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El psoe siempre le ha prestado buen servicio al chavismo

La Misión de la UE en Venezuela: una carta del socialismo internacional para blanquear al régimen de Maduro

Borrell, Alto Representante de Asuntos Exteriores de la UE
Josep Borrell, Alto Representante de Asuntos Exteriores de la UE. REUTERS

Las cartas están echadas. La Unión Europea –con el socialista Josep Borrell como titular de exteriores- ha optado por echar adelante la política de despliegue de una Misión de Observación Electoral en Venezuela (MOE), de cara a los comicios regionales convocados por el chavismo para el próximo 21 de noviembre.  

La decisión, que ha sido defendida a capa y espada por los encomenderos de Borrell durante los últimos días, contraviene todo sentido común. Eso si se parte de la idea de que la UE debería estar más bien montada en el barco de ejercer todas las presiones del caso para que la situación económica, política y social en Venezuela adquiera algún grado de corrección.  

Sin embargo, parece que en esta ocasión la UE –o Borrell y los suyos, para decirlo con más exactitud– han privilegiado las buenas relaciones que, en todo ámbito, mantienen él y su entorno con el chavismo desde hace muchos años.

Esta política de voltear la mirada y fingir que todo está bien -para acudir en rol de validación indirecta al proceso que se llevará a cabo en noviembre- va en plena concordancia, por ejemplo, con las gestiones que hasta hace pocos años ha realizado a instancias de la dictadura chavista el Ex Jefe de Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.

Rodríguez Zapatero fungió como una de las caras visibles del fracasado proceso de negociaciones adelantado en República Dominicana entre la oposición y el régimen rojo de Venezuela, entre 2017 y 2018. Dicho mecanismo fracasó estrepitosamente, decantando en la negativa mayoritaria de la oposición a suscribir un acuerdo leonino que le dejaba muy mal parada en términos de condiciones y posibilidades reales de triunfo, de cara a las elecciones presidenciales que para entonces estaban en el calendario.

Maduro no echó marcha atrás y, amparado en su lógica total del poder, fabricó unos comicios presidenciales a su medida en 2018. Aunque la comunidad internacional en general no vio con buenos ojos aquello, Zapatero si lo hizo. Nunca repudió la afrenta del chavismo, sino que incluso la suscribió, alcanzando a decir que estaba convencido de que, pese a todo, la mayoría de los venezolanos acudiría a votar en aquella opera de mal gusto, y lo harían además “de manera libre”.

El caso del ex Jefe de Gobierno español no remite a algo aislado. El socialismo español siempre le ha prestado un flaco servicio a la causa chavista. Ha sido su pararrayos y su valedor cuando éste lo ha necesitado. Y esto es especialmente cierto en casos que involucran tanto a militantes del PSOE como a los de PODEMOS. Siempre que la tiranía venezolana les ha requerido, allí han estado: los Sánchez, los Ábalos, los Zapatero, los Iglesias, los Errejón y ahora los Borrell.

Este oprobioso expediente quizá solo es salvado por las declaraciones que, de tanto en tanto, hace Felipe González a propósito de la situación política  de Venezuela y por su repudio abierto al chavismo como sistema criminal que domina la vida de millones de venezolanos.

Los pequeños detalles a veces cuentan las grandes historias. Por ejemplo, se ha conocido que el ex Embajador socialista de España en Caracas (en tiempos de Rodríguez Zapatero al frente del gobierno), el socialista Raúl Morodo, estaría involucrado junto a su hijo en un escándalo en el que la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) le habría envíos de dinero a una cuenta en Suiza que superan los 5 millones de Euros. Las vinculaciones entre este tipo de funcionarios y el régimen chavista son pues antiguas, profundas y, sobre todo, corruptas.

Así las labores de cabildeo y alcahuetería política que ejercen Borrell y los suyos en foros internacionales de altísimo calibre no comenzaron ayer. Son, más bien, el más acabado producto de una relación en la que el régimen venezolano y políticos socialistas de España y Europa han tejido una compleja madeja de intereses, negocios y visiones retorcidas de mundo.

A esta altura no hay elementos objetivos que permitan pensar que las cosas en Venezuela han cambiado, al punto de que su sistema electoral está mejor de lo que estaba en 2018, cuando Maduro se robó unas elecciones con la anuencia de Rodríguez Zapatero. Maduro y el chavismo siguen teniendo una naturaleza criminal, violan derechos fundamentales de la población y son protagonistas de un sistema electoral viciado que inhabilita candidatos, persigue y apresa disidentes, interviene partidos políticos, desconoce resultados y, sobre todo, no ofrece transparencia alguna ni antes, ni durante ni después del proceso de votación.

Sin embargo, ahora las derivaciones de la maniobra que teje Josep Borrell en la UE podrían ser incluso más graves que aquellas que aparecieron luego de la jugada de Zapatero en medio de unas fracasadas jornadas de diálogo en la República Dominicana.

En esta oportunidad se compromete nada más y nada menos que la posición institucional de toda Europa. Esto envía un terrible mensaje a todo el mundo, pero especialmente a los demócratas venezolanos, a quienes, desde la UE de Borrell, parece decírseles que solo tienen la opción de jugarse la lotería e ir a elecciones trucadas con el chavismo, aunque estas no sean ni competitivas, ni justas, ni libres en lo absoluto. Un despropósito.

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