ni tienen grandes aparatos a tal fin. Cumplen además con el (¿buscado?) objetivo de hastiar a los votantes. Para las formaciones mayoritarias, sin embargo, funcionan como una gran encuesta de escala 1 a 1, a semejanza del absurdo mapa que soñaba Borges en Del rigor en la ciencia, pero sin la belleza del cuento, claro.

Y eso nos abre la puerta al otro tema que conforma el emporio de la ridiculez: LAS BOLETAS.

Entrar en el cuarto oscuro en Argentina es adentrarse en una jungla distópica. Los argentinos tienen que meter en un sobre larguísimas tiras de papel impreso que representan cada opción electoral con la lista de todos los cargos en ellas. Hay distritos con tal cantidad de cargos que las boletas tienen metros (con S) de largo, hay lugares en los que la cantidad de candidatos hace que cada cuarto oscuro tenga que tener el tamaño de una cancha de voley. 

La extrema polarización política argentina sostiene una paridad muy alta que agita cada dos años el fantasma del fraude y que potencia los males del sistema como el robo de esas boletas, el financiamiento ilegal de las campañas, el uso promiscuo del dinero del Estado por los gobernantes de turno y otros vicios en los que ostentamos el podio. La Cámara Nacional Electoral viene rogando por la modificación del sistema de boletas y pidiendo dar “un debate sobre los medios instrumentales que el régimen jurídico establece para canalizar la oferta electoral y ejercer el derecho de sufragio”.

La organización de LAS BOLETAS es imposible, está hecha para que falle y por ende falla. Empezando por el hecho de que no cualquier imprenta puede confeccionar esos mamotretos. Es necesario mencionar que, sugestivamente, las imprentas especializadas en imprimir boletas electorales suelen tener relación con los dueños de los PARTIDOS DE ALQUILER. Como las boletas se roban sistemáticamente, el Estado descuenta la comisión de ese delito y su pertinaz incapacidad para solucionarlo, razón por la cual le paga a los partidos la impresión de varios padrones, vale decir, por cada votante se imprimen cientos de boletas. Un dineral y una mugre cuya limpieza también pagamos nosotros además de por su distribución y FISCALIZACIÓN.

La fiscalización consiste en que esos largos trozos de papel lleguen a los cientos de miles de cuartos oscuros y hagan el retorcido derrotero hasta llegar a su destino final que es expresar la voluntad popular. Cada boleta representa a un partido y los fiscales deben asegurarse que las boletas de su partido estén, que sean las de la elección correspondiente y no unas «parecidas» (vale decir: hechas a propósito similares pero que resultan luego inválidas), además deben mirar que no estén rotas o escritas o cualquier detalle que las anule. Los políticos profesionales tienen muchas boletas impresas de repuesto, los outsiders no…

Para los candidatos que se largan en solitario la fiscalización es una tarea propia de Sísifos. Necesitan encontrar fiscales, confiar en ellos para que no sean amigos de otras formaciones, capacitarlos y deben cuidar las boletas como oro porque claramente no tienen el dinero de las formaciones grandes para imprimir como descosidos. ¿Podríamos tener un sistema más transparente, barato, limpio, rápido e inteligente? Sí, más vale. Pero los partidos mayoritarios son los claros beneficiarios de este sistema que somete perversamente a cualquiera que honestamente quiera participar en política por fuera de sus estructuras.

Aquí es donde se dimensiona la epopeya electoral de Milei y la derrota que representa para la casta política. Ya es un triunfo enorme que haya logrado atravesar los obstáculos que le han puesto sumado a las campañas mediáticas de desprestigio llevadas a cabo por medios que dependen por completo del dinero del gobierno para existir. Todo el ridículo sistema electoral argentino está diseñado para que no surjan los Milei, Espert o Villarruel y para asegurarse de que lleguen los más domesticados. Cambiar el sistema significaría cambiar unas reglas del juego que inventaron los que se benefician de él y lo tienen como medio de vida, Son los que, una vez adentro, cerraron la puerta, tiraron la llave y pusieron alambres de púa. Quienes no cambian el sistema son los miembros de una casta que se siente extremadamente cómoda porque regula el ingreso al poder político. 

En este contexto Javier Milei se ha posicionado en las PASO como tercera fuerza en la Ciudad de Buenos Aires precedido del macrismo y el kirchnerismo. El gobierno está haciendo cualquier cosa para tratar de dar vuelta el resultado de las primarias, y cualquier cosa significa justamente eso: cambios de gabinete, regalos impúdicos de dinero y electrodomésticos, declaraciones incendiarias, todas las semanas generan un promedio de escándalos que se autoanulan entre ellos. El panorama para Alberto y Cristina es terminal y en consecuencia no atinan a levantarse del knock out. Hasta ahora las encuestas no muestran recuperación como resultado de sus manotazos de ahogado. Están al borde de perder el control parlamentario, el personal ya estaba extraviado.

Esta sangría será aprovechada por Juntos x el Cambio que presumiblemente retenga la victoria, hecho que le da un nuevo impulso a la formación fundada por Mauricio Macri. Sin embargo están, hacia adentro, sumidos en picantes luchas intestinas. Aún ganando, no han logrado contener a los votantes de elecciones anteriores. Sólo la polarización los amalgama y muchos votos se les han ido a las filas liberales. Si el panorama de los próximos años de gestión es oscuro para el kirchnerismo, no es muy claro para los cambiemitas tampoco.

Ahora bien, según todas las encuestas Milei y los suyos van a retener los porcentajes de las PASO e incluso crecerían algunos puntos. Si esto se consolida, en el Congreso tendrían un minibloque con una capacidad interesante de marcar agenda y de denunciar los oprobiosos acuerdos que el kirchnerismo y el macrismo vienen realizando impunemente. La fragilidad política del Gobierno y las internas del macrismo podrían ser utilizadas con inteligencia por los nuevos diputados liberales que deberían tener presente que si llegaron al Congreso fue justamente por el hartazgo de los votantes de la política tradicional.

Entre las novedades que trajeron las PASO en septiembre, está la comprobación empírica del divorcio de las élites políticas de los ciudadanos de a pie. Los oficialismos y partidos tradicionales han perdido su capacidad hipnótica y no generan ni expectativa ni esperanza. En este escenario resbaloso y bajo una crisis económica y social inquietantes transcurrirán las elecciones de renovación legislativa en las cuales el liberalismo pasará a ser un botín interesante para quienes necesitan sangre nueva y prestigio. Está en los nuevos actores políticos mantener la visión de largo plazo y aprender a detectar las jugadas hematófagas.

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